Los comunistas franceses no soportaron los avances socialistas
«Traidor, ridículo, autoritario desleal, agresivo, inquietante»: un repaso rápido de las declaraciones de los dirigentes comunistas durante las dos últimas semanas ofrece este saldo de adjetivos en contra del primer secretario del Partido Socialista (PS), François Mitterrand.El examen de las declaraciones de los líderes del Partido Socialista conduce a un resultado semejante que define al PCF como «inquietante, malhonesto, agresivo, mentiroso, estalinista». ¿Cómo ha sido posible este desenlace, del insulto cruzado, tras cinco años de ejercicio de la dinámica unitaria que había embalado a más de media Francia hacia el poder, de la mano de estos comicios legislativos que inquietaban a Washington, a Moscú, a la derecha y a la socialdemocracia occidentales, y que en todo el mundo se consideraban, y aún se consideran, «históricos» porque, por primera vez, se atisbaba una experiencia de izquierdas en la libertad?
La estrategia de la ruptura, de manera visible, fue desencadenada por el PCF el verano último, con motivo de la actualización del Programa Común que habían firmado en 1972 los partidos integrantes de la Unión de la Izquierda. Y la razón última y más poderosa ha sido de orden electoral: desde que terminó la última guerra mundial, el PCF fue siempre el partido dominante de la izquierda, como lo era al firmar el Programa Común Pero durante los últimos cinco años, de la mano del señor Mitterrand, el PS se ha convertido en la formación más potente del país Esta situación de inferioridad numérica es lo que, al parecer, no ha soportado el PCF, aún víctima del reflejo estalinista, según el cual solo el partido-guía es el garante de la revolución socialista.
El líder del PCF, Georges Marchais, cuando días pasados anunció que su partido solo firmaría un acuerdo electoral para la segunda ronda en el caso de que obtuviese en la primera una cifra de votos superior al 21 %,confirmó definitivamente, a quienes sostenían que los comunistas, al no haber conseguido todas las ventajas políticas (puestos clave en el Gobierno) y económicas (nacionalizaciones esencialmente) que exigieron a la hora de la actualización del programa, romperían la Unión porque la baza de recambio, es decir, su potencia electoral, había sido superada por los socialistas.
Salir del «ghetto»
Según esta interpretación de la ruptura, el PCF únicamente firmó el Programa Común, sirviéndose de los socialistas para salir del «ghetto» y crecer a costa de la Unión. Así lo entendió el señor Mitterrand, que atizado por la cólera y la amargura escribía la semana pasada: «Los comunistas habían preparado sabiamente su actitud (de ruptura), la habían reflexionado y madurado» desde el día siguiente de la firma del programa en 1972. En efecto, según ha recordado ahora el líder socialista, el señor Marchais, 48 horas después de la firma del contrato de la Unión, leyó un informe secreto ante la dirección del partido en el que ya estaban previstas todas las acusaciones de las que han sido objeto el PS y su primer secretario desde el verano a esta parte: «giro a la derecha», «complicidad con la gran burguesía», «tendencia a la colaboración de clase», etcétera. «El partido Comunista ha dejado de dominar la izquierda», concluía el señor Mitterrand.
La Unión le servía, «viva la Unión», pero «muera la Unión», a partir del momento en que le molesta. Tal es la historia del 21 %.
Para el PCF la explicación de su «estrategia de ruptura» no es tan simple como se estima generalmente. Veinticuatro horas después de la furibunda y definitiva explicación del señor Mitterrand, a propósito del 21 %, el PCF le recordó la declaración que él había, hecho ante la Internacional Socialista, en Viena, también 48 horas después de la firma del Programa Común en 1972: «Nuestro objetivo -afirmó el lider socialista- consiste en rehacer un gran partido socialista sobre el terreno que ocupa el PCF. Con ello se demostrará que de los cinco millones de electores comunistas, tres millones pueden votar por los socialistas.» Jamás el PCF le ha perdonado aquella declaración al señor Mitterrand.
