Buen trabajo, muchachos
Buen trabajo, muchachos, buen trabajo, Lalo, Miguel Angel, Eduardo, Pedro, os lo diré en lenguaje televisivo, que es el vuestro, en código de telefilme: la ley está de vuestra parte, Azcona, Gozalo, Sotillos, Macía, estamos en un país libre, no habléis si no es delante de vuestro abogado, vended caras vuestras vidas, muchachos.Hay una confesión que debo haceros: aquí hay gato encerrado, y en Prado del Rey también, y en la Moncloa. Os van a proponer algo, chicos. Yo que vosotros no lo aceptaría. En Prado del Rey no cabéis vosotros cuatro y los hombres de Suárez y los hombres de monseñor Portillo, o sea, el pastor, que esto es como aquella casa de la pradera. Alguien debe coger el caballo y largarse. Decídselo así a los forasteros.
-Demasiado tarde, forasteros.
Y cuando el censor de noticias se os meta debajo de la mesa, advertídselo sin piedad:
-Sé que estás ahí, Gelices. Sé que estás ahí, Carcasona, sé que estás ahí, Ansón.
Aunque Ansón esté un poco más lejos. Ya sé que vas a vender tu coche si hace falta, Lalo, para sobrevivir. Eso te honra, muchacho. Era un buen cacharro, por 100.000 tempestades. Y tú, querido Gozalo, nunca debiste abandonar el viejo Mississippi, o sea el periodismo escrito, que tenía una máquina/ marietta, recuerda la fogata del Madrid, muchacho, por Zeus que fue una hermosa fogata. Je, je, je.
Lo mismo te digo, Eduardo, que estos valles de Prado del Rey ya no son lo que eran. Cuando vivias feliz con Pilar, la bella algodonera. Ahora han venido los ovejeros y ucederos a estropearnos el pasto y quieren que pase por aquí el ferrocarril de la Moncloa y el South-Pacific, con Carter de sheriff saludando desde la máquina. Apuesto a que va a pasar algo, muchachos. Apuesto doble contra sencillo.
Tú, Pedro, eras el guapo del saloon, pero yo que tú me lo pensaría dos veces, muchacho. Cuenta hasta cien y pide un whisky doble. Tienen una oferta que hacerte. No te dejes atrapar, pequeño. Mira el ejemplo de Lalo, que también es del star-system. Primero se dejaría ahorcar del nudo gordo de su corbata. Todo antes que ceder ante esos malditos ovejeros, muchacho. Muchas veces he cruzado el Mississippi, Pedro, pero nunca con un vaquero tan apuesto como tú, por 100.000 tempestades.
Buen trabajo, muchachos. Sé que estáis ahí, muchachos. No toquéis a la chica. No toquéis la pasta. No os metáis en esto, chicos, no es un negocio límpio. La democracia os contempla, muchachos. Hay algo en todo esto que no me gusta. Tenemos una Constitución (en borrador). Somos un país libre. No quieren que informéis de la balasera. Ni de lo ocisos y los recesos. Bonita manera de informar, muchachos. Por Dios que no debéis hacerlo.
Sally, la bella algodonera de las plantaciones de la libertad, acaba siempre violada por los accionistas de la South-Pacific. Tenemos que hacer algo. Todos a vuestros puestos. Los yanquis de la Moncloa pueden atacar en cualquier momento. Las víboras de la prensa somos siempre los sudistas en esta guerra de Secesión, que es una guerra romántica por la información. Capitanes y reyes. Los reyes no se meten en esto. Pero los capitanes de UCD vienen con cruz alzada del Opus y los misioneros y los pastores de monseñor Portillo traen sus rebaños dóciles a pastar en nuestros valles, en el valle de Prado del Rey. Que la caravana haga la rueda, muchachos.
Tenéis agua para resistir unos cuantos días. Ahí va una cantimplora de whisky y adhesión profesional. Vended caro vuestro pellejo. A Lalo quieren enviarlo a Washington de corresponsal, que es el Robert Redford de las tres de la tarde. A competir con ese vaquero onubense que es Hermida. Hay una confesión que debo haceros. Aquí hay gato encerrado. Allá va la pionera Pilar Brabo con un winchester. Podéis llamarla Laura. Queda más western. Y en cuanto disparen sobre la noticia, la mano al arma peligrosamente baja en la cadera: «Sé que estás ahí, Gelices. Yo que tú no lo haría, Gelices.»
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