Milá-Sukarno
Nada, que resulta que cuando me fui a Londres, a la cosa del divorcio de la princesa Margarita, o sea que .me habían invitado, ya saben, dejé a los españoles divididos en carrillistas y anticarrillistas. A la vuelta me los encuentro divididos en sukarnistas y antisukarnistas. O en mercedarios y antimercedarlos.Se ve que la guerra civil es nuestro estado natural y que siempre las dos Españas están muriendo de la otra media, o sea la tercera media España, que es la que siempre mata. Parece que sacaron a Dewi Sukarno por el aparato. Dewi Sukarno es una dama-jet que está entre el hieratismo vacío de Soraya y el multinacionalismo financiero de Jacqueline Onassis, o sea un personaje de la última y más irritante high-life de oro que anda, errática y desnuda, por los soles de las islas griegas y las cuatricomías de la prensa vaginal. Un ente.
Entonces, Mercedes Milá, una joven periodista catalana, que ni siquiera quiere ser progre ni parecerlo, le pregunta a la Sukarno, por el aparato, si ella cobra por decorar con su presencia de loto sangriento las fiestas de esa última bélle époque inconsciente y cínica, que tienen siempre un trasfondo biafreño de niños hambrientos. Y nuestra, dulce gheisa se lleva las manos a la cabeza de chorlito, y con ella medio país, y, dentro de la profesión, seres tan entrañables para mí como mi joven maestro Carlos Luis o mi anfitriona /peluquera /confidente Pilar Trenas. Vaya un cirio, chelis.
Nos hemos pasado la vida diciendo que las entrevistas de la tele eran memas, y cuando hay un par de chicas que preguntan fuerte, movemos la cabeza con un gesto cabezón y orteguiano que nunca hubiera tenido Ortega:
-No es esto, no es esto...
Ayer mismo me explicaban en Londres que la aristocracia inglesa cobra un tanto a las oficinas de turismo por consentir que la grey de la leika pise la hierba shakesperiana de su jardín, un tanto mayor si la grey pisa las maderas isabelinas de sus habitaciones, y un tanto alzadísimo si la obstinada grey insiste en tomar el té de las cinco (generalmente hacia las siete) con el lord en subasta.
Es, pues, un secreto a gritos de megáfono, que los últimos palatinos de Europa alquilan su palatinado (como bien refleja Berlanga en su última película), y tengo dicho aquí que el primer acierto de nuestra Corte es no existir.
¿Por qué, entonces, escandalizarse tanto de que esta viajera tercermundista, esta madame Butterfly de la ópera financiera internacional, pueda cotizar su sagrada presencia, la memoria de su marido, un recuerdo que mejor no recordar, y por qué, sobre todo, rasgarse el pijama (la tele suele verse en pijama) porque una desprejuiciada periodista catalana, madrileña, española, lo que sea, le pregunte de qué va su rollo a la flor de té?
Yo he acuñado modestamente en este diario un término vergonzante que es el de jurispollez, referido a cosas que se están haciendo en España y que por supuesto no las hacen los jurisperitos, sino aficionados de última hora, pero sin entrar ni salir en la jurispollez televisiva y profesional de si hay o no hay que preguntarle a Dewi Sukarno cómo se cotiza su sonrisa de sol naciente, me parece que lo que hay detrás de todo esto es un rechazo inercial, irracionado, colectivo, contra una chica que quiere hacer buen periodismo dentro de un mal medio: TVE.
Mi viejo y querido amigo, y maestro Lorenzo López-Sancho, que ya me echó una mano la noche en que llegué al Café Gijón, y que se ha apresurado a troquelar con su autoridad mi terminacho jurispollez, comprenderá bien que si a mí me hubieran hecho lo mismo, o a él, o a cualquiera de los que hemos ido llegando de provincias, lo mismo que le están, le estamos haciendo a Mercedes Milá, hoy el periodismo madrileño lo seguirían escribiendo los alopécicos y transaminados muchachos de Juan Aparicio, embozados en sus capas españolas de orillo, que no se quitaban la capa ni para hacer el artículo de la castañera.
Ya te advertí en una crónica, Mercedes, que te las Iban a dar todas del mismo lado. Y hoy me encuentro el país partido en mercedarios y antimercedarios sólo por que tú, con guión o sin él, le has hecho a la sombra chinesca de Dewi Sukarno la pregunta más periodística que se le podía hacer. Tantos años maldiciendo del protocolario Iñigo, y ahora resulta que es el que nos va.
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