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Callaghan guarda silencio sobre la fecha de las próximas elecciones

El anuncio del fin del pacto parlamentario entre liberales y laboristas ha aumentado en varios grados la débil temperatura política británica. Unas belicosas declaraciones de la jefe conservadora avisaban ayer al Gobierno de que el partido de la señora Thatcher está «listo y en sus marcas» para el gran rito británico de las elecciones generales, y ya se barajan fechas concretas de octubre (el 12, el 19) en que el país podría acudir a votar.

Sólo el primer ministro y su estado mayor guardan silencio absoluto sobre sus intenciones, aunque una declaración del señor Callaghan, el jueves, en el sentido de que su Gobierno pretende acabar la actual sesión parlamentaria, descarta unas elecciones veraniegas, como han sugerido algunos medios informativos. Técnicamente, las tareas del Parlamento no acaban hasta octubre, pero pocos creen que Callaghan prolongue después del paréntesis veraniego la vida de las Cámaras, sobre todo si los proyectos de ley autonómicos para Escocia y Gales -las dos iniciativas laboristas más importantes- han pasado su examen final en los Comunes, previsto para finales de julio.

Los liberales busca su identidad

La posibilidad de que los liberales votaran contra el Gobierno en una eventual cuestión de confianza y obligaran al primer ministro a convocar elecciones súbitamente parece remota.Con muy buenos motivos, los liberales desean menos que nadie unos comicios inmediatos después de sus fiascos en sucesivas elecciones parciales. Su líder David Steel, ha elegido un buen momento para desengancharse del Gobierno, sobre todo porque el languideciente tercer partido británico necesita una recompostura radical, que comienza por la recuperación de su propia identidad, si quiere no ya arbitrar un nuevo Gobierno minoritario, sino meramente sobrevivir: los últimos sondeos de opinión le dan un 7 % de votos, contra el 18 % que consiguió en las elecciones generales de 1974.

La separación, sin embargo, se ha producido después de que el señor Steel sondeara con resultados negativos la disposición del primer ministro a convocar un referéndum para que el país decidiera sobre la sustitución del vigente sistema electoral mayoritario por el proporcional.

El saldo del pacto lib-lab ha sido netamente favorable a los laboristas. El señor Callaghan ha podido gobernar con relativa tranquilidad durante una etapa crucial de recuperación económica sobre la que, en última instancia, se asentarían las bases que pueden permitirle continuar en Downing Street y ha tenido el apoyo de los trece diputados del señor Steel para hacer sobrevivir, a través de su navegación parlamentaria, el discutido proyecto autonomista para Escocia que convertido en ley puede recortar al partido gobernante muy buenos dividendos electorales en una región decisiva.

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La influencia liberal sobre el Gobierno ha sido mínima en los asuntos importantes: algún arañazo a propósito de la participación de los empleados en los beneficios empresariales, algún otro en la reducción impositiva, un trato fiscal suavizado para los pequeños comerciantes... y casi nada más.

Sus descalabros, sin embargo, han sido graves. Los liberales perdieron en diciembre una batalla clave, cuando los Comunes votaron en contra del sistema de elección proporciona] para la Asamblea Europea, punto que el partido del señor Steel consideraba irrenunciable y que el Gobierno se comprometió a apoyar. La oposición conservadora y los diputados laboristas rebeldes -a los que, sin embargo, se les había eximido previamente de la disciplina de voto- fueron al traste con la esperanza liberal de estar representados en Estrasburgo.

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