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La violencia mal entendida

El encuentro Atlético de Madrid-Athletic de Bilbao de mañana en el Manzanares no puede ser uno más a la usanza, con rencores a flor de piel y a la espera del momento oportuno para el insulto o los malos modos. Ni en el campo ni en los graderíos.Un mal arbitraje del señor Tomeo, algo humano y que se debería entender más de lo que normalmente se entiende, provocó un enfado momentáneo del público de San Mamés, censurable, aunque comprensible hasta cierto punto, en especial porque en la siguiente visita del Real Madrid los mismos aficionados demostraron su caballerosidad. El propio club rojiblanco madrileño, su junta directiva, ha hecho pública hoy una nota muy oportuna en la que pide a su afición cortesía y hospitalidad para el visitante de mañana. Resulta obvio decir que a los jugadores, muchas veces culpables en la provocación, se les deberá leer igualmente la cartilla.

Lo que a pesar de los días transcurridos sigue costando trabajo entender, y menos aún por sus entrevistas de ayer, es la postura «salvadora» del presidente bilbaíno, señor Duñabeitia. Las almohadillas, los botes o los insultos, fruto de un enfado "visceral», se pueden disculpar casi siempre, y si no se hace es porque provienen de la masa. Pero ante una declaración o nota tan grave e inoportuna como las que propició en su día el señor Duñabeitia sólo cabe el desmentido y éste no se ha hecho. Es auténticamente ridículo que el presidente haya venido a Madrid a entrevistarse con Benito Castejón y Pablo Porta para tratar de solucionar «la violencia en el fútbol». ¿Cree el señor Duñabeitia que con sus declaraciones no puede provocar violencia? Tristemente, bastante. Aunque a ello se conteste con cordura, como. debe ocurrir mañana.

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