A Luis Olarra
Querido Luis Olarra:, gracias por tu vino, gracias por estas dos cajas de rioja que no voy a beber, porque no bebo, pero que el abrecoches, el quiosquero, el parado y otras gentes se beberán por mí y conmigo y contigo.Gracias por este vino que me ha llegado de mañana, como la respuesta tempranera de tu madrugar empresarial a nuestra conversación de una. noche de verano sin sueño, cuando tú fumabas puro como siempre, y yo tenía frío, como siempre, y Manu Leguineche, y Antonio Barrena y Picatoste y alguien más, asistían divertidos al diálogo nada socrático entre un senador real que se ha hecho a sí mismo y un escritor callejero, como yo, que también se ha hecho a sí mismo, pero peor, porque yo todavía no soy senador real ni voy a serio ni lo quiero ser. He puesto una de tus botellas sobre la mesa, aquí junto a la máquina, y leo la marca como una carta embotellada que me escribes con vino. Yo las botellas, como nunca las bebo, me las leo.
«Rioja. Olarra.Tinto 1973»., dice aquí. «Bodegas Olarra. Logroño, Rioja. España». Bien, un día, cuando nos corten la luz por falta de energía o por falta de pago pondré una vela romántica sobre tu botella y seguiré escribiendo a su luz seguiré haciendo a oscuras mi protesta diaria por las cosas que pasan por la injusticia de España. De momento te escribo a la luz de una botella, de una botella tuya te escribo a tí, que profetizas el caos desde arriba, yo que lo profetizo desde abajo. A la luz de tu botella, digo que no estoy de acuerdo.
Los empresarios, Luis, los empresarios, subidos todos como estilistas en la columna de Diego Jalón, apiñados, clamando en el desierto que ellos mismos han creado, desierto de inflación, de paro y de pobreza. Lo dijo Carrillo en la fiesta del pecé:
-Los obreros se unen por ideologías, pero los empresarios se unen por intereses.
Te has hecho a ti mismo; Luis, y eso te inclina a creerte en posesión de la verdad. Tu biografía te corrobora. Tu pasado te afirma. Yo también me he hecho a mí mismo, Luis, aunque ya te digo que peor -y a la vista está-, y por eso conozco a esa pasión afirmativa del autodídacta, esa honradez biológica del que nada ha heredado, pero yo he aprendido, Luis -no más intelectual que tú, sino más depresivo, ay-, a desconfiar de mi propia soberbia autobiográfica.
Desconfia tú también, querido Luis. No traslades a los empresarios como clase, a la clase empresarial, la virtud que tú tienes, no generalices tu sentimiento personal, absolviendo con él a los que mandan. Yo no sé nada de números, querido Luis -y oracias por el vino-, ni apenas sé de letras, pero algo sé de hombres, y sé que tú eres un hombre de biografía romántica, hombre que se ha hecho a sí mismo, bastardo como yo en el sentido balzaciano de la palabra -hijo de sus propias obras-, y estás cayendo en el error de hacer ahora, en declaraciones y entrevistas romanticismo de clase, la defensa romántica del empresario románticamente entendido.
Tu botella apagada me ilumina, querido Luis, y me dice que no, que no tienes razón. Es hermoso arrancarse al friso duro del pueblo y acuñar la propia vida en una botella que -obra bien hecha-, dice «Olarra, tinto 1973». Pero ese orgullo de tu biografía fermentada en vino debiera ser orgullo de obrero, no orgullo de empresario. Sin salirnos de la botella, te recordaré, querido Luis, algo que tú bien sabes: esos miles de viñadores españoles (a los que hace poco dediqué una crónica) que se exilian a Francia a vendimiar y viven como en campos de concentración laborales y nunca tendrán una botella que ponga su nombre y su cosecha, porque ellos vendimiaron para otros.
Los empresarios, Luis, y los patronos se están portando mal, en general, y quieren ganar la batalla del hambre, ya que perdieron la batalla de las elecciones. Gracias por tu botella, entre tantas botellas que me envías, porque me ha dicho muchas cosas la botella. Tú que vienes del pueblo, piénsalo.
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