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Crítica:FESTIVAL PRIMAVERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Presentación de la Filarmónica de Moscú

El «Festival Primavera» llega a su fin con la presentación de la Filarmónica de Moscú. Ibermúsica, animada por la respuesta positiva del público, anuncia para el próximo año una segunda edición del cielo, para la que cuenta ya con la participación de las orquestas de Filadelfia y Los Angeles y la Staatskapelle, de Dresde.En otras ocasiones, los madrileños reaccionaron con frialdad, ante la presencia en el Real de primeras orquestas soviéticas y no soviéticas. Incluso no llegó a llenarse la sala. Ahora hubo lleno y entusiasmo, grandes ovaciones y griterío. ¿Una mayor propaganda? ¿Mejor información con el paso de los años? ¿Diversidad en el signo de los tiempos? Vaya usted a saber. Lo cierto es que el festival, que parecía y era arriesgada empresa, ha obtenido, en todos los casos, la aprobación masiva y el fervor multitudinario en ocasiones como la de la Filarmónica de Moscú.

Es ahora titular de la formación un galardonado en los «Concursos Karajan»: Dimitri Kitaienko, sobre el que escribimos con ocasión de la competición, desde Berlín, y más tarde por sus visitas a Madrid con orquestas soviéticas o al frente de la Nacional. La personalidad del joven maestro posee tanto vigor como atractivo. Su temperamento tiende a lo llameante (recuerdo su Don Juan, de Berlín) y su gesto evoca, inevitablemente, a Karajan. Su criterio es virtuosístico y expresivo; su voluntad de clarificar todos los aconteceres de las partituras, verdaderamente notable. A veces, los tempi se le disparan (obertura de Russlan y Ludinilla), la expresión queda sobrecargada y el «ideal sonoro» no queda realizado con plenitud de belleza. Pero la línea es lógica, la visión general coherente, la matización detallada. Hay, justo es decirlo, cierta superficialidad de pensamiento y una voluntariosa espectacularidad. Los años se encargarán de corregir tales pasiones .

La Filarmónica actuó como lo, que es: una orquesta opulenta, de formación un tanto reforzada (dieciocho primeros violines, nueve contrabajos) y posibilidades sonoras de máxima y mínima potencia en una gama extensísima. Todos y cada uno de los profesores dominan con virtuosismo su instrumento como se demostró en el peliagudo tercer concierto para piano de Prokofiev. No es, sin embargo, de clase extra la calidad sonora. Es por aquí donde queda rezagada frente a las grandes formaciones sinfónicas alemanas, austríacas, inglesas o americanas. Superior la sonoridad de los arcos, tanto éstos como los vientos resultan en conjunto un poco gruesos. Lo que contrasta enormemente con la agilidad de su virtuosismo. ¿Quizá no dispone de instrumental a la altura que demandan los méritos individuales y colectivos de la Filarmónica? Hay que anotar lo anterior desde un nivel de exigencia: estamos ante una gran orquesta, perfectamente trabajada y, lo que más importa, viva, palpitante. La obertura del Príncipe Igor fue expuesta con magnificencia y la Quinta de Tschaikowsky tuvo la virtud de ser entendida sin cargar la mano en el sufrido dramatismo que preside sus pentagramas. Entre una y otra obra, el tercer concierto de Prokofiev tuvo, en la orquesta y en el solista, una realización rutilante, yo diría paganiniana. El pianista Wladimir Krainev, formado en el Conservatorio de Moscú, en la misma escuela que dió un Gilels o un Richter, no lució el impulso potencial de sus colegas pero sí el dominio técnico, calidad de sonido y pensamiento musical. El Prokofiev de Krainev fue, literalmente, impresionante. Tanto como la capacidad de Kitaienko y la orquesta para colaborar con él.

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