_
_
_
_

El pragmatismo de Sir Joshua

Hay algo que les crea dudas a los gibraltareños que siguen con cierto interés las vísperas de las conversaciones de hoy en Estrasburgo: «Oiga usted: ¿este Marcelino Oreja se considera discípulo de Castiella? ¿No es así?»Muchos no acaban de entenderlo. Castiella tiene algo de nombre maldito para los gibraltareños. Durante su estancia en el Ministerio de Asuntos Exteriores, la reivindicación de Gibraltar fue una cuestión muy primordial. De aquella política surgió el bloqueo, y del bloqueo, la desconfianza hacia España de la mayor parte de la población gibraltareña.

Antes de que se cerrase la verja, los gibraltareños se sentían diferentes a los españoles en muchas cosas: una cultura distinta, unas bases diferentes en su sistema judicial, un mayor confort económico que les hacía sentirse privilegiados con respecto al vecino español y unas garantías ciudadanas que por entonces estaban inéditas al otro lado de la verja. Después del cierre, surgió una atroz desconfianza hacia los vecinos.

Más información
Un principio de entendimiento

El aislamiento del Peñón obligó a sus habitantes a distanciarse absolutamente de España. Los llanitos dejaron de pasar los fines de semana en la Costa del Sol. Ir a Londres era menos complicado y casi más barato. Pequeños incidentes tomaban grandes dimensiones. La pequeña anécdota podía llegar a convertirse en drama. Unas veces era la retirada política de Miss España para no competir con Miss Gibraltar por el título de Miss Mundo. En otras ocasiones sucedía que en las iglesias católicas se acababa el vino de consagrar y las autoridades españolas ponían todo tipo de dificultades para facilitárselo.

Historias pintorescas de este tipo llenan la vida de Gibraltar los últimos ocho años. El bloqueo tomaba así unos trazos más esperpénticos aún, y el resentimiento hacia el vecino seguía aumentando.

En este contexto, no es de extrañar que la población fuera terriblemente suspicaz con los palomos -los que apoyaban un entendimiento con España- Hace un año, en las últimas elecciones, de un total de 11.721 votantes, Sir Joshua Hassan obtuvo 7.225 votos, y Mauricio Xiberras -el más ferviente pro británico-, 6.029. José Manuel Triay -reputado palomo- tuvo que contentarse sólo con 1.727. Y, aun así, este 15% fue para algunos una cifra bastante alta.

José Manuel Triay, líder del Partido Autonomista, soporta su cruz con una cierta resignación. Cuando se habla de las conversaciones que hoy se celebrarán en Estrasburgo sonríe y dice: «Esto es, al fin y al cabo, lo que nosotros venimos proponiendo desde hace muchos años».

Curiosamente, mientras Xiberras cursó sus estudios en Salamanca, Triay lo hizo en Inglaterra. A Triay esto le parece coherente: el hecho de haber convivido con los británicos y compartir con ellos un mismo nivel social le ha ayudado a desmitificarlos.

José Manuel Triay muestra sus opiniones sobre las conversaciones exploratorias que hoy tendrán lugar en Estrasburgo: «Si la delegación gibraltareña se muestra de acuerdo, de Estrasburgo pueden salir resultados positivos. Ahora bien, si en absoluto se habla de soberanía, poco se puede avanzar.

Es evidente que es precisamente de soberanía de lo que España va a hablar.»

Sin embargo, Sir Joshua Hassan ha negado siempre que pretendiese hablar de este tema. «Yo creo -dice Triay- que Hassan es un señor pragmático del que se puede decir que comparte nuestras tesis de autonomía, aunque públicamente se niegue a admitirlo.» Para José Manuel Triay, la autonomía gibraltareña debería salir de un nuevo Utretch, de un acuerdo entre Gran Bretaña y España. «La autonomía -dice- no debería de resultar para nosotros un concepto nuevo. La Commonwealth ya recoge la idea de autogobierno.»

El problema de defensa ocupa en la cuestión de Gibraltar un papel protagonista. La existencia de la base inglesa es la que le da sentido a la vida económica de la Roca. De hecho, ésta es la cuestión de fondo que se viene a plantear cuando se habla de soberanía.

« Los gibraltareños -dice Triay- no tenemos control sobre la defensa del Peñón. No es cierto que la presencia del ejército inglés constituya una garantía. Ha habido ocasiones que esta presencia ha resultado todo lo contrario a una garantía. En 1940, por ejemplo, los intereses de defensa británicos hicieron que se evacuara Gibraltar. Los gibraltareños, entonces, fuimos enviados a lugares que no eran nada seguros. Unos fuimos a Londres, que por aquellos días era bombardeado frecuentemente; otros, al protectorado francés en Marruecos, que sería muy pronto tomado por las fuerzas de Pétain. Nosotros no tenemos intereses de defensa, pero sí queremos que estos intereses no vayan en nuestra contra. En el futuro, la defensa deberá estar en función de la autonomía de Gibraltar, y no la autonomía en función de la defensa. »

Para Triay, el cierre de la frontera y las restricciones han tenido resultado positivo. «El antiespañolismo -dice- es más antiguo que las restricciones. Si España no hubiera aplicado la medida de cerrar la verja, Gibraltar no habría tomado conciencia de sus problemas.»

Joe Bossano, el líder socialista al que de ningún modo se le puede tildar de españolista, piensa de modo semejante, aunque por razones diferentes: «El abrir la frontera antes de que se produjese un acuerdo no es beneficioso. La gente perdería la conciencia gibraltareña que ha ido ganando a lo largo de estos años. »

¿Qué puede salir hoy de las conversaciones de Estrasburgo? Lo más que se puede esperar es un comienzo del deshielo. Gibraltar cuenta con un hombre en el que la gente parece confiar. Sir Joshua Hassan ha encabezado el Gobierno de la Roca desde su creación. Tan sólo hubo un paréntesis en su mandato: el par de años en que el integracionista Pelliza ocupó su despacho.

La confianza ciega de sus seguidores («él es el que conoce bien ezto», dicen) puede facilitar el deshielo. Según afirman algunos, Hassan no es tan intransigente como aparenta en la cuestión de la soberanía. También hay quien asegura que lleva al pro británico Xiberras a Estrasburgo «para ablandarlo, para que se dé cuenta de una vez que Inglaterra quiere buscar soluciones».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_