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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Santiago Carrillo

Antonio Garrigues da una cena para despedir a Carrillo, que se va a USA, y aleccionarle un poco sobre el american way of life. Estoy sentado entre Carrillo y Carmen Diez de Rivera, que trae hoy el abairtíco con la ermita de San Isidro en el paisaje.-Un pensador político español, Santiago.

-Don Manuel Azaña.

-¿Y Besteiro?

-Besteiro escribió poco. No es un gran pensador político.El comunista no perdona al socialista. Le pregunto por otros pensadores políticos más inmediatos y se los pasa por la hoz y el martillo. Don Santiago tiene la inteligencia de los ojos acrisolada por los reflejos de las gafas y las mangas de la chaqueta un poco largas.

-Yo, en la Moncloa -me dice Carmen-, cogía a los niños y les sacaba a dar un Paseo. Allí hay unos jardines maravillosos, pero los políticos no saben de eso.

Carmen y yo estamos muy acatarrados. Ella me da pastillas en una cajita verde y es como si tomásemos rapé. Con una mujer de abanico sólo se puede tomar rapé. Encuentro a Carmen muy negativa con toda la política española. O mejor con los políticos.

-El día que escribiste que a mí me gustaban las quisquiIlas con Carrillo, él y yo nos reuníamos clandestinamente, ya ves.

-Yo es que esas cosas las veo venir, amor.

Rof Carballo también tiene catarro y me dice que él toma durasina. Yo esperaba más alta ciencia del maestro, o que me curase la faringitis mediante el psicoanálisis, pero los sabios son siempre sencillos, excepto Fernández de la Mora, que es un sabio resabiado.

-Cómo que no hay pensamiento político español -digo- ¿Y los artículos de Fernández de la Mora?

El otro día fue Carlos Arias al Ministerio de Obras Públicas y le silbaron. Se metió en un ascensor y se perdió. Tuvo que sacarle un conserje por la puerta de servicio. ¿Tiene, tenía pensamiento político don Carlos Arias? Tampoco le hacía falta. El se defendía muybien con el testamento de Franco, que nos lo leía todas las semanas nor el aparato.¿Y qué les vas a decir a los yanquis de su ocupación española, Santiago?

-Que no me gusta la OTAN y que la OTAN es un camelo. Que eso hay que quitarlo, como los otros tienen que quitar el pacto de Varsovia.

Juan Luis Cebrián se riza el bigote con la punta de los dedos. Tamames dice que el marxismo es la libertad misma. Carmen me deja el abanico:

-Franco tenía siete servicios de espionaje -me dice- y todos están en pie y funcionando.

Pues qué cirio, con tanta información, tía. A Luis Calvo le han dado el premio Aznar y ha aprovechado para elogiarme en la tele y en la prensa, como si el premio me lo hubieran dado a mí. Gracias, tío, y enhorabuena. Me contaba un día que Antonio Espina fue a pedirle mil pesetas al ABC para exiliarse, porque tenía mucho miedo de los siete servicios de espionaje de Franco. Y me dice Carrillo:

-Yo, si tuviera que exiliarme otra vez, me iría a México.

Y el corresponsal del New York Times:

-Lo que le van a preguntar a usted en mi país, Carrillo, es cómo un comunista puede ser demócrata.

Plaza, del TEI, dice que el teatro eurocomunista va muy bien. El ministro Fernández Ordóñez defiende como puede el pacto de la Moncloa. Saura y yo llegamos a la conclusión de que lo que le van a preguntar los estudiantes americanos a Carrillo es si aquí el personal marxista le da al porro. El señor Entrecanales saca la metralleta capitalista y nos tiene a todos manos arriba un buen rato. Estoy sentado entre Carmen y Carrillo, entre la niña de Serrano redimida por el casticismo y la política, y el rojo de la guerra absuelto por los kennedianos Garrigues. Viento del Este, viento del Oeste. Viento del abanico de Carmen y del eurocomunismo que Cebrián llama meridional. ¿Será esto la democracia? «Carmen, saca otra pastilla».

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