Bing Crosby falleció de un infarto mientras jugaba al golf en Madrid
Un flash informativo de la agencia Cifra, fechado a las 20.30 horas de ayer adelantaba la noticia de la muerte de Bing Crosby mientras jugaba al golf en el club madrileño de «La Moraleja». Le acompañaban en el juego, el campeón de España, Manuel Piñero -que era su pareja en la partida-, Valentín Barrios y César de Zulueta. Crosby sufrió un infarto de miocardio cuando se dirigía desde el campo hacia la terraza de la sede social del club, tras «jugar estupendamente dieciocho hoyos», como declararía César de Zulueta. Fue atendido en la enfermería del club, en donde, al parecer, todavía respiraba y trasladado inmediatamente al hospital de la Cruz Roja, en donde ingresó cadáver. Crosby, cantante y actor, fue un prototipo del americano autosatisfecho que gozó de una enorme popularidad mundial. El cantante había llegado el pasado jueves a Madrid, procedente de Estados Unidos, a donde pensaba regresar el próximo martes. Su programa incluía, además del juego de golf de ayer, dos cacerías de perdices en el fin de semana, para trasladarse después a Palma de Mallorca, en donde tenía pensado volver a practicar su deporte favorito, el golf. Wells Stabler, embajador de EEUU en Madrid, que se personó inmediatamente en el hospital, no quiso hacer declaración alguna hasta no hablar con la mujer de Crosby, que se encuentra en Los Angeles (USA). El hijo del cantante y actor reside en Londres, César Zulueta declaró que «supongo que el cadáver será trasladado a Estados Unidos».Una vida americana
Nacido en Tacoma (Washington) el 2 de mayo de 1904, Bing Crosby, cantante y animador de los más variados espectáculos de radio, televisión y cine, comenzó su carrera como miembro del trío de Paul Whitemans, llamado The Rhythm Boys. Hasta 1932 no alcanzaría la popularidad nacional a raíz de sus actuaciones en la cadena de Radio Columbia Broadcasting System. Desde entonces se convirtió en uno de los primeros artistas de variedades del país. Durante la segunda guerra mundial, Crosby actuó en repetí das ocasiones para las tropas norteamericanas en Inglaterra y Francia. Esta dedicación acrecentó todavía más su fama, sobre todo en Europa.
Su primer contacto con la educación ajena a la familia se efectuó en la escuela de jesuitas de Gonzaga, cuyos profesores le enseñaron los primeros ejercicios de entonación y de respiración. En el mismo colegio aprendió a desarrollar el fraseo que ha hecho que su estilo de canto fuese claro y fácil de comprender.
Durante su juventud, Crosby simultaneó sus estudios con diversos trabajos, como la venta de papeles y las actividades de granjero. Sin embargo, su trabajo favorito fue el de asistente en el Auditórium teatral de su ciudad, donde entró por primera vez en contacto con el mundo empresarial del espectáculo americano. En los años veinte, Crosby ya era conocido por sus intervenciones en la banda de Música local de Spokarte, que actuaba en la escuela, la universidad y en fiestas particulares.
En 1922 intentó integrarse en el mundo de la abogacía, compaginando sus estudios de Derecho en la Universidad de Gonzaga, con el trabajo en un bufete de abogados locales, pero pronto se dio cuenta de que su futuro no estaba en el campo de las leyes, sino en el del espectáculo. Con el pianista Al Rinker se asentó en Los Angeles, donde ambos montaron el espectáculo Los dos muchachos y un piano.
El dúo Rinker-Crosby fue con tratado poco después por el Teatro Metropolitano de Los Angeles, donde Paul Whiteman los contrató como cantantes para su orquesta Poco después, Harry Barris se unió a ambos, para formar el grupo musical Rhythm Boys. A partir de entonces, sus actuaciones se consolidaron. Pronto tendría la ocasión de estrenar su primera película musical El rey del jazz.
La actitud poco sería de Bing en el trabajo -en opinión de su empresario Paul Whiteman- le costó la ruptura con éste. Al marcharse Crosby, se marchó con él todo el trío, que decidieron volver de nuevo a Los Angeles. En el café Montmartre de Los Angeles, donde el éxito continuó acompañando al conjunto, conoció a Dixie Lee, una artista de cine, con la que contrajo matrimonio el 29 de septiembre de 1930.
El éxito de Bing Crosby en el mundo de las variedades musicales atrajo la atención de los empresarios cinematográficos quienes le ofrecieron sucesivos contratos para intervenir en películas, actividad que duraría hasta casi el final de sus días.
En junio de 1952 aparece por primera vez en un show televisivo, con Bob Hope, para recaudar fondos para una institución benéfica. Dejando aparte los ingresos que le provenían de sus grabaciones y actuaciones, Crosby fue un afortunado hombre de negocios. Empleó a dos de sus hermanos como administradores, uno de las Empresas Crosby y otro de la Fundación para la Investigación, Crosby. El primer grupo de empresas se convirtió en una de las productoras más importantes de filmes para televisión. Según han manifestado recientemente sus agentes, Crosby ha vendido más de cuatrocientos millones de discos a lo largo de su carrera.
«Quizá el secreto de mi éxito -declaró en 1972- está en que siempre estuve dispuesto a aceptar consejos . Yo escuché a expertos que me aconejaron, y gracias a ellos aprendí mucho. Crosby ha explicado también su popularidad, porque la gente de todos los niveles sociales entiende mis canciones. La gente dice: ese Bing Crosby es tan natural que podría ser mi vecino.»
Cuando falleció su esposa Dixie, de la que tuvo cuatro hijos, se casó en 1957 con la enfermera Catherine Grandstaff, treinta años más joven que él. Justamente el año pasado, a los 72 años, el cantante tuvo que ser ingresado en un hospital de Huntington, a consecuencia de una caída por el hueco de la orquesta, cuando grababa un programa es pecial para la televisión, conmemorativo de sus cincuenta años en el mundo del espectáculo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.