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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El democristiano Aldo Moro, un conservador iluminado

Director de «Paese Sera»(*)

Una fatal coincidencia ha venido a truncar, el pasado día 16, el destino político rectilíneo de Aldo Moro, la persona que reúne en sí, mejor que cualquier otra y desde hace tiempo, la fantasía y la tortuosidad, la sutileza y las contradicciones, los bizantinismos y la impotencia del sistema político italiano. En su secuestro y en el asesinato de los cinco hombres de su escolta no se advierten señales del destino, como en las tragedias griegas. Se trata, en realidad, de un drama italiano que, además, no tiene nada de moroteo.

El hombre que ha volcado toda su finura de pensador político y su inigualable capacidad de mediación, a fin de evitar encuentros frontales y desgarros entre las fuerzas políticas italianas, ese hombre precisamente se ha convertido, de pronto, en la víctima más ilustre del más grave episodio protagonizado por la guerrilla que intenta desintegrar el Estado. Y esto justamente en el día en que coronaba su obra maestra política: conseguir que la Democracia Cristiana, con todas sus corrientes, aceptase la entrada de los comunistas en la mayoría gubernamental, al cabo de 31 años de anticomunismo de Estado.

Aldo Moro adquirió relevancia en la escena política italiana casi por casualidad. En 1959 Fanfani fue eliminado de la Jefatura del Gobierno y del partido por una conjura moderada urdida por la corriente dorotea (N. de la R.: tendencia que después de la muerte de Alcide de Gasperi reunía a los jóvenes cuadros de la DC). Los conjurados no querían un sucesor brillante, sino un hombre más bien gris. Tenía que ser un secretario general de transición. Aldo Moro ocupó el cargo durante casi seis años, y en este tiempo elaboró la estrategia política más ambiciosa de los últimos treinta años, el centro-izquierda, del que llegó a ser, más tarde, su máximo intérprete al frente del Gobierno. A esta estrategia política, que tiene otros muchos padres (Nenni, Saragat, La Malfa), Moro dio el halo político ideal de una nueva frontera kennediana y, contradictoriamente, participó también, del modo más estoico, en su progresivo desflecamiento.

Moro concibió esta fórmula como el intento de afirmar una nueva hegemonía del partido católico en una sociedad que crecía a ritmos altísimos y tumultuosos sin haber resuelto sus desequilibrios históricos, los cuales, incluso, se agudizaron precisamente por el carácter espontáneo de este desarrollo. En los años sesenta, intentó dirigir y racionalizar a la contradictoria Italia del milagro económico, superando los atrasos y estrangulamientos de la sociedad italiana a través de los instrumentos de intervención pública en la economía.

Mantener la unidad

En términos más propiamente políticos, se dio la tarea de actualizar y de hacer más dinámico el interclasismo democristiano, apoyándose para ello en la modificación de los equilibrios entre las fuerzas sociales y en la estabilización política que supuso la entrada de los socialistas en el Gobierno. Pero quiso hacer todo esto manteniendo la unidad total de su partido, que se había convertido en fuerza dominante justamente por haber sido capaz de promover este desarrollo tan rico en distorsiones y desequilibrios. Moro ha vivido una contradicción inextrincable entre los fines que se había propuesto y los medios que la fortuna política puso a su alcance; esto es, el Partido Democristiano, del que es no sólo el cerebro más sutil, sino, también, el líder de mayor estatura, superior incluso a De Gasperi.

El centro-izquierda adquirió luz propia por la ambición intelectual que entrañaba el encuentro histórico entre socialistas y católicos. Y fue apagado por sus actos políticos, así como por la rutina en la que entró. Quien ha dado unidad a esta ambivalencia ha sido el propio Moro. Por eso el que analiza su obra habla de una escisión, casi esquizofrénica, entre pensamiento y acción.

Estadista laico

En la geografía democristiana, Moro se sitúa al otro lado de la zona integrista y socializante. Es en este punto el estadista más auténticamente laico surgido del mundo católico, al que permanece ligado en lo profundo de sus convicciones. También en su carácter pueden verse los reflejos de una personalidad contradictoria. Hombre de innegable audacia intelectual, parece afectado por cierta laxitud operativa. A la intrepidez en el análisis corresponde una molicie oriental en el obrar. Su estilo de elocuencia, sinfónico y arabesco, le impide suscitar fáciles aplausos. Sin embargo, es un hombre de indiscutible atractivo sobre la masa de sus electores. La conmoción con la cual Italia participa en su drama confirma la posesión de un carisma.

En la monotonía democristiana es el único líder surgido no por méritos de gestión, sino por haber sabido combinar una versátil capacidad de elaboración intelectual con inagotables dotes de manipulador de las fuerzas a él confiadas. Si es reacio en la acción, esto no se debe a una impotencia operativa orgánica. El adaptarse a la evolución de las cosas, que ha marcado su estilo de gobernante, se contradice con la dureza de fondo, el apego radical a sus propias convicciones, la coherencia tenaz y la capacidad de cortar por lo sano, cuando existen relaciones de fuerza que le son favorables, en aquellas cuestiones que considera decisivas.

Iluminado y audaz

La clase dominante italiana sería la más estúpida de Europa si no hubiese sabido reconocer en este conservador iluminado y audaz en las intuiciones a uno de sus mejores hijos. A Moro le ha correspondido, sin embargo, verse tildado de revolucionario, sin más, por su capacidad de comprender que el mundo cambia con rapidez y que quien se apega a los viejos esquemas, está condenado a ser barrido por la historia.

Moro es, en fin, el líder democristiano más refinado intelectualmente, el más problemático, el más sutil e incluso el más realista. Y el más ambicioso, por el orgullo de querer asegurar un futuro al partido clave de los últimos treinta años.

(*) Comunista y estudioso de los entresijos de la Democracia Cristiana de Italia, Aniello Coppola es autor de la única biografía publicada, hasta ahora de Aldo Moro, con el que le une cierta amistad.

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