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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Neomalthusianismo fiscal y democrático

Una reciente orden ministerial (BOE 17-1-1978) trata de la exención fiscal de 170.000 pesetas por el concepto del RTP (Rendimiento de Trabajo Personal) -antes era de 100.000 pesetas-, que eleva la cota reductora a todas las personas físicas que han de cotizar por su condición de asalariadas en empresas públicas y privadas, cuando no ganen al año más (!) de 315.000 pesetas. ¿Sorprendentemente? las familias numerosas quedan discriminadas de estos beneficios reductores. En la anterior disposición al efecto, de 1971 -en plena dictadura franquista-, estos beneficiarios disfrutaban de una franquicia de 250.000 pesetas anuales los de primera categoría y de 400.000 pesetas los de segunda, sin más (con la devaluación monetaria esta exención supone hoy menos de la mitad, con lo que aumenta el agravio comparativo). Pero llega el Gobierno Suárez -que se dice social y practicante del humanismo cristiano- y deja a las familias numerosas sin aplicarles proporcionalmente estos beneficios.

No nos parece mal que el neomalthusianismo y/o un esnobismo economicista social-radical de alguna gente promuevan una demografía de pocos hijos, ¡ay, la píldora.!, en contra de la exaltación y recompensa de las familias con mucha prole, como preconizaba el régimen anterior. Pero en este movimiento pendular que nos define a los españoles nos estamos pasando, señores, como en tantas otras cosas. Aunque estimo que el pueblo está al margen de estas maniobras, y tal marginación se debe más a estrategías electoralistas de los partidos que a razones objetivas y de ahorro financiero -el chocolate del loropara el Estado. Nunca la derecha,ni parte de la izquierda, se han preocupado de los viejos y de los jóvenes, pero ahora su copioso censo (más del 20%) tienta a cualquier grupo político a volcarse en aquéllos porque su interés por esas edades lo capitalizarán luego en las urnas. Pero los cabezas de familias numerosas somos pocos y nuestros votos no serán determinantes.

En fin, a los cerebros bien/mal pensantes -ninguno de ellos creo que sea padre de familia numerosa ni siquiera que tenga hijos- que hayan parido dicha disposición sólo les deseamos que se hallen alguna vez como tantos de nosotros, que tenemos que distribuir nuestros menguados ingresos familiares no entre dos sino entre seis, ocho o diez y más personas. Con lo que aprenderán en sí mismos esos legisladores que la equidad social que se pregona queda sólo para las declaraciones programáticas y para los grandes principios constitucionales. Como Franco -dirán- tuvo la culpa de que tuviéramos tantos hijos, que él los alimente. ¡Pues qué bien, señores demócratas de toda la vida!, que lo que Dios os dé San Pedro os lo bendiga.

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