Marchais presiona a los socialistas en vísperas de la "cumbre" de la izquierda
Ante más de 200.000 personas del millón que se calculó asistiría a la fiesta del diario comunista, L'Humanité, el domingo último, en el poblado de la periferia parisiense La Courneuve- el secretario general del Partido Comunista francés (PCF), Georges Marchais, con un discurso violento contra los socialistas, y no exento de demagogia electoral, en opinión de los observadores, acentuó el suspense que se respira en esta capital en vísperas de la celebración de la «cumbre» de los líderes de la Unión de la Izquierda.
«No discutiremos con el cuchillo encima de la mesa», aseguró el líder comunista, refiriéndose a la reunión decisiva para el porvenir de la Unión de la Izquierda y, en definitiva, para Francia que va a reunir mañana, miércoles, a los lideres de los tres partidos que integran la oposición de izquierdas para intentar superar las dificultades serias que les impide ultimar la actualización del programa de gobierno que realizarían de llegar al poder en las legislativas de 1978.«Nosotros -añadió- deseamos concluir un acuerdo, pero no estamos seguros de que sea posible. Las proposiciones socialistas no permitirían poner en práctica una política nueva. » Y tras estas amenazas, no definitivas y ya conocidas, pero repetidas en tono más acerbo, el señor Marchais, se proclamó una vez más como el representante auténtico y único de los obreros y terminó recordando lo que los franceses escuchan desde hace cuatro meses: las socialdemocracias europeas no hacen más que administrar el capitalismo, y «la historia nos enseña -vino a decir- que los socialistas franceses no son distintos».
Desconfianza con el PSE
En vísperas de la cumbre de mañana, las palabras del señor Marcháis no han hecho más que acentuar las interrogaciones sobre las intenciones últimas de los comunistas: «Nosotros somos la única garantía para que se cumpla el programa común» y. por otra parte. «los socialistas nos encañarán en cuanto puedan y se aliarán con la derecha». como dos cañones han resultado las amenazas que pudieran bombardear la Unión de la Izquierda. En los medios políticos se repite: «no es posible la ruptura. porque ni los socialistas pueden prescindir de los comunistas, ni viceversa. El desbordamiento de las críticas comunistas es la puja clásica. antes de sentarse a la mesa para llegar a un compromiso.» La lógica no debiera ser otra. teniendo en cuenta que. desde hace doce años, cuando se autopresentó como líder de la izquierda contra el general Charles de Gaulle, en las presidenciales de 1965, François Mitterrand se fijó una trayectoria inequívoca consistente en la alianza con los comunistas, y, por el otro lado, Georges Marchais se ha convertido en el hombre del aggiornamento del PCF a caballo del programa común firmado en 1972 con los socialistas. ¿Cómo sería posible la ruptura, en vísperas de unas elecciones que, con no pocas posibilidades les llevarían al poder? «Porque Marchais se confiesa en medios próximos al PCF es víctima de las tensiones existentes en su partido, provocadas por los «duros» y, de aquí, la polémica que está atizando. La diana del PCF son los socialistas, que les inspiran desconfianza, pero muy particularmente, para muchos dirigentes del partido, la bestia negra es Mitterrand.»
Para no pocos, este análisis. en el que, se funda la guerra contra el PS, es infantil en el mejor de los casos, pero no convendría despreciarlo. En cualquier caso los comunistas están dispuestos, ocurra lo que ocurra mañana, a continuar hostigando a su aliado «malo» y, esto, «hasta las elecciones y después también, aunque no lleguemos al poder».
En los medios socialistas, el clima de serenidad aparente se mantenía hasta ayer noche: un alto dirigente estimó que había tres posibilidades: «Que en dos horas se compruebe que el fracaso es total; que al cabo de una jornada ruda se concluyan algunos acuerdos entonces. habría una segunda cumbre, o que el acuerdo se produzca de manera brillante y rápida. La primera y la tercera posibilidades no las creo muy probables; la segunda sería, en mi opinión, la más lógica.»
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