Carter recupero para Estados Unidos la iniciativa en el campo internacional
El año político norteamericano se inicia el 20 de enero con la llegada a la Casa Blanca de Jimmy Carter, ex cultivador de cacahuetes, y 39 presidente de Estados Unidos. Tres días después, Walter Mondale, vicepresidente recién nombrado, emprende viaje a los principales aliados de Estados Unidos en Europa y se incluyen sus visitas a los nudos más importantes de la OTAN. Mondale prepara en Europa lo que será en mayo la cumbre de países industrializados, pero los ejes inmediatos de este primer viaje consisten en la exposición a los aliados de los principales lineamientos de la política económica y de la diplomacia de Carter.A mediados de febrero, el presidente norteamericano enviará una carta de apoyo al disidente soviético Andrei Sajarov, con la cual inaugura una política tendente a conseguir el respeto a los derechos humanos, que se convertirá en uno de los rasgos externos más, peculiares de su política exterior. Es a mediados de abril cuando Carter expone a la nación su proyecto de plan de ahorro energético, tema que se abordará también a escala planetaria en la cumbre de países ricos y que se inaugura en Londres el 6 de mayo. Esta reunión, heredera de las de Rambouillet, en 1975, y Puerto Rico, en 1976, tiene por objeto trazar una política económica común capaz de conciliar un cierto crecimiento económico global de los países asistentes -Estados Unidos, Canadá, Japón, Francia, Gran Bretaña, Italia y Alemania Federal- así como un atemperamiento de las distancias con los países pobres. La cumbre cristaliza en una voluntad común para eludir la proliferación de los arsenales nucleares, con una lucha conjunta contra el desempleo y con un rechazo, apadrinado por Estados Unidos, del proteccionismo económico de cada uno de los países asistentes en aras a un fortalecimiento y dinamicidad, económicos globales. Se crea, bajo los auspicios de Carter, un fondo estabilizador para países en desarrollo y se realiza un llamamiento al COMECON para que se una a los paises industrializados occidentales en apoyo de los países pobres.
Al poco, el 21 de mayo, comienza a dar sus primeros tumbos la política de no proliferación de armas nucleares, al fracasar la conferencia ginebrina sobre reducción de armas estratégicas. Días más tarde Estados Unidos decide suministrar combustible atómico a las centrales atómicas que ya posee la India y mes y medio más tarde, concretamente el 14 de julio, el Senado de Estados Unidos decide aprobar la fabricación a gran escala de la denominada bomba de neutrones, uno de los ingenios nucleares más sofisticados que se conocen, por su capacidad mortífera contra seres humanos ya que no causa daños ambientales en otros entes naturales.
El 25 de junio, Jimmy Carter decide abrir relaciones diplomáticas con Cuba a nivel consular, tras dieciocho años de hostilidades con la isla caríbeña. A finales de ese mismo mes se dan ya los últimos pasos preparatorios de un acuerdo sobre el canal de Panamá, que será firmado por Carter y Torrijos en septiembre, pese a que no será homologado por el Senado norteamericano, donde la correlación de fuerzas, entonces, no favorecía al presidente.
Una de las decisiones más importantes a escala interna -y externa- de las adoptadas por Carter, consistió en la centralización de todos los servicios de espionaje sobre las mismas manos, las del almirante Turner, hecho que se produjo el 4 de agosto y que se ha materializado en cambios importantes en la plantilla y en las operaciones de la CIA, regentada por este militar amigo de Carter. El nombramiento produjo tensiones al máximo nivel en Estados Unidos y tormentas cíclicas, como la sobrevenida hace unas semanas cuando los jefes de misión de la CIA en los principales países europeos fueron relevados de sus cargos fulminantemente.
Resulta destacable el plan elaborado personalmente por Carter y David Owert, ministro británico de Asuntos Exteriores, para solucionar el problema de Rodesia, uno de los más puntiagudos de cuantos se destilan en el Africa Austral, donde los movimientos de impugnación de signo nacionalista, y con una politización progresiva, amenazan con hacer retroceder muy seriamente las posiciones y los intereses norteamericanos en el área. Las condenas por las violaciones de derechos humanos son continuas -al igual que las formuladas por Carter respecto a América del Sur-, aunque todavía Washington no ha resuelto adoptar medidas ejecutivas directas contra los países a los que considera transgresores.
Sin embargo, las contundentes condenas de Carter han producido ya sus primeros efectos, con la cadena de anuncios y comunicados gubernantentales realizados por los directorios militares más reaccionarios suramericanos, para constitucionalizar sus situaciones políticas. A estas promesas se han unido Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina, que en distintos plazos auguran restaturaciones democráticas sui generis para sus respectivós regímenes.
Si bien entre los puntos que en mayor medida emborronan la gestión norteamericana, destáca el abandono de Estados Unidos de la Organización Internacional del Trabajo, acaecido el pasado 2 de noviembre, y ante el evidente retroceso de las posiciones norteamericanas en este foro ante los países socialistas y del Tercer Mundo, el balance global de la política exterior se cierra con un saldo favorable, por la iniciativa, los cambios sustanciales y el nuevo trato generalizado que se ha dado a los problemas exteriores de Estados Unidos, donde anteriores presidentes habían acabado en callejones sin salida, a los cuales ahora Carter ha abierto, con evidente imaginación, nuevas vías y posibles metas, como el pilotaje de las soluciones para el Oriente Próximo, entre otras cuestiones de envergadura planetaria, permite apreciar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.