Aquel maridaje de 1972, que se echó al camino bajo los auspicios de la sospecha mutua, ha cohabitado malamente, cerrando una tempestad tras otra. La concordia, sin embargo, predominó en la Unión en los momentos decisivos: la elección presidencial del 74, los comicios cantonales del 76 y las municipales del 77. En estos dos últimos escrutinios, al PCF le interesaba la Unión para ocupar terreno a nivel local. Sin embargo, ¿por qué apoyó sin reservas al señor Mitterrand, en 1974, a la hora de las presidenciales? Un profesor universitario, miembro del PCF, nos declaraba recientemente: «Aquello fue un error, que quizá aún no ha pagado Marchais.»
A pesar de esta afirmación, lo cierto es que los comunistas no obstaculizaron la campaña que libremente realizó el líder socialista y, por el contrario, se supo que, escamados por las tesis económicas que desarrolló, los dirigentes del PCF, con mucha discreción, le hicieron algunos reproches, sin más. La comparación entre el contexto, interior y exterior, de aquel momento de las presidenciales, y el que enmarca ahora la ruptura, revela también los mecanismos que han motivado al PCF.
El PS es hoy mucho más potente y, una vez más, se confirma que el aspecto electoral ha sido determinante. Hoy, tras un éxito en las legislativas, la izquierda se confrontaría con un presidente de derechas, hostil a su programa. En el plano internacional, la crisis económica, en la mentalidad del PCF, no favorecería una experiencia de izquierdas. Todos los análisis, en definitiva, pasan por el factor electoral, que, a su vez, implica otras razones para, en última instancia, englobar toda la política del PCF, y la mentalidad que la hace realidad. Para el líder sindicalista Edmond Maire, secretario general de la CFDT, socialista autogestionaria, «hoy, al PCF, le importa más su peso que el éxito de la izquierda». Esta táctica, calificada de «desastrosa», según el señor Maire, «corre el riesgo de sacrificar a toda una generación».
Tanto de culpa a los socialistas
Además del propio PCF, sólo la oposición interna del partido considera que la iniciativa de la ruptura corresponde a los socialistas. El portavoz de la fracción más importante de esta oposición interna, Max Pierrat, nos declaró sobre la cuestión: «Es cierto, como dice Marchais, que el partido no tiene estrategia de recambio, y que el PS quien decidió la ruptura, el primero, a la hora de la actualización del programa. Se produjo un hecho en el que no se ha insistido apenas y que es esencial: me refiero al retraso de la «conferencia nacional» del partido, fijada para e 15 de octubre último con objeto de definir la estrategia cara a las legislativas. Pues bien, como se sabe, e PCF decidió retrasarla tras la ruptura de las negociaciones, el 22 de septiembre, porque había comprobado que el PS deseaba la crisis para ganar votos por la derecha. Pero hay que subrayar que el partido deseaba la actualización y por ello había fijado la conferencia para octubre. Después, en efecto cuando se celebró esta última, hace dos semanas, fue el PCF quien rompió definitivamente, también para ganar votos.»
Una vez más, en suma, se ha cumplido el postulado francés según el cual «en este país no es posible hacer nada sin los cornunistas, ni con ellos». Sin embargo muy pocos no le reconocen al PCF una evolución seria que, contradictoriamente, reafirman sus dirigentes al mismo tiempo que lo hechos «huelen de nuevo a estalinismo». En efecto, el PCF ha abandonado la dictadura del proletariado, ha reconocido el Mercado Común, ha admitido la defensa atómica, se ha distanciado claramente de la URSS, sostiene que el socialismo hay que construirlo en el pluralismo y admite la alternancia. Pero sus estructuras, sus métodos y su comportamiento, hacen observar los críticos de la izquierda, parece ser no han cambiado mucho aún, como tampoco ha cambiado excesivamente el comportamiento de la derecha, ni el de los socialistas, porque todos ello pertenecen a una misma sociedad segura de sí misma y arraigada en una tradición que le ha sonreído.
Con razón o sin ella, rompiendo la Unión de la Izquierda, el PCF s ha convertido en el dueño de la si tuación electoral de Francia, porque sea cual fuere el resultado de la primera ronda, el próximo día 12 de marzo, los comunistas decidirán sobre el destino del PS: sólo entonces se conocerá realmente el motivo que les ha empujado a la ruptura y que, según expresión del seño Mitterrand, ha puesto en sus manos «la llave del fracaso» de la izquierda.
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