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"La alcaldía no es sitio para ejercitar la gran política"

EL PAIS: ¿Le parece a usted válido el sistema actual de gobierno local? Juan de Arespaciachaga: Entiendo que no hay otro procedimiento. El sistema actual de gobierno local está bien concebido como la resultado de muchísimos años de experiencia y de separación entre los poderes central y municipal. Los concejos son más antiguos que los propios parlamentos, y, por un concejo, elegido, de una instituciones de tipo administrativo, central o descentralizado, que existen en los distintos países. De acuerdo con esto entiendo que la manera de regirse los municipios tendrá qué ser siempre por un concejo, elegido, de una manera o de otra, por todos los ciudadanos para la solución de los peculiares problemas municipales, problemas casi domésticos, que se presentan cada mañana. En la redacción de esos problemas hay que poner cada día mayor esmero, ya que el nivel de exigencia vecinal aumenta enormemente y se hace necesario, aportar constantemente mayores recursos para resolver las cuestiones planteadas. Quizá todo el problema actual de los municipios se reduzca, simplemente, a una falta de nivel en las inversiones.

EL PAIS: Ha dicho usted que los concejos municipales deben elegirse, de una manera u otra, por todos los ciudadanos. ¿Está usted de acuerdo con que el primer nombre de una lista de candidatos de un determinado partido sea nombrado alcalde?

J. A.: Entiendo, y lo he declarado ya, que el alcalde debe ser elegido directamente por todos los ciudadanos, puesto que es la forma más democrática que existe. Creo que elegir al cabeza de la candidatura que, en forma de lista cerrada, haya obtenido mayor número de votos, tiene el inconveniente de que puede llevar a la alcaldía no a la persona más conveniente desde el punto de vista ciudadano, sino a aquella que ha obtenido más votos exclusivamente por su adscripción política.

EL PAIS: ¿Cuál cree que pueda ser la razón por la que los políticos suspiran por estar al frente de una alcaldía como la de Madrid?

J. A.: No lo sé. En todo caso, les diría que la alcaldía no debe ser sitio para ejercitar la política, sino para demostrar una capacidad gestora, propia de los puestos del municipio. Los políticos, pues, para hacer política no deben ir a las alcaldías; sí creo, sin embargo, que todos los políticos deberían pasar, alguna vez, por las concejalías municipales para entrar en contacto con los crudos problemas humanos y aprender a resolver, con medios siempre muy limitados, las reivindicaciones de la población. Es una dura escuela el ayuntamiento.

EL PAIS: ¿Es la Alcaldía de Madrid un quemadero de políticos?

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J. A.: La Alcaldía de Madrid es puesto sujeto a incesante crítica. Es indudable que según crece la ciudad, aumenta el número de personas a favor y en contra del alcalde, pero, además, la Alcaldía de Madrid se enfrentará siempre con una serie de problemas de solución muy difícil. En tanto en cuanto se responsabilice el alcalde de estas dificultades, el Municipio madrileño ofrecerá el riesgo, efectivamente, de quemar a los hombres que pasen por su Presidencia. Sin embargo, tiene la gran ventaja de que despliega una gestión enormemente popular y que, igual que puede estar sujeta a toda clase de críticas, puede lograr un éxito que haga al alcalde candidato a mayores empresas en otros sectores de la comunidad nacional.

EL PAIS: ¿Considera válido el sistema de carta especial que rige para Madrid?

J. A.: Entiendo que las grandes capitales exigen una labor gerencial y la Carta de Madrid fue la primera que vino a romper un viejo molde de falta de brazos ejecutores de la alcaldía, con unos elementos técnicos: las delegaciones de servicios. Creo, por tanto, que es no sólo viable, sino absolutamente exigible el procedimiento: o se mantiene en estas grandes ciudades este aspecto de las delegaciones técnicas, dependiendo directamente de la alcaldía y, por tanto, de la máxima confianza de ésta, o los problemas que son eminentemente técnicos no podrán resolverse planteándolos en unas discusiones sin objetivar en el seno del concejo. Los delegados, eso sí, deben estar controlados y discutidos en comisiones formadas por concejales, pero es indudable que sin unas delegaciones técnicas de eficacia y de rigor, al margen de las contingencias políticas que ofrecerá la lucha entre concejales de distintos partidos, veo muy difícil que los ayuntamientos puedan avanzar. Cuanto más clara sea la falta de unidad, por razones partidistas de los concejales, será más necesaria una alcaldía que tenga una gran base técnica, lograda gracias a unas pocas personas de la confianza del alcalde.

EL PAIS: En varias ocasiones ha dicho usted que hace falta desmembrar Madrid en una serie de municipios, con una vinculación superior entre ellos.

J. A.: Madrid se encuentra con un gran problema, que es el de un crecimiento que, en muchas cuestiones, se puede entender como excesivo. Al propio tiempo, en Madrid hay muchos distritos que, en sí, son mayores que miles de ciudades españolas que tienen su propia alcaldía. Por ello, defiendo un nuevo planteamiento de lo que debe ser el gran Madrid, en un doble sentido: por una parte, lo que ahora es término municipal podría desmembrarse en doce o dieciocho alcaldías que podrían corresponderse con los actuales distritos, a los efectos de que cada uno de ellos tuviera la suficiente autonomía como para resolver, por sí solo, esas cuestiones que se plantean a nivel de distrito. Por otra parte, dado que la capital tiende a expandirse por la provincia, pienso que sería necesario crear una mancomunidad que englobara a todos los partidos judiciales de ésta, con los distritos de aquélla.

