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Fracaso de la reforma de la televisión francesa

A tres meses de los comicios, «la santa alianza entre el Gobierno y los mass media se ha consumado», estimaba ayer un comentarista, haciendo coro con la opinión más general, tras conocer el nombramiento de los nuevos presidentes de los tres canales de la televisión francesa. A tres meses de las elecciones, «la fidelidad política -anotaba otro especialista- ha prevalecido sobre el espíritu de innovación y sobre el gusto por el riesgo». En el mismo momento, tres años después de la reforma de la televisión, los informes de diputados y senadores que apoyaron entonces la referida reforma, denuncian su fracaso, contrariando la opinión del presidente de la República, Valery Giscard d'Estaing.

La diplomacia va a dirigir en lo sucesivo la televisión francesa. El segundo canal, que desde que desapareció la ORTF, para dar paso a la descentralización, se había manifestado más liberal, estará en manos de Maurice Ulrich, que ha sido sucesivamente jefe de Gabinete de los dos últimos ministros de Asuntos Exteriores. El presidente del primer canal, Jean Louis Guillaud, también procede de la diplomacia y trabajó en la secretaría general de la Presidencia de la República. El presidente del tercer canal, Claude Contamine, trabajó con Alain Peyrefitte cuando este último fue ministro de Información, pero su trayectoria es la única realmente periodística.En 1974 el monopolio estatal de radio y televisión, por iniciativa del presidente señor Giscard d'Estaing, se descentralizó y cada uno de los tres canales pasó a manos de un presidente, en teoría totalmente autónomo y libre. El objetivo, según palabras del presidente de la República, consistía en establecer una competencia real entre los tres canales, «lo que desarrollará la libertad de expresión y favorecerá la creación».

Los presidentes de los tres canales fueron contratados por tres años y nombrados por el Consejo de Ministros: de hecho, quien decide en última instancia es el señor Giscard d'Estaing: esta práctica ha sido severamente criticada por los medios profesionales y por la oposición de izquierdas que, de llegar al poder en los comicios legislativos de marzo de 1978, «cortará el cordón umbilical existente entre el poder político y el monopolio de la radio y televisión, creando un estatuto que independice a este último», según confirmaron los tres portavoces de los partidos de la Unión de la Izquierda recientemente en un coloquio celebrado en Aix-en-Provence. La renovación de los presidentes, «destinada a asegurar el "buen comportamiento" de la información cara a las elecciones que se celebrarán dentro de tres meses», así como la discusión del presupuesto del monopolio para el año que viene, han dado lugar a múltiples reflexiones y protestas sobre el funcionamiento de este poderoso instrumento que algunos califican como «la bomba atómica de la paz con la que se controla en cada instante a los ciudadanos».

Informes negativos

Con motivo de la discusión del presupuesto la semana última, los informes de la Asamblea Nacional y del Senado, realizados por representantes de la mayoría gubernamental, coincidieron al resaltar el fracaso de la reforma introducida por el presidente de la República en 1974. El diputado gaullista Joel le Tac formuló sus conclusiones en los siguientes términos: «La noción de competencia entre los tres canales, a la que se le atribuyeron virtudes sin igual, ha desembocado en el empobrecimiento de los programas, en un grave frenazo de la creación y en el recurso cada vez más frecuente a las redifusiones para colmar los vacíos producidos por las producciones americanas y por las variedades.» El informador del Senado llegaba a reflexiones semejantes, subrayando que los programas, «en los que la vulgaridad compite con la nadería, no se deciden en función de objetivos culturales, sino que los determinan los costos de producción y las tarifas publicitarias». Ambos informes estimaron que «la lucha por obtener el máximo de audiencia bloquea toda empresa ambiciosa de mejora».Algunas cifras probarían las conclusiones de diputados y senadores: en 1973, antes de la reforma, los realizadores de televisión efectuaron 71.000 horas de trabajo, contra 45.000 el año pasado; los programas de ficción han bajado del veintinueve al 24%; las variedades, que ocupaban el 10% del espacio antes de la reforma, han pasado al 15%, y en lo que se refiere a las películas, de las 517 proyectadas en 1976 más del 50% eran americanas. A pesar de las críticas, duras y múltiples, el presidente de la República, al nombrar a los tres nuevos presidentes anteayer, se manifestó ampliamente satisfecho de la reforma. «Los primeros dirigentes han cumplido bien su tarea -dijo-, ya que han ofrecido a los telespectadores una televisión más víva, más libre y han manifestado un esfuerzo cualitativo.» El eventual fracaso de la reforma, convenían hace tres años los medios políticos y los, profesionales, conduciría, sin duda, a una nueva etapa de la radio y televisión en Francia: la privatización. Es lo que ahora vuelven a temer los partidarios del monopolio (la izquierda y los gaullistas en gran parte) si de las próximas legislativas saliese reforzado el giscardismo.

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