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El pueblo reclama sus Navidades

Reclama, exige, ya está bien. Un hurto más, un aprovechamiento más, una burla más. Son muchos casos los indignantes aquí sobre esta bola de tierra, pero ninguno de gravedad tal: unos cuantos, los de arriba, birlando lo suyo a los de abajo -la ovejita de Natán, el profeta, cuando se lo echaba en cara al soberano-. Nada me origina más asco y más rabia, quizá porque he vivido en demasía el caso y, por supuesto, porque he sido de los aprovechados....-Llamo pueblo aquí y, ahora a la, magma humana desde donde sacan cabeza algunos por aquello del afán de dominar y poseer, por la ley, darwiniana de la selección natural, por lo que sea. El caso es que esto rueda mal porque unos no sólo suman el doble sino suman porque roban. Y de muchos modos y en continuas situaciones. Reconozco que abuso cuando llego al tema y que me he rendido porque uno ya es viejo y tiene mucho que lamentar de su jueguecito de muy buenas intenciones, pero que rinde, ¡vaya que si rinde!

-Llegamos a esto de las Navidades, tiempo sobre el cual los diarios no tienen demasiado qué decir, ¡se trata de algo tan viejo y tan copado por lo eclesíal! A mí, sin embargo, me vuelve a tentar lo de siempre y a confesarlo cogiendo la cosa por donde quema (por algo se suele coger desde otros lados ... ).

-Y sí, lectores y amigos, aquí se ha dado desde no sé cuándo, se ha dado un miserable robo, de corte social, de responsabilidad social, de consecuencias sociales, pero muy rentables para los pocos de arriba a quienes no basta con lo suyo. Las Navidades eran «cosa» del pueblo, de los de abajo en su circunstancia -en el fondo reconozco que deben ser de todos-, eran, ya no son, ya perte-necen y aparecen como fiesta y ocasión en la que los bien vivientes llevan la batuta de maneras diversas y no poco sabias.

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-Pero, veamos -aunque bien claro está-, por qué esto de las Navidades o Nacimientos es de nivel popular en sus orígenes. Se trata de recordar que unos paisa-nos de una aldea mal afamada, yendo de viaje o emigración, tuvieron a la creatura en malas, en pésimas condiciones, siendo los invitados a aquel original nacer como únicos festejantes los de más abajo de todos, los de la majada y la vigilia. Hasta aquí un suceso de poca monta social, con todo su carácter popular y de suburbio o aldea. He visto casos muy semejantes en mucho.

-Y más; se trataba, parece, de dejarlo todo a nivel popular. Por algo los sabios, magos o como queráis, se hicieron un lío, a pesar de su sapiencia, venga a preguntar a quien no debían y venga a seguir a la estrellita porque su ciencia no daba para más. Los sabios no demostraron demasiada sabiduría. Y los poderosos, pues, todo el poder cruel que bien sabe expresar el encargado del «orden público». Estorba un pretencioso infante, a acabar con él pronto y eficazmente -sobre todo eficazmente- con el caso para que el reino de Herodes goce de su tranquilidad.

-Los de arriba, en cultura y en poder, quedaban, pues, así como mal colocados del caso elemental y hasta burdo, el caso de Betlehem. El pueblo, sin embargo, se fue creyendo, y con razón, que, siendo el suceso fuera de serie, la forma de desarrollarlo era de ellos. Las Navidades eran como una acentuación de que en eso de elegir quien eligió, el pueblo iba de preferido. Pues no, señores.

-Y comenzó el hurto. La historia es larga y corro el riesgo de caricaturizarla. Porque el caso, de puro palpable y evidente, ya apenas hace conciencia. Las Navidades como conmemoración del punto alfa de nuestra fe, paso a paso, fueron siendo incorporadas a otro bagaje y elevadas al nivel de los magos, de los poderosos; de los que del pueblo nada.

-Navidades de antaño, de hogaño y de futuro, sin duda alguna, como no vayamos de remedio radical. Echad una mirada por lo que dice hoy esto de la Navidad y veréis cómo lo de llamar hurto a los estilos y formas navideñas es más que propia melancolía mía. Porque el hecho ofrece muchos contenidos nada populares o impopulares ala hora de recontarlos en monedas o en festejos.

-Se roba, a veces, a mano armada y esto es lo más necio y menos productivo, y se roba también como lo hacen los magos de hoy y los. podersos de siempre, con mafia y disimulo. Las Navidades son hoy fiesta de burguesía -aunque hay que reconocer que se va dando un giro hacia la Noche vieja desde la Nochebuena, ésta queda atrás y aquélla recoje el fausto de la antigua Navidad.

-Fiesta de burguesía no sólo lo de los regalitos a granel y las indigestiones por lo fino, sino también por las cursilerías de tanta representación de aquello irrepresentable de puro elemental y sencillo. La Navidad a causa de la llamada devoción y de cierta, en consecuente, explotación eclesial ha ido pasando de manos del pueblo a manos de la señoría y sus costumbres y arbolitos, vacaciones y viajecitos, trocando lo que venía para siembra de: esperanza en júbilo, satisfacción (o aburrimiento «a la orden» y costumbre).

-La Navidad en los mismos suburbios tiene que vestirse y celebrarse a lo burgués para que sea Navidad. He aquí el robo dicho llevado a su más inteligente manifestación. Los hombres del pueblo tienen que hasta disfrazarse de lo otro para festejar lo suyo. Y los hombres de «arriba» acuden al pueblo para hacerles partícipes de lo que consideran de ellos, les invitan.

-Todo lo cual, a primera vista, puede no ofrecer importancia y hasta bonita estampa, pero todo, ello encierra la eterna y sutil manera de ir privando al, pueblo no sólo de su cultura propia con sus fiestas y celebraciones, sino de su conciencia misma de lo que es de ellos y, ante todo, para ellos.

-Las Navidades entonces, además de decimos lo más grave del caso desde el alto nivel de la fe, hacen sociología inmediata y desagradable, e injusticia sin remedio y el engaño sin remedio y el jugar del gato con el ratón sin ,remedio alguno. Y esto enseña, pero doliendo, o duele, pero enseñando.

-Sé que, además de ello, hay política y que incluso se puede hacer política del caso, pero me he querido limitar a desahogar melancolía y rabia frente a lo que, los sociólogos, tan enteros ellos y certeros, pueden estudiar con estadísticas y calibraciones. Entre tanto, volveremos por aquí a pasar otras Navidades falsas sin conciencia de ello, por culpa ¿de alguien?, y con las no reconocidas consecuencias que todo robo social trae consigo: el pueblo sigue por debajo, dándole a lo de las migajas y disfraces, y los «otros» siguen por arriba, fieles a la misma devoción de siempre, que incluye el pavo y el champán.

-Un robo que no se puede denunciar en la comisaría, en ninguna, parte, que en su fondo lamentan pocos -la mayoría no se da cuente y la minoría dice cosas sabias, de ésas que, sin explicar nada, te callan del todo- y que en su forma hace que estos hombres divididos en clases, guste o no a los sabios de siempre, pasen la Navidad de todos según la forma y el tipo y a la batuta de los que saben, pueden y mandan. «A la orden» otra vez...

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