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Ceuta: la obsesión por el gran vecino del Sur

La inquietud que se puede adivinar tras el semblante de los españoles que viven en Ceuta -tras el de los moros no se adivina nada- no es en realidad ninguna novedad. El rictus de duda de los ceutíes es un gesto viejo, cansado de noticias sobre su futuro, que reconoce que éste puede ser incierto, aunque tampoco le teme mucho.Lo primero que le dice el ceutí al español que llega de la Península es que primero hay que conocer Ceuta, y después opinar sobre ella, y que los de la Península no conocemos nada. Muchos, se puede decir que la mayoría, piensan en el fondo que alguien se la está jugando a sus espaldas, pero se resisten a manifestarlo: nadie quiere darse al pánico, aunque tampoco esta sería tanto.

En un hipotético caso de traspaso de soberanía, el funcionario y el militar saben que les espera otro destino, y el comerciante tiene contactos con la Península o con Canarias, y en muchos casos capital ya colocado en estas tierras. Gran parte del dinero que sirvió para industrializar el Campo de Gibraltar salió de Ceuta.

En última instancia, podrían ser los moros los peor parados, porque la mayoría no tienen la nacionalidad española, y tampoco se puede decir que sean reconocidos como súbditos por Marruecos. Aunque muchos de ellos se consideran patriotas marroquíes y estarían a favor del traspaso, otros muchos defenderían ante el Estado español sus derechos como ceutíes de toda la vida, si tuvieran algo más que la famosa tarjeta estadística.

En Ceuta, enclave donde se han conjuntado a lo largo de la historia la actividad comercial con las operaciones militares, la decadencia estratégica de estas últimas y el auge del comercio, ha posibilitado un nuevo maridaje: el de la población cristiana con la musulmana. Hace sesenta años, ésta apenas existía, pero desde entonces se está incrementando constantemente, así como la infiltración económica marroquí.

Las relaciones del español con el moro no se puede decir que sean malas, pero a pesar de esto tampoco es lícito afirmar que las condiciones sociales del moro son buenas. Los niños musulmanes van a la escuela, saben leer y escribir el español y son perfectamente bilingües. Los moros adultos tienen trabajo y están afiliados a la Seguridad Social.

Pero también, el grupo musulmán coincide con la clase social más baja, también el no poder levantar una casa, por ser extranjeros, les obliga a vivir en chabolas, y tampoco se puede decir que la comunidad española les acepte totalmente. «Mire -me decía un derechista ceutí-, no es que haya discriminación racial, ni social, sino que existe ana separación cultural de hecho, de origen. El moro ante todo es moro, traicionero, pícaro, una degeneración del árabe.»

Vista esta opinión, se comprende que el rechazo de una posible integración en Marruecos se hace más vehemente cuanto más a la derecha está el interlocutor de turno. Esto, junto a las campañas que sobre el tema monta cierta prensa derechista, ha llevado a muchos españoles a ver en la reivindicación españolista un matiz reaccionario, según ven los ceutís, que rechazan tal acusacion.

«Nosotros -dice un militante socialista de Ceuta- no tenemos la culpa de que Fuerza Nueva adopte una actitud numantina, que rechazamos porque no arregla nada y favorece a las pretensiones marroquíes.»

Los ceutíes ven a los españoles permanentemente alertas contra otra sublevación del Ejército de Africa, «pero, tampoco tenemos la culpa de que Franco pasara por aquí el Estreche). Lo que pasa -agrega un miembro del PSOE ceutí- es que la misma izquierda española tiene un enorme complejo de 25 de abril, y quiere descolonizar lo que sea, a costa de lo que sea. Pero aquí nadie quiere irse, ni quedarse siendo esto marroquí. No nos gusta nada el Marruecos de Hassan.»

Otros, como Acción por Ceuta (Alianza Popular) van más derechos: «Que se definan el Gobierno y la Corona. Que venga el Rey y hable a los ceutíes.»

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