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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un PSOE reforzado

EL ACTO celebrado en Madrid el pasado domingo con la firma del acta notarial por la que el PSP se integra en el PSOE, los discursos de Felipe González y Enrique Tierno y la presencia de las grandes figuras de la Internacional oficiando como testigos, ha culminado el proceso de unificación de los socialistas españoles. Sólo quedan ahora fuera de las filas del partido fundado por Pablo Iglesias algunos pequeños grupos de implantación exclusivamente regional (y minoritarios incluso en esas zonas en relación con eI PSOE) o colectivos de vocación extraparlamentaria. La única excepción seria tiene carácter sólo formal; pues la unidad entre el Partido Socialista de Cataluña y la Federación Catalana del PSOE será refrendada, con toda probabilidad, el próximo mes de junio.El paso dado anteayer produce una considerable alteración en el actual equilibrio de las fuerzas políticas españolas. Desde ahora, la presentación que de sí mismo suele hacer el PSOE como una «alternativa real de poder» pierde en jactancia propagandística lo que gana en consistencia como posibilidad concreta. Es indudable que sólo la prueba de las urnas puede ser concluyente al respecto; pero la hipótesis de que la unidad socialista va a tener efectos multiplicadores, y no simplemente aditivos, sobre el comportamiento electoral parece algo más que pensamiento desiderativo de los dirigentes del PSOE.

El PSP, cuyo gusto por la ambigüedad de imagen y la equivocidad de planteamientos ha sido más una decisión consciente que una falta de coherencia, aporta al socialismo histórico elementos de muy variada significación que pueden ampliar su ámbito de influencia tanto hacia la izquierda como hacia la derecha. Las formulaciones doctrinales de tono radical, colorido tercermundista y sabor autogestionario fueron asumidas, independientemente de sus intenciones últimas, de manera totalmente sincera por buen número de cuadros y militantes del PSP, que las irradiaron en torno suyo y capturaron votos en el espacio situado entre el PSOE y el PCE. Pero la figura, las maneras y las palabras del profesor Tierno ejercieron, por su parte, un gran poder de atracción en los comicios de junio de 1977, sobre sectores moderados de la clase media, a los que sigue tranquilizando esa imagen pública construida con piezas de austeridad, moralismo, sentido común y prudencia. Esa doble y contrabalanceada influencia a la derecha y a la izquierda, queda reforzada, además, por la incorporación al PSOE de los profesores universitarios, profesionales y funcionarios del PSP, que podrían dar mayores garantías de que el eventual ascenso de los socialistas al Gobierno no iría en detrimento de la eficacia en el manejo de la Administración pública y del respeto a las opiniones de los expertos y los técnicos en diferentes áreas.

Podría decirse, así, que una fotografía actual del socialismo unificado mostraría sus posibilidades a una luz favorable, sobre todo si se las compara con las que en estos momentos tiene UCD, sometida al desgaste de la acción gubernamental y sumida en una grave crisis como organización partidista.

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Las elecciones parciales al Senado en Asturias y Alicante van a suministrar reveladores indicios sobre el aumento o la pérdida de popularidad de unos y otros. Sin embargo, queda todavía un largo trecho hasta las elecciones municipales y otro, todavía más prolongado, hasta las legislativas. Durante este tiempo, los aciertos y los errores de los dos grandes partidos que se reparten la hegemonía de la derecha y de la izquierda pueden hacer variar sus posiciones relativas, así como la participación residual que corresponda a AP y al PCE, competidores de UCD y del PSOE en los dos hemisferios de nuestra vida política.

Por lo demás, este PSOE reforzado se encuentra ante una encrucijada de caminos para decidir su estrategia. Pese a que sectores importantes de las bases socialistas y comunistas desearían un acercamiento entre sus dos partidos (como se hizo visible en las rectificaciones hechas por los delegados en el IX Congreso del PCE al informe del secretario general, sumante crítico respecto al PSOE), no parece que las direcciones del PSOE y del PCE estén dispuestas a emprender esa ruta. Las irritadas intervenciones en la campaña electoral asturiana, tanto del señor Carrillo, que insistió en sus puntos de vista acerca del robo de un escaño de que ha sido objeto su partido por la falta de ética política del PSOE y que llamó a los militantes socialistas a insubordinarse contra su dirección, como del señor González, que para replicar al secretario general del PCE le mentó a su padre (en el sentido más débil de la expresión), son un claro síntoma de que la hostilidad entre los estados mayores de ambos partidos oscila entre la guerra abierta y la agresividad contenida.

Descartada la estrategia de la unidad de la izquierda, el PSOE puede encerrarse en un glorioso aislamiento y tratar de alcanzar el poder en solitario. También puede volver a su estrategia de principios de otoño, basada en el rompimiento de la unidad de UCD y en una alianza de Gobierno con los sectores socialdemócrata y liberal. Finalmente, la UCD en su conjunto, o purgada tan solo de los sectores colindantes con Alianza Popular, podría ser el socio de esa coalición, a la que convertiría en necesaria el estancamiento de las posiciones electorales de ambos partidos en las próximas legislativas. Pero lo que vaya a ocurrir en los comicios municipales y generales de finales de 1978 o comienzos de 1979, y la incidencia que en su resultado pueda tener el comportamiento de los partidos durante los meses venideros es, como solía escribir Rudyard Kipling, otra historia.

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