Nuevo primer ministro portugués para después de Navidad

Hasta el próximo lunes, como pronto, el presidente portugués, Antonio Ramalho, no encargará a nadie la formación de un nuevo Gobierno, según impresiones recogidas ayer en medios políticos de Lisboa.Durante las últimas horas, y visto el aparente estancamiento de las negociaciones bilaterales entre los principales partidos, el presidente Eanes ha tomado la iniciativa para la solución de la crisis.

En ese sentido se interpreta sobre todo el plazo dado la noche del martes por Eanes a los distintos grupos políticos para que presenten sus propuestas definitivas de solución antes de mañana, viernes.

A partir de esa fecha será el presidente quien utilice el recurso de sus propias iniciativas para la designación de nuevo primer ministro. Hay quien se pregunta si no será ese el momento que espera el dirigente socialista Mario Soares para aceptar de manos del presidente el encargo de constituir el Gabinete «de la última oportunidad» ante la falta de acuerdo entre los partidos.

Desde que se inició la crisis, la atención de los portugueses se ha concentrado en ella, llegándose a olvidar prácticamente la existencia y funcionamiento del Parlamento, donde ayer precisamente se ha rechazado una moción presentada por el Partido Socialdemócrata en la que se pedía la obligatoriedad del voto. El debate sobre esta propuesta revela aspectos importantes de la actual crisis.

Los grupos parlamentarios socialista y comunista, los disidentes socialistas de López Cardoso y el diputado único de la UDP (extrema izquierda) han votado contra la propuesta del PSD, que fue apoyada por el Centro Democrático Social (CDS).

La argumentación de los partidarios del voto obligatorio transparentaba un temor que limita la capacidad de maniobra del PSD y del CDS frente a la presente crisis: el temor que nuevas elecciones anticipadas se traduzcan por una mayoría de izquierda reforzada. Para estos partidos, el aumento del abstencionismo hace el juego de las «minorías activistas disciplinadas» y puede exagerar el peso relativo del más disciplinado y mejor organizado de todos (en opinión de sus adversarios), el Partido Comunista.