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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La alternativa de Poder, ¿por qué no?

Cada vez que un episodio pone en evidencia las limitaciones de UCD para hacer frente a las necesidades básicas de¡ momento político español, surgen con toda naturalidad unas cuantas preguntas fundamentales respecto a lo que en el argot político se viene designando como «la alternativa de poder»; es decir, la hipótesis de un Gobierno PSOE con eventuales apoyos, externos o no, de otros sectores políticos. Tal alternativa, ¿es viable?, ¿significa algo diferente a la política que aplica el Gobierno Suárez?Hoy parece (ver el artículo de José Luis Cebrián en EL PAIS de 4-III-78) que nos encontramos en uno de esos momentos. La salida del Gobierno del profesor Fuentes Quintana, desmontado por importantes intereses a los que UCD no puede resistirse, y el estruendoso fracaso de la política exterior del actual Gobierno, cuyo alienamiento sobre las mismas débiles coordenadas que orientaban a los Gobiernos del régimen anterior nos ha conducido obstinadamente al aislamiento respecto a la inmensa mayoría de los países del continente africano, son los dos acontecimientos que en esta ocasión han colocado abruptamente al país ante la necesidad de dar una respuesta a aquellas preguntas.

Esta es la tarea en la que me permito intervenir, desde una posición de independencia política que libera a mis palabras de preocupaciones utilitarias de partido, aunque espero que no les prive de utilidad.

Hace unos días, un artículo de J. Vidal Beneyto negaba frontalmente la viabilidad de dicha alternativa por entender que ésta supone un modelo de sociedad en algún modo antagónico con el existente y suscitaría, por tanto, la oposición de «los poderes fácticos», o más concretamente, de «las Fuerzas Armadas, la Corona, el gran capital y la Iglesia». Por su parte, y en repetidas ocasiones, portavoces del PCE han manifestado su escepticismo al respecto, al decir que el PSOE en el Gobierno no significaría una política distinta de la que hoy lleva a la práctica el presidente Suárez.

Ambas opiniones, que implican, como es obvio, una respuesta negativa a las dos preguntas que formulábamos al principio, deben considerarse con toda atención. Porque, de existir aquella alternativa, caben pocas dudas de que, tanto la opinión de los intelectuales de izquierda (que influyen sin duda en un amplio sector de la opinión de izquierdas en general) como la actitud del PCE, habrían de ser elementos a tener muy en cuenta.

Democratización del aparato estatal

Examinemos, pues, las razones que esgrimen uno y otro.

A mí me parece que el razonamiento de Vidal Beneyto sólo puede empezar a discutirse si se acepta que el contenido de la mencionada alternativa es el que se fija en el primero de los puntos arriba expuestos. Pero la realidad es muy otra. Hoy el objetivo de los sectores progresistas de la sociedad española se sintetiza, a mi juicio, en «sólo» dos cosas: la modernización y democratización del aparato estatal (Ejército, magistratura, policía, Administración central y Administración local) y encontrar una salida a la crisis económica que, utilizando a fondo los recursos del sector público y favoreciendo el incremento de los equipamientos y consumos colectivos, evite al país ese camino que la derecha hace aparecer como único y que pasa por el empobrecimiento de la mayoría de la población y la inutilización de una parte importante de la capacidad productiva del país.

En este punto es legítimo hacer entrar en el debate al PCE; pero, nos diría un hipotético portavoz, ¿no es esa exactamente la política del Gobierno Suárez, sustanciada y acordada en los pactos de la Moncloa?

A mi juicio, hay ya a estas alturas datos suficientes para concluir que UCD, que ha aceptado formalmente una parte sustancial de los criterios de la izquierda en política económica, hasta ahora, y en cuanto a la regulación democrática de los derechos y libertades, se muestra premiosa y en bastantes casos simplemente incapaz de abordar la modernización y democratización del aparato estatal (la expresión correcta tal vez fuera «constitucionalmente incapaz», puesto que en buena parte UCD es emanación del aparato de poder de la dictadura). En los pactos de la Moncloa sólo estaban incluidos, en relación con este apartado, cuatro cuestiones importantes: la TVE, la prensa y radio del Movimiento, la policía y la revisión de la jurisdicción militar. Pues bien, en ninguno de ellos ha habido cambios estructurales que nos permitan decir que la democracia española va a tener los instrumentos que se merece para explicarla y para defenderla. En el resto de las cuestiones ha habido poca más que promesas en algún caso (ley de Funcionarios) y ni promesas en otros. Precisamente ahora se acaba de desencadenar la polémica por la resistencia de UCD a fijar la fecha de las elecciones municipales cuyo anuncio había realizado Suárez en un par de ocasiones.

