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Tribuna
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El Gobierno Suárez, a la búsqueda de un sindicato

La idea del Gobierno Suárez de contar con su propia central sindical parece que, lejos de ser una serpiente de verano, va tomando cuerpo. Tres hombres de la UCD han hecho recientes declaraciones públicas que así parecen indicarlo.Mientras que en Málaga el ministro de Relaciones con las Cortes, Ignacio Camuñas, declaraba al diario Sol de España que muchos trabajadores verían con agrado que la UCD tomara una determinación en tal sentido (es decir, la determinación de crear una central sindical centrista); en Barcelona, Manuel Jiménez de Parga, ministro de Trabajo, declaraba a la SER que, si alguna central no marxista ofreciera su apoyo al Gobierno éste lo vería con satisfacción.

Aunque, en principio, parece existir cierta contradicción entre las manifestaciones de ambos ministros (pues en tanto que para Camuñas la UCD está presionada por su base obrera, pero aún no ha tomado la decisión defínitiva de crear o no su propio sindicato; para Jiménez de Parga, por el contrario, la idea del Gobierno no es la de crear un sindicata pero sí la de buscarlo en el mercado sindical), la coincidencia de fondo es total: el Gobierno Suárez busca unas siglas sindicales, bien utilizando alguno de los sindicatos ya existentes, si ello es posible, bien creando un sindicato desde la nada, si ello fuera necesario.

De ello dan buen testimonio las palabras de un diputado de base de la UCD, Joaquín Galant que, en declaraciones al diario Información, de Alicante, acaba de afirmar que su partido «... ha dado luz verde a un sindicato independiente que han pedido los trabajadores que militan en UCD, y que necesitan asesoramiento laboral».

Diferencias formales

La diferencia puramente formal, entre las opiniones de los ministros Camuñas y Jiménez de Parga, y la del diputado ucedista Galant, es la que media entre el autocontrol y la discreción exigidos a los ministros en sus declaraciones públicas, y la espontaneidad con que lo hace un diputado de base.

En todo caso, y como no podía ser menos, hay algo de común en las tres opiniones, concretamente lo relativo a la forma de entender las relaciones entre los partidos y los sindicatos. Para los hombres del Gobierno habrá sindicato centrista si así lo decide su partido, lo que dado el carácter presidencialista de la UCD, equivale a decir que el sindicato del Gobierno existirá si así lo decide el presidente Suárez que, por el momento, está dejando hablar a sus muchachos a fin de que los españoles deshojemos la margarita sindical, para, finalmente, y aparentemente de la noche a la mañana, tomar una decisión al respecto.

No creo quepa pensar otra cosa a la vista del papel subalterno en que, tanto el ministro Camuñas como el diputado Galant, sitúan a la base obrera de la UCD que, por lo que ellos nos dan a entender, no se atreve a constituir una central sindical en tanto no lo decida así la dirección de la UCD.

Ni que decir tiene que el Gobierno Suárez se juega mucho en este asunto, pues resulta obvio afirmar que, tras la pretensión centrista de contar con su propio sindicato está, en gran parte, el futuro de la UCD, cuya permanencia en el Gobierno será mucho más cuestionable a partir del momento en que se hayan celebrado las elecciones sindícales (que inexorablemente ganará la izquierda) y las elecciones municipales, en las que la izquierda tiene grandes posibilidades en las zonas urbanas más industrializadas, y en no pocas zonas rurales abatidas por el paro y por la desprotección a los pequenos y medianos agricultores y ganaderos.

Ganar tiempo

A partir de enero de 1978 el Gobierno Suárez quedará en precaria situación si, como parece probable, sólo controla entonces las Cortes, uno de los tres tripodes (Cortes, Ayuntamientos y Sindicatos) en que se va a apoyar la vida política y social de este país. Suárez lo sabe, y necesita ganar tiempo porque se juega mucho en ello..

Las dos formas más claras de ganar tiempo para su operación sindical, utilizadas hasta la fecha por el Gobierno Suárez han sido el retraso en la distribución del patrimonio de la Organización Sindical (hoy controlado por la AISS), y la hibernación en que ha colocado a la mayor parte de los funcionarios sindicales que ven pasar mes tras mes sin apenas trabajo, y sin saber cuál va a ser su futuro. Uno y otro retraso si a algo contribuyen es a dificultar el definitivo lanzamiento material de las centrales sindicales democráticas más implantadas, UGT, CCOO y USO, debilidad que lamenta el ministro de Trabajo en sus declaraciones a la SER, pero que le viene de perlas al Gobierno aunque le haga mucho daño al país.

A estas maniobras hay que añadir la exclusión que han padecido las centrales sindicales no llamadas a la Moncloa por el presidente del Gobierno, discriminación, en perjuicio de éstas, que, por el momento, sólo ha beneficiado al Gobierno que fácilmente ha logrado que las no invitadas a la Moncloa hayan tirado los trastos a las llamadas por el presidente Suárez.

De las dos vías que tiene el Gobierno Suárez para constituir su propio sindicato, la primera, crearlo desde la nada, es hoy muy poco viable, aunque hubiera sido posible hace un año si la hubieran encabezado los hombres progresistas de la Organización Sindical verticalista, (Socías, Torres Cáceres, Castro Villalba, etcétera). De ahí que piense que el presidente Suárez se inclinará, siguiendo la experiencia de la UCD, por la creación de una Confederación Sindical centrista a partir de los restos del verticalismo (AISS), y con la colaboración de sindicatos ya inscritos en el Registro de Asociaciones Sindicales, aunque de irrelevante vida sindical, tales como la Confederación Democrática de Trabajadores (creada a partir de sindicatos verticalistas como la Confederación Sindical Obrera y como la Federación-Social de Trabajadores), la también verticalista Confederación General de Trabajadores, la proverista Confederación de Sindicatos Autónomos de Unión Laboral de España, la confesional Confederación de Trabajadores y Técnicos Cristianos, la católica. Confederación del Trabajo Comunitario,. y la Confederación de Trabajadores Independientes.

Atención a las maniobras sindicales del presidente Suárez, pues, o mucho me equivoco, o la UCD está preparando a varios de sus jóvenes diputados y senadores para encabezar su central sindical. La operación se está llevando con notable sigilo, pero la operación existe. El sindicalismo amarillo abrirá pronto una nueva etapa en la historia de nuestro, país. Los ingredientes con que cuenta el presidente Suárez para su guiso sindical no pueden ser más idóneos: verticalistas, sindicalistas confesionales, proveristas e independientes. Por el momento la operación consiste, como el propio Suárez ha dicho en Mallorca, en encontrar «... suficientes militantes para formar una base sólida».

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