El conjunto de alcaldías de lo que hoy es el término municipal madrileño, junto a los partidos judiciales de la provincia, deberían coordinarse y aun unirse, para formar un ente superior responsable de las actuaciones de todos ellos, con una presidencia que podría recaer, quizá, en un delegado del Gobierno, comisario o una figura análoga. Las funciones de ese Consejo Superior del Gran Madrid incluiría los grandes temas que ahora se desarrollan en la provincia absolutamente desgajados de lo que pueda ser el desarrollo de la capital. Esos temas serían, por ejemplo, los que ahora lleva Coplaco en el aspecto urbanístico, o los que pudieran derivarse de los transportes, pasando por los de policía y seguridad.

EL PAIS: ¿Qué le va a legar el Ayuntamiento actual a la próxima Corporación que sea elegida?

J. A.: Evidentemente le va a legar unos cuantos problemas que se han resuelto, a pesar de las dificultades de estos casi dos años en la alcaldía. Y paralelamente una serie de otros que no se han podido resolver, aunque acompañados de una serie de planteamientos y decisiones muy importantes que señalan sus vías de resolución. Creo que el saldo es positivo y, aunque hemos endeudado al Ayuntamiento, las inversiones se han realizado y se están realizando en unas obras necesarias que, si se hicieran más tarde, lo único que conseguiríamos sería qué le costaran más al pueblo de Madrid y disfrutaría más tarde de ellas.

EL PAIS: ¿Piensa que ese endeudamiento del que habla hará que la próxima Corporación no pueda desarrollar sus funciones con normalidad?

J. A.: El próximo Ayuntamiento tendrá que buscarse las financiaciones igual que se las ha buscado el actual. El que nosotros hayamos hecho mayores inversiones no quiere decir que el que venga no las puede hacer. De todas maneras, habrá que enfocar con decisión el problema gravísimo que tienen todos los ayuntamientos y que es la falta de recursos. Pero creo, sinceramente, que el Ayuntamiento de Madrid no está más endeudado que lo que puedan estar otros, ni tampoco que la deuda municipal actual sea proporcionalmente mucho mayor que en otros momentos de su historia.

EL PAIS: Juan de Arespacochaga ha sido bombardeado, como alcalde, por todas partes. ¿qué ha sentido usted al ser atacado de esa forma?

J. A.: Uno tiene, como principal exigencia, su propia conciencia. La absoluta dedicación que le he destinado a este Ayuntamiento (y eso no me lo puede negar nadie) me da la tranquilidad de que he hecho todo lo posible por él. No tengo remordimiento de no haber hecho algo que estuviera dentro de mis posibilidades. Las críticas mayores se justifican en el aspecto partidista y en una prensa que ha desorbitado las cosas por razones que no es preciso aquilatar aquí. Este alcalde es más técnico que político y por ello no ha tenido el apoyo de partidos, que en los momentos actuales resultan muy cómodos para hacer buena incluso una mala labor pública. La alcaldía de Madrid ha sido siempre, además, lugar propicio para poner en solfa la labor de su Corporación. Paralelamente la mayor libertad de expresión ha dado como resultado una mayor exigencia de los ciudadanos y, finalmente, uno en tiende que el orden y la disciplina son las únicas maneras de marchar adelante en una colectividad, y, en función de eso, la Corporación ha podido adoptar medidas y mantener talantes que se han podido calificar de autoritarios en estos momentos tan permisivos. Creo, con todo, que la imagen del alcalde no está tan deteriorada en la mente del pueblo como pueda parecerlo leyendo a veces periódicos.

EL PAIS: ¿Cuántas veces ha pensado en retirarse, en dimitir?

J. A.: Algunas veces se sufren situaciones de debilidad. Pero cuando uno acepta un puesto debe hacerlo con la seguridad de que sus situaciones personales no deberán influir nunca sobre su obligación: ejercer un cargo hasta que los que tienen la capacidad de nombrarlo decidan sustituirlo no es una satisfacción abandonable, es un servicio.

EL PAIS: ¿Cuál ha sido el motivo de celebrar reuniones periódicas, entre parlamentarios y técnicos municipales?

J. A.: Cuantas veces se ha invitado a los parlamentarios han acudido, en mayor o menor medida, pero los problemas del Ayuntamiento no son de los que puedan resolverse de la noche a la mañana. Los parlamentarios empiezan a conocer las complicaciones y las posibilidades que tiene Madrid para resolver sus dificultades, y esto es muy positivo en cuanto que los parlamentarios son protagonistas directos de la acción legislativa y en la legislación hay muchas posibilidades de que se mejoren las que tiene el municipio para intentar resolver sus problemas.

EL PAIS: ¿Qué conflicto puede crear el que un Gobierno UCD supervise a un alcalde de AP?

J. A.: Soy un hombre de adscripciones firmes, pero que no piensa de una manera distinta a los de UCD, ni tiene objetivos diferentes sobre el país que los que ofrece la propia Unión de Centro Democrático. Soy de los que creen que tenemos la misma sintonía y la misma manera de pensar. El que estemos o no adscritos a de terminadas instituciones no creo que perturbe objetivamente unas relaciones porque las personas se entienden por su identidad de objetivos más que con las etiquetas de clubs en los que se dice militar.

EL PAIS: ¿Estaría dispuesto a presentarse como candidato a las elecciones municipales si se lo pidieran?

J. A.: No lo creo.

EL PAIS: En el caso de que usted fuera el alcalde de un ayuntamiento elegido democráticamente, ¿haría las cosas como las ha hecho hasta ahora?

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