En estos momentos sólo un Gobierno de concentración democrática o un Gobierno PSOE con los necesarios apoyos externos estarían capacitados para acometer este gravísimo problema que puede pender como una espada de Damocles sobre el futuro de nuestra democracia. Ahora bien, yo (como muchos otros atentos observadores de la política nacional) estoy honestamente convencido de que la hipótesis del Gobierno de concentración es simplemente irreal: ni las condiciones internacionales, ni las de la política nacional, ni la relativamente escasa fuerza parlamentaria del PCE (no olvidar las dificultades italianas, a pesar del peso electoral del PCI) permiten esa clase de Gobierno. Y se me escapan las razones por las cuales un grupo dirigente de tanta entidad y experiencia como el que posee el PCE mantiene una divisa política que sólo parece haber servido, aunque no es poco, para sacar a los comunistas del ghetto a que parecían condenarles cuarenta años de propaganda. Sería penoso que el PCE se sintiera obligado a pagar continuamente ese precio por pertenecer al «club político» español, porque indicaría, o bien que en el país sigue operando decisivamente el fantasma de la dictadura o bien que sus dirigentes no son capaces de adaptar sus propósitos a la política real

Optimismo ante la alternativa

A los que pensamos que la alternativa es un Gobierno dirigido por el PSOE nos quedan, sin embargo, algunas preguntas por contestar. La de más entidad me parece que es la que formulaban Vidal Beneyto: ¿no harán también imposible esta salida la oposición combinada de la Corona, el Ejército, la Iglesia y el gran capital?

Yo me permito reprochar a Vidal Beneyto el que nos haya fijado a «sus» poderes fácticos en un cliché que tiene poco en cuenta lo que ha pasado y lo que está pasando en el país. Ha metido en un mismo saco a instituciones cuyo comportamiento reciente ha demostrado que poseen una autonomía y unos matices que no quedan reflejados en la yuxtaposición que él propone.

¿Por qué va a creer el Ejército que los intereses nacionales están mejor expresados en una política exterior como la conducida por UCD que ha sido incapaz -como la de los Gobiernos precedentes- de evitar incluso serias amenazas a la integridad territorial de la Patria? ¿No se encuentra de hecho hoy ya conviviendo con E. Múgica en la Comisión de Defensa de las Cortes? La aceptación de éste para la presidencia de dicha comisión, ¿no es un gesto lleno de significado? En cuanto a la Corona, se encuentra implicada en la construcción de una Monarquía institucional y democrática, y si vale el ejemplo de la última Restauración, hay que decir que la Corona sólo se sintió consolidada a partir del momento en que la bisabuela del actual monarca hizo entrega de las riendas del Gobierno a un partido en el que se encuadraban muchos de los hombres que habían expulsado a la dinastía pocos años antes. ¿Por qué iba a razonar de otro modo el actual titular de la Corona, que ni siquiera tendría que hacer como hizo la regente, un gesto de propia voluntad, sino plegarse a los hábitos políticos en el caso de que el PSOE pasara por delante de UCD en unas legislativas? ¿Y es eso tan impensable después de la fusión PSOE-PSP y la incorporación a «la alternativa» de una figura tan importante como Tierno Galván?

En cuanto al gran capital, ¿iba a dar más muestras de desconfianza que las que está dando ahora a UCD? Incluso en el caso de que la famosa huelga de inversiones y la evasión de capital se hicieran más amplias que ya lo son hoy, ¿no sabría un Gobierno de ese tipo manejarse con más decisión, con más claridad ante tales amenazas, tanto más cuanto que sus relaciones internacionales y su manejo del sector público tendrían horizontes infinitamente más amplios que para UCD? ¿No iba a saber desenvolverse mejor un Gobierno de ese tipo en las negociaciones con la CEE?

La respuesta a todas estas preguntas me parece a mí que dibujan un panorama nada catastrófico para «la alternativa».

Sólo resta por añadir, puesto que no se trata ahora de ponerse a hacer números con los escaños de un futuro Congreso, que la tal alternativa no tiene mucho que ver con el bipartidismo, puesto que sería tanto más viable cuanto mayor fuera el peso parlamentario de las fuerzas democráticas.

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