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Reportaje:

El casino de La Toja, abierto al público

La tradición de juego encubierto de la isla, conocida ya de antiguo por los jugadores e incluso por algunos políticos que se hacían los sordos, hizo que aunque no se diera publicidad a la apertura muchos vecinos y extranjeros se reunieran el pasado día 2 alrededor de las cuatro ruletas francesas, dos ruletas americanas, dos mesas de baccara-chemin de fer, una de Punto y Banca, cinco mesas de Black-Jack y una de Treinta y Cuarenta que existen en el nuevo establecimiento. El motivo de que se hiciera pública más tarde esta apertura fue por motivos sentimentales, ya que se quería que Leandro Dandiadarena, último croupier que lanzó la bola en la ruleta de San Sebastián, fuera también el primero en inaugurar la nueva etapa de los casinos españoles.«Esperamos que el casino reporte a La Toja, SA, un dinero que se pierde en otros complejo de la isla», manifestaba un miembro de la directiva de la sociedad el pasado lunes. Sin embargo, no todo debe ir mal a la Sociedad, va que aparte de las II Jornadas Nacionales de Turismo Náutico, que llenaron de clientes el Gran Hotel, desde el pasado sábado, los empleados de la famosa fábrica de jabones y sales La Toja preparan un pedido hecho por algunos países árabes de medio millón de botellas de colonia de setenta grados para poder hacer cubalibres con coca-cola sin ir en contra del Corán, «que le impide beber alcohol».

El casino, instalado en una casa gallega de dos plantas y mil metros cuadrados de espacio construido, ha hecho que se desembolsara ya la totalidad del capital social: doscientos millones de pesetas. Sólo las mesas y las fichas de las ruletas alcanzaron una suma de veinticinco millones.

La seguridad ante todo

Lógicamente y no por el local sino por el dinero que se mueve y que supervisan dos interventores del Estado que permanecen constantemente en el local, los servicios de seguridad de un casino son muy superiores a los que pueda poseer un banco. Doce agentes de seguridad en la plantilla del casino, detectores de movimientos en todas las salas y dispositivos de conteo de brazos y cuerpos se unen al archivo en el que se encuentran los cerca de 35.000 jugadores europeos a los que se prohibe la entrada en cualquier casino del continente, bien sea porque ellos han firmado un documento en que se autoprohiben jugar, bien sea porque están calificados como de vida irregular. Eso sin olvidar las fichas de juego que no se pueden falsificar, cajas de seguridad, triple entrada de energía eléctrica para impedir un apagón casual de luz v otras muchas medidas no manifestadas que completan el citado capítulo.«Queremos ser un casino que cumpla las normas». Y estas normas van desde las apuestas mínimas y máximas por ejemplo cien y 3.000 pesetas a un pleno en la ruleta francesa, a la entrega al Estado del 50% de los ingresos brutos que se obtengan.

Pero para llegar a la aprobación de estas normas, el proceso fue muy laborioso. En el caso del casino de La Toja, además de indicar a la Administración lo que tenía que hacer, tuvo que vencer la resistencia que se ponía en ciertos sectores para admitir el asesoramiento técnico pedido por el casino pontevedrés al de Estoril, ya que no se veía con buenos ojos la técnica de los establecimientos de juego portugueses.

Tuvo que ser el mismo director del casino de Estoril el que mostrara in situ al señor Martín Villa cómo funcionaban. Y cuentan que el señor Martín Villa llegó de incógnito, vio y perdió unas 10.000 pesetas en la mesa de la ruleta francesa del casino y se volvió después de conocer la escuela portuguesa.

En la actualidad, y gracias a ese asesoramiento, el casino de La Toja posee 120 empleados, naturales de los pueblos vecinos -riqueza gallega para Galicia como lema- y sólo seis portugueses que continúan en la plantilla del Estoril y que terminarán su cometido el día en que los croupiers formados intensivamente desde hace cuatro meses puedan hacerse cargo total del establecimiento, que en opinión de sus directivos «sirve para la distribución de la riqueza».

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