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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El Evangelio, el Código Penal y el aborto

Probablemente, muchos cristianos esperábamos que Alberto Iniesta y Javier Gafo emplearan la palabra clave «despenalización» en el debate sobre el aborto, y nuestra esperanza no ha quedado defraudada. La toma de posición del obispo y del teólogo es de agradecer tanto por su valentía como por el espíritu de concordia, exento de toda crispación dogmática, con que tratan de encontrar la respuesta cristiana al problema. Agradezcamos, también, que ampliando el debate hayan apuntado el sentido cristiano que cabe dar otros «retrocesos» del derecho penal (supresión de la pena de muerte, liberalización de los anticonceptivos) o de ciertas leyes cuasi-penales (supresión de discriminaciones contra hijos no legítimos).Creo, en efecto, que el cristiano no debe aceptar que se reduzca el problema del aborto a la pregunta sobre la existencia o inexistencia de vida en el feto. Con este planteamiento, la respuesta afirmativa y el consiguiente impetativo de respetó de toda vida humana no parecen ofrecer dudas. El problema es más bien este otro: ¿son las leyes penales el instrumento de que debe valerse un cristiano para defender lo justo (en este caso, la vida del feto)? Ahora nos estamos dando cuenta de que el gran error del cristianismo histórico, desde Constantino, ha consistido, precisamente, en buscar el amparo de las leyes humanas, especialmente las penales, cuando el Evangelio va por un camino tan distinto. Desengañémonos: el derecho penal no es cristiano. Desde esta perspectiva, la despenalización del aborto no es simplemente «aceptable» o «inevitable», sino deseable, aunque el aborto provocado siga siendo en sí mismo reprobable.

Mi único reproche a los artículos que comento sería la tácita identificación entre legalización y despenalización. No es una simple cuestión de palabras. La legalización, como nos muestra la experiencia de otros países, lleva hacia la financiación del aborto con unos fondos públicos que estarían mucho mejor empleados en servicios de planificación familiar, ayuda a madres solteras, construcción deviviendas baratas, etcétera. La despenalización simplemente deJaria a la iniciativa privada de los partidarios del aborto, la organización de éste. El Estado podría reservarse una función de control

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