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Entrevista:

"Muchos entienden la economía de mercado de acuerdo con sus intereses"

Pregunta. ¿Cómo ve usted el balance de resultados de la política económica del Gobierno a los nueve meses de su puesta en práctica?Respuesta. Hemos mejorado en la lucha contra la inflacción, aunque el problema sigue existiendo. El semestre se cerrará con un alza de precios del 10 %, y el año probablemente con el 15 ó 16 % que supone cumplir el pacto. Pero esto no justifica bajar la guardia en la actual política, ya que la tasa de inflación sigue siendo muy alta. Lo que sí haremos es tender a liberalizar gradualmente el mecanismo de control de precios. Una economía de mercado no puede vivir sometida al corsé permanente de un control de precios.

P. No cree que este control ha situado a empresas de productos básicos en una situación grave de pérdidas y descapitalización?

R. Este es el problema. Si el control es eficaz puede llevar a graves problemas a las empresas sobre las que recae con mayor severidad el control. Espero que antes del verano podamos retirar varios productos de las listas de control. El problema es del equilibrio en el control, y cuidar que una aplicación demasiado rigurosa acogote a las empresas.

P. ¿Hasta qué punto el agravamiento del desempleo puede llevar a correcciones importantes en la política económica?

R. Lo que ocurre es lo que estaba previsto. Mejoramos la situación en precios y balanza de pagos y empeoran las cifras de paro. El relativo éxito en los dos primeros campos no justifica un cambio de política, ya que perderíamos los resultados obtenidos, antes de consolidarlos. La política económica debe seguir en la línea marcada. Creo que se puede pensar que la economía ha tocado fondo. Las cosas no van a mejor, pero han dejado de ir a peor. Hemos llegado al punto más bajo y la economía flexionará, muy despacio, hacia una recuperación que, por ahora, no hay que animar artificialmente.

Las expectativas de los empresarios, en mi opinión, son algo mejores que las de hace algunos meses. Se ha asumido el impacto de la reforma fiscal y del rigor monetario. Los empresarios están más optimistas.

P. ¿A pesar de la ley de acción sindical?

R. Sí, incluso a pesar de la ley.

P. Las declaraciones del presidente de la CEOE en Estados Unidos han tenido un gran impacto en la opinión. ¿Cuál es su opinión sobre las mismas, sobre su oportunidad y sobre sus efectos?

R. Creo que todo el mundo tiene derecho a decir lo que piensa. También creo que todos los que ocupan una posición pública tienen que ser responsables de lo que dicen, y hablar con plena responsabilidad. No estoy en absoluto de acuerdo con las tesis catastrofistas, ni veo a la economía española hundiéndose, ni veo a la libre empresa desapareciendo.

Soy responsable en alguna medida de la atracción de inversiones extranjeras. Desde este punto de vista, las declaraciones en el exterior de un representante calificado del mundo empresarial, que a mí me parecen injustificadamente catastrofistas, no son, en mi opinión, lo más conveniente para el país. También pienso que una cosa que nos ocurre a todos los hombres públicos cuando hablamos en el exterior, es que lo hacemos pensando en el intenor. En este sentido, espero que las repercusiones en el mundo americano de los negocios, de tinas declaraciones como las que comentamos, no sean graves.

P. El señor Ferrer, en Estados Unidos, y la representación del mundo empresarial ha desatado un auténtico clamor de inquietud sobre el futuro de la libre empresa y de la economía de mercado. ¿Qué opina sobre esta polémica?

R. Yo no creo que la libre empresa esté corriendo esos riesgos tan graves de que se habla. La situación económica es seria y está llena de dificultades, pero en absoluto es catastrófica. Creo que la crisis por la que estamos pasando era inevitable con dictadura o con democracia, con reformas o sin ellas.

En cuanto a la economía de mercado y la libre empresa, yo creo que ni la reforma fiscal ni la política crediticia actual la ponen en peligro. No creo tampoco que la ley de Acción Sindical, que es una ley inevitable porque hay que regular las relaciones entre trabajadores y empresarios, ponga a la libre empresa en el grave peligro de que se nos habla.

