Hernández Gil: "España y Francia han trascendido universalmente"
Resumen del discurso del presidente de las Cortes, Antonio Hernández Gil:«No siempre coinciden el hombre de pensamiento y el hombre de acción. Uno es el que reflexiona y teoriza. Otro, el que actúa, lucha y decide. El político requiere dotes repentizadoras para desenvolverse en función de las circunstancias. Por eso suele considerársele pragmático y resolutivo. Sin embargo, la contradicción dialéctica, lejos de quedar agotada en dos tipos humanos antagónicos, abre paso a la síntesis superadora cuando concurren en la misma persona la práctica y el rigor especulativo. Acepte, señor presidente, que desbordando acaso los límites del protocolo, ya vea en vuestra excelencia esa doble significación fundida en una sola personalidad. Al hacerlo, evoco la Francia generadora de hombres capaces de conciliar hechos e ideas, razón metafísica y experiencia histórica. Ejemplo admirable lo brinda Montesquieu en El espíritu de las leyes. »
«Francia y España, siendo muy celosas ele sus sentimientos nacionales, han trascendido universalmente. Sin grandes demarcaciones geográficas, cubren no obstante extensos ámbitos culturales alejados de nuestro continente. Pero no hemos de conformarnos con rendir culto a lo que fue ni siquiera a lo que sigue siendo. Las vidas de los pueblos, como las de los hombres, son proyectos, siempre inacabados, abiertos al poder de la imaginación, la voluntad y el trabajo. He aquí, señor presidente, la significación que atribuimos a este acto. Impetramos un espíritu que infurida esperanza vez de nostalgia. Deseamos adentrarnos en las realizaciones.»
«Ha surgido la nueva Europa a la que es obligado referirse desde la nueva democracia española. En su existencia todavía breve, pero ya fecunda, ha dado pruebas de que la legitimidad de las discrepancias hace más valiosas las conformidades. Ideologías contrapuestas coinciden en el pluralismo político y en apartarse de la revolución por cuanto el cambio en beneficio de todos es cometido del propio Estado social de derecho.»
La CEE hacia la unidad
« Pues bien, señor presidente, la vocación europeísta aparece en la línea de las grandes conformidades. No hay diferencias de partidos. El problema, cuya solución dependía de los españoles, ha quedado definitivamente resuelto. Las barreras políticas han quedado borradas. Los otros problemas de rango distinto, predominantemente económicos, han de afrontarse con una recíproca voluntad de colaboración en el logro de las acomodaciones necesarias. Precisamente con base en la idea de la comunidad ha de superponerse a otros intereses el de Europa misma como conjunto geopolítico que a partir de la suma de las naciones, y sin desconocer éstas, alcanza el superior sentido de la unidad. »
«A tal fin, Francia y España, lejos de ser incompatibles, son imprescindibles. Sin embargo, señor presidente, la integración europea no es el único motivo ni el único sentido de nuestro encuentro. España no llega a Francia sólo a través de Europa. Nuestra cercanía es un azar de la naturaleza del que nos hemos hecho responsables. Es también una conquista de la historia. Median entre nosotros vínculos que, sin merma de las acusadas individualidades, nos ligan íntimamente en una relación casi familiar.»
«Nada de esto y mucho más escapa, estoy seguro, a la sabiduría y perspicacia política del señor presidente. Ha sido para mí grato y honroso recordarlo ante vuestra excelencia, en el Parlamento, junto a un nutrido grupo de muy distinguidos senadores y diputados. »
«Todos, señor presidente, os rendimos este homenaje, que es también un homenaje a Francia.»
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