Jiménez de Parga
Lo difícil del articulismo es quedarse de articulista. La gente hace artículos para ganar un puesto, para decir lo que sabe, para descubrir el Mediterráneo, para llegar a ministro o para obtener el premio al ajo de Pedroñeras. He tardado veinte años de oficio en darme cuenta de que yo soy casi el único que hace un artículo para hacer un artículo, como el que hace un soneto.Y todo esto lo digo por el señor Jiménez de Parga, naturalmente, que cuando éramos tardofranquistas se enrollaba con unos artículos llenos de santa indignación y santa ira. Tanta santidad me daba a mi qué pensar. En cuanto me echo un articulista a la cara leo por encima el artículo y en seguida se lo digo al quiosquero, que por cierto ha estado malo, el hombre, este verano, con unas dolamas, y parece que ya va mejor:
-Este va para ministro, éste va para trincón, éste para premio Nobel o premio Mariano de Cavia.
Como mi querido Cándido. Que son los menos, claro. La mayoría van para ministros o para trincones o para las dos cosas a la vez. La que está liando Jiménez de Parga como ministro de la cosa es que no es normal, sobre todo si se tiene en cuenta la santa indignación de sus artículos predemocráticos, y me parece que ya no va a rehacer su imagen por más abrazos que le pegue a Marcelino Camacho. Ni aunque le convide al cine a Marcelino Camacho va a rehacer su imagen.
Me llama Rafael Ansón para comer el día 15 y le voy a decir que a ver si le puede echar una mano a Jiménez de Parga y sacarle en eso de los tres globos, a ver si los niños le toman más respeto que los obreros. Me llama Valerio Lazarov para hacer en la tele cabaret político, y todo el tiempo voy a largar de Jiménez de Parga, para que en, los teleclubs de Fraga, que todavía quedan, se sepa de una vez quién es este señor de la solriza ideológica en el pelo plateado por la luna de enfrente, que diría Jorge Luis Borges.
Me llaman de Ibiza para presentar la moda ad lib y lo primero que voy a decir allí, si voy, es que la moda es vestirse todo lo contrario que Jiménez de Parga, que es el señor que se viste más antiguo de todo el Gabinete. Se ve que no ha sido pilarista, como Camuñas.
Hay que decidirse en la vida, tío: o ministro o articulista. Las dos cosas no puede ser. Cuando yo leía al Jiménez de Parga articulista había algo allí que me desmoralizaba, y era el exceso de moral. Un artículo no soporta demasiada moral, como no soporta demasiada erudición (artículos de Fraga y Fernández de la Mora), ni demasiadas admiraciones, interrogaciones, exclamaciones y otros desperdicios tipográficos (artículos de Ruiz-Gallardón). Un artículo es un artículo.
-Pues hay quien dice que usted es un moralista- me objeta el quiosquero.
Si uno lleva dentro un moralista, tiene que disimularlo un poco a base de cachondeo, chismes, metáforas y Bárbara Rey. Hay que tener la moral de no ser demasiado moralista. El moralista en crudo siempre es temible, porque es que va para ministro. O sea, Jiménez de Parga. Silvia, mi querida argentina, me ha traído de Buenos Aires una larga bufanda roja que ha estado tejiéndome allí, pacientemente, mientras Videla arengaba al personal. Este invierno voy a usar esa bufanda para tapar un poco al moralista que uno lleva consigo, inevitablemente. En verano, como va uno vestido de gamberro, el moralista se nota menos.
-A lo mejor es que el señor Jiménez de Parga ha nacido para articulista y no para ministro.
El caso es que los artículos tampoco eran buenos, ya digo, aunque tuvieron cierta aceptación. Demasiada justicia social para un artículo. Demasiado poca, ahora, para un ministro.
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