A veces mi duda es si al hablar de economía de mercado estamos hablando de lo mismo. Desde mi filosofía socialdemócrata creo que necesitamos un sector público fuerte, en recursos y en gastos, para proporcionar lo que la empresa privada no puede y además hacerlo con un criterio redistribuidor. Un sector público fuerte también porque es empresario en varios sectores, jugando en el mercado. Y un sector público que interviene poco, que da pocos permisos, pocas licencias, pocas regulaciones engorrosas y minuciosas. Es decir, que permite que juegue el mercado. Muchos entienden la economía de mercado de acuerdo con sus intereses.

No estoy muy seguro de que estas ideas sean compartidas. Temo que algunos sectores del país lo que quieren es un sector público débil, y que intervenga mucho, según el modelo de los últimos cuarenta años. Por este despacho y otros similares de mis colegas del Gobierno pasan muchas personas y yo diría que las peticiones no son a favor de que funcione el mercado. Se nos pide mucho que actuemos en contra del mercado. Que limitemos importaciones, que incorporemos al sector público empresas en apuros, que fimitemos la libertad de establecimiento empresarial. Pienso que este país tiene muchos reflejos corporativistas, por algo fue el último de Europa que eliminó los gremios. Pienso que vivimos con síndrome de estanco, todo el mundo quiere su estanco. Esto no es problema exclusivo de los empresarios, sino que está generalizado. Los trabajadores a veces ponen de manifiesto claras nostalgias del sindicalismo vertical.

P. Pero, la Administración, el funcionario, ¿no está en el mismo juego y contribuye a su desarrollo?

R. Por supuesto que estos síndromes afectan al empresario, al trabajador, al consumidor, y, cómo no, a la Administración. Pienso que la gran operación de reforma sería la del mercado. La de devolver al mercado el papel de protagonista. Esto requiere muchas reformas, algunas están avanzadas como la fiscal, otras no, como la del urbanismo. Hay que eliminar los stemas de licencias previas que retrasan uno o dos años una obra. Seamos duros con los que incumplan las normas, pero que no sea el funcionario el que previamente analice hasta el mínimo detalle el proyecto.

Todo esto choca con la situación de una Administración que ha basado su poder en el intervencionismo y por tanto es reacia a cambiar de actitud. La Administración se ha deteriorado en los últimos años. Una de las grandes prioridades del país es precisamente la reforma administrativa para conseguir un servicio eficiente sin las tremendas tentaciones que la mezcla de intervencionismo y sueldos bajos pueden conducir a la corrupción.

P. ¿Qué papel le toca jugar al Estado en el sector turístico?

R. El Estado tiene tres papeles. Delimitar las líneas del urbanismo turístico dentro de una política de ordenación del territorio. Ordenar la oferta, vigilar su calidad y promocionar la demanda. En tercer lugar, el Estado debe actuar como empresario en el sector, básicamente con la red de paradores, que ya tiene cincuenta años. Se trata de uno de los logros mas apreciado y envidiado por otras Administraciones turísticas. Sus problemas son de rentabilidad y de crecimiento desordenado en los últimos años. El objetivo en este campo es reducir pérdidas con mejor gestión y comercialización; revisar la situación de la red cerrando algunas instalaciones. En tercer lugar no iniciar más obras mientras no se acaban las que están en curso y que pueden durar hasta mediados de 1979.

P. ¿Y en materia de precios?

R. La política de precios que hay que seguir es la de una mayor libertad. No hay ningún riesgo de monopolio ya que la competencia en el sector es una realidad. Además, para nuestra política turística exterior no tiene sentido subvencionar al turista extranjero con precios bajos.

P. ¿Cree que la explotación de zonas turísticas en el país ha agotado todos sus recursos?

R. Aún quedan algunos aprovechables, en las que hay que evitar los errores del pasado. Las zonas semivírgenes no deben convertirse en aglomeraciones monstruosas. Aún están poco explotadas zonas del sureste Mediterráneo y en la costa Atlántica.

P. ¿Cuál es la filosofía del departamento en la alternativa turismo de calidad (ricos) o de masas (pobres)?

R. La filosofía debía ser que a España ya no le interese el número de visitantes que recargan la necesidad de estructuras. Pero no hay que olvidar que nuestra oferta turística es de turismo de masas. Tenemos que ir pensando en el desarrollo del turismo de calidad que ya recibimos y además, ir revisando nuestra posición como país superbarato en este campo.

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