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Reportaje:El presente de lo que quiso ser una nueva ciudad satélite / 1

Moratalaz oeste: 22.000 habitantes sin transporte adecuado

«Nos decían que desde Moratalaz podríamos ver mejor las estrellas, pero si te asomas a una ventana, sólo alcanzas a ver bosques de hormigón que te impiden ver el cielo. Muchos compramos aquí viviendas porque creíamos que Moratalaz iba a ser de verdad esa pequeña ciudad satélite capaz de hacernos más soportable la vida en Madrid. Nada de eso era verdad.» José Díaz, cuarenta años, está casado y tiene tres hijos. Su profesión es linotipista. Es, además, presidente de la Asociación de Vecinos de Moratalaz Oeste, creada hace diecisiete años.El desencanto que José Díaz manifiesta en relación con lo que de verdad ha resultado Moratalaz es común a cualquiera de las 200.000 personas que actualmente habitan en el barrio.

La historia de Moratalaz es bastante reciente. A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, era prácticamente imposible sintonizar una emisora de radio sin que la voz de una jovencita nos recomendara a ritmo de twist que «pidiéramos a papá que nos comprara un piso en Moratalaz». Urbis, SA, se encargaba de levantar la ciudad satélite.

La situación geográfica de la nueva ciudad aseguraba, desde un principio, a la empresa constructora, la aceptación de las viviendas. Esa situación permitió, además, que los proyectos apuntaran a una clase media integrada por profesionales y obreros especializados que estaban en condiciones de realizar un desembolso económico superior al que eran capaces de hacer las familias que se iban desplazando a otras zonas de la periferia madrileña.

Los 1.686.040 metros cuadrados de extensión total que tiene el barrio se encuentran rodeados, hacía el Este, por el parque del Retiro y por el barrio del Niño Jesús. La autopista M-30 se encarga de limitar y dar acceso al barrio.

El parque y las estrellas

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No sólo se utilizaron las estrellas como reclamo y ejemplo de las maravillas de Moratalaz. La propaganda aseguraba que el centro del barrio estaría ocupado por un gran parque de doce hectáreas de extensión que serviría para intentar descansar del hormigón que preside el barrio. «El parque ha quedado tan reducido que, a veces, hay que pedir vez y hacer cola para poder pisar en una zona verde», se lamentaba Antonia, una mujer de cuarenta años que cada tarde intenta pasear a sus dos hijos pequeños, de dos y cuatro años de edad, por algún lugar libre de coches y edificaciones.

Los lamentos de Antonio pueden ser exagerados, pero de ninguna manera infundados. Las doce hectáreas del gran parque han quedado reducidas a sólo cuatro. Poco a poco, los terrenos han sido recortados para construir bloques de viviendas que han sustituido el esperado verde por el gris del cemento y el hormigón.

Más de 36.000 familias se asientan actualmente en el Moratalaz edificado por Urbis. Las viviendas que ocupan pertenecen a un tipo de construcción media capaz de responder a la situación económica y status social de las familias que aquí viven. Las viviendas tienen un promedio de tres habitaciones, calefacción, portería. El coste de los pisos, fue de unas 200.000 pesetas en 1960. Hoy, estas mísmas viviendas se pagan a más de dos millones de pesetas. Las viviendas de lujo también están presentes en la zona, aunque el número total no alcanza un tercio de la edificación. Junto a todas estas viviendas de tipo medio, coexisten las primeras construcciones de Urbis, SA, en la zona. Unos bloques construidos endeblemente, que en poco tiempo dieron la alarma de la ínfima calidad de los materiales utilizados para su edificación. Las grietas y las humedades aparecieron muy pronto en algunos de los primeros bloques. Urbis, SA, hizo unos arreglos en esas viviendas y cambió la táctica de la construcción. Aquellos primeros bloques, construidos en una pequeña vaguada del barrio, se vieron rápidamente rodeados de otras construcciones más sólidas.

A la entrega de las llaves, sólo el piso

Si en cuanto a la calidad de las viviendas el problema fue pronto subsanado, no, tuvieron la misma suerte el resto de. necesidades que una ciudad que se pretende autónoma debe reunir: los equipamientos colectivos y, sobre todo, el transporte.

«Urbis se limitó a construir bloques y torres de pisos -se quejaba un tendero que ocupa un local comercial en la calle Hacienda de Pavones- y se olvidó de que un barrio de las características que prometieron que tendría Moratalaz debe contar con colegios suficientes para nuestros hijos, con guarderías, ambulatorios, bibliotecas. Creo yo que los proyectos de Moratalaz debieran haberse aprobado sólo si estaba previsto que esas dotaciones existieran en el mismo barrio.» El tendero da de plano en esa moderna teoría llamada urbanismo concertado.

Lo cierto es que si bien actualmente parte de esos servicios cívicos han sido conseguidos, ello ha sido posible a base de restar zonas verdes al barrio. Al no estar prevista la construcción de ese tipo de centros, y ser exigido su funcionamiento por las familias que compraron su piso en Moratalaz, el plan de ordenación sufrió modificación tras modificación.

La solución del polígono 38.

A lo largo de todos estos años, tras largas y constantes presiones de las familias de Moratalaz, la falta de equipamientos se ha ido resolviendo. Las plazas escolares están prácticamente cubiertas. Pero aún sigue habiendo un solo ambulatorio, completamente saturado por las múltiples demandas. Las únicas guarderías de esta zona son privadas y, por tanto, caras. Lo mismo podría decirse de instalaciones deportivas y culturales. La última solución apuntada por la Administración y rechazada de plano por la Asociación de Vecinos -una de las más numerosas en cuanto a socios de Madrid- consiste en construir un nuevo polígono que se ubicaría en la avenida de los Vinateros, a la izquierda de la M-30. Este nuevo polígono podría servir para cubrir las necesidades cívicas del barrio. La negativa de los vecinos a aceptar la solución ofrecida se basa en que en el citado polígono se construirían también bloques abiertos, un centro comercial y los famosos equipamientos cívicos. Todo ello supondría un importante incremento del'número de habitantes en el barrio.

La situación del transporte es, con todo, el punto más negativo de la zona. El Metro no ha llegado todavía hasta Moratalaz. «Tardo una hora en trasladarme de casa hasta Islas Filipinas, que es donde tengo el trabajo. En coche, sin embargo, puedo llegar en veinte minutos o media hora máximo», decía un vecino.

La carencia de una buena comunicación se hace más lamentable cuando más de un 70% tiene sus puestos de trabajo fuera del barrio. Para desplazarse a otras zonas sólo pueden recurrir a las líneas de autobuses que, a todas luces, resultan insuficientes.

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