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La guerra del Sahara condiciona la estabilidad del norte de Africa

Proclamada el 27 de febrero de 1976, en Bir-Lahlu, la República Arabe Saharaui Democrática, ha cumplido su segundo año de existencia. Desfile militar, representaciones culturales, declaraciones de las delegaciones invitadas, entre las que figuran varios representantes de la izquierda española, han puesto de manifiesto que el conflicto del Sahara Occidental sigue hiriendo a la opinión pública, a la vez que perpetúa el estado de crisis entre los países de la zona mogrebina.

En el marco de la Organización de la Unidad Africana, el Polisario no cuenta todavía con el suficiente número de votos para ser reconocido oficialmente como un movimiento de liberación, pero éste es un aspecto que no preocupa demasiado a los saharahuis en la medida en que la OUA ha declarado su disposición a tomar cartas en el asunto.En 1976, el consejo ministerial africano celebrado en Addis Abeba expresaba su «preocupación» por la tragedia e invitaba a todas las partes a aceptar el principio del derecho a la autodeterminación del pueblo saharahui. En la cumbre celebrada ese mismo año en Port Luis (Isla Mauricio) se aprobaban las recomendaciones del consejo de ministros y se proponía reunir una conferencia extraordinaria de jefes de Estado y Gobierno de la OUA para hallar una «solución africana» al conflicto.

En la siguiente cumbre de Libreville (Gabón) se dispuso que esa reunión tuviera lugar en Lusaka, pero semanas antes de que la misma fuera oficialmente convocada el Gobierno de Zambia afirmaba no estar en condiciones de garantizar la seguridad de los delegados, aludiendo a las «agresiones» del régimen rodesiano. La cumbre extraordinaria sobre el Sahara podría celebrarse a fines del mes próximo en Libreville, tras la iniciativa tomada por el presidente en ejercicio de la OUA, Omar Bongo.

Reticencias árabes

Al proclamar solemnemente la RASD, el Polisario entendía precipitar los acontecimientos en el área africana. La definición del nuevo Estado, árabe, de orientación unionista y religión musulmana, regido por un sistema nacional democrático y partidario del «no alineamiento» en sus relaciones exteriores, debía teóricamente facilitar su reconocimiento por un gran número de países. Diez Gobiernos africanos (Angola, Argelia, Benin, Burundi, Guinea-Bissau, Madagascar, Monzambique, Ruanda, Seychelles y Togo) y uno asiático (Corea del Norte) han aceptado reconocerlo. En el marco árabe las reticencias han sido mayores, ya que, tras los argelinos, sólo el régimen de Yemen del Sur se ha decidido a dar el paso.Estos avatares no arrojan la menor sombra sobre las dos constantes evidencias a partir del mismo instante en que entraba en vigor el acuerdo tripartito: la existencia de una población saharaui que no se considera marroquí ni mauritana, y la voluntad de mantener una presión militar, incluso si ésta debe ahora adaptarse a la nueva situación creada por la intervención francesa en Mauritania.

Dos opciones para Mauritania

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Mal preparadas, inaptas al combate contra los escurridizos saharauis, las fuerzas mauritanas han sufrido numerosos descalabros y han quedado relegadas a jugar un papel secundario en esta guerra. Para el frente saharaui, que sigue haciendo del territorio mauritano el blanco preferencial de sus ataques, el régimen de Nuackchott se verá obligado, tarde o temprano, a tomar partido por una de estas dos alternativas: o renunciar a su aventura saharaui y llegar a un acuerdo con el Polisario, admitiendo la validez de las proposiciones hechas por el fallecido Mustafá el Uali (primer secretario general del Polisario) en la patética carta que dirigió al presidente mauritano, Moktal Uld Dabah, o someterse al dictado de los protectores franco-marroquíes.En ese último caso, el movimiento independentista considera que la tensión racial existente entre la población negra de la región del río Senegal y los habitantes árabes, fomentada por Dakar, puede desembocar en el reparto del territorio mauritano a manos de Senegal y Marruecos. El Partido Progresista Mauritano, neutralizado por Nuakchott, y en vías de disgregación, es invitado insistentemente por el Polisario para actuar contra ese proceso.

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