En la muerte de "Cuco" Cerecedo
«Cuco» Cerecedo, el enviado especial de Diario 16 y Cambio 16, murió en la madrugada del domingo pasado en el hospital militar de Bogotá, y sus restos mortales serán trasladados hoy a Madrid. Ha sido el dramático final de un viaje iniciado en la noche del 23 de agosto, para acompañar a Felipe González en su gira por Latinoamérica, y con el que terminan 37 apretados años de vida y muchas experiencias humanas y profesionales como «periodista en punta» en los más conflictivos lugares del mundo, con etapas anteriores en las que intentó aventuras tan audaces como una auténtica renovación en la manera de informar sobre acontecimientos deportivos.Treinta horas antes de que «Cuco» falleciera en aquel hospital militar, este gallego fino e ingenioso, vital como él solo, nos decía en su habitación del hotel: «Me duele mucho la cabeza. Nunca me había dolido tanto.» No obstante, tomó una aspirina, y, aparentemente recuperado, bajó al bar por su propio pie, donde esperaban Felipe González, José Félix de Rivera y otros amigos colombianos. Minutos después, «Cuco» se derrumbaba en un sillón del bar; tendido en la enfermería del hotel, Felipe González intentaba hablarle, para ver si reaccionaba. No fue así, y entre todos le llevamos a un taxi para trasladarle al hospital. Perdido el conocimiento llegó a la entrada de urgencias, en uno de los traslados más dramáticos que recordaremos, por mucho tiempo, Eduardo Barrenechea, de Cuadernos para el Diálogo, y yo, que con él fuimos hasta el hospital.
Aún hubo que perder varios minutos en cuestiones burocráticas -«¿desean una atención de clase A, B, C o D?»-, hasta que al fin un médico de aspecto diligente, llamado doctor Chacón, se dio cuenta inmediatamente de la gravedad de la situación y comenzó a trabajar. Poco se podía hacer, sin embargo, y tampoco unos minutos antes habría sido posible intentar siquiera una intervención quirúrgica. Conectado a un respirator, pero ya con electroencefalograma plano, vivió -si así puede decirse- veintidós horas más.
Poco antes de sufrir el derrame cerebral. «Cuco» había estado en la habitación que compartíamos Barrenechea y yo. Habíamos llegado a intimar bastante en el curso del viaje, a pesar de que apenas nos conocíamos antes. «Cuco» comía poco, dormía bastante y trabajaba mucho, tenía una vitalidad envidiable, fino humor y falta de acritud en todas sus observaciones. Al salir de Madrid, me había dicho: «Hago este viaje porque ya tenía ganas de salir un poco: llevo cinco meses sin moverme de aquí.» En Bogotá o en Santiago, hacía cuanto podía por llevar dignamente su doble trabajo, como enviado de dos medios informativos. «Cuco», periodista de a pie, merece algo más que fáciles reflexiones sobre las tragedias de esta vida.
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