Hinchado televisiva,
La selección, al fin, va a tener un encuentro internacional de preparación con entidad. Italia, aunque haya dejado en casa a varias de sus figuras, especialmente a sus tres delanteros básicos, Bettega, Graziani y Causio, no es el combinado alemán Schalke 04-Duisburgo. Siempre será preferible un equipo nacional enfrente, pese a las bajas y al exceso de juventud -a fin de cuentas, muchos de ellos, si no todos, estarán en Argentina-, que un combinado traído para salvar el compromiso. Los alemanes cumplieron bien, pero no atrajeron ni la atención del público, ni siquiera de los propios jugadores hispanos, que no sumaban un verdadero partido internacional a su historial.En esta ocasión parece también probable que el público se abstenga de ir a Chamartín. A las nueve de la noche del un día laborable y con el frío de estos días, por muchos precios populares que se pongan, no podrá haber buena entrada. La simple comparación con los 80.000 espectadores del Madrid-Salamanca del domingo darán idea de que la selección española debe imaginarse a sus hinchas y oír sus gritos de ánimo a través de la televisión.
El triunfo de Belgrado salvó -y aún salva- al deporte español de caer en simas -aún mayores de debilidad. El gol de Rubén Cano -una vez más, el fútbol- españoleó tanto que hasta los que no se interesan por el deporte se alegraron patrióticamente en su ignorancia.
Pero como nadie ha querido que la selección sea un club; como se le hace jugar en escenarios enormes y desangelados, su hinchada sólo puede estar detrás de una pantalla de televisión. Hoy, ante Italia, y con más razón, después en Argentina.
Y al margen, claro, de que en España sigamos siempre más, mucho más, con el deporte ver -el sillón ball- que con el de practicar. Así nos va.
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