María del Rosario Valencia,
ciudadana de San Salvador denunció a Rafael Alfonso Ramírez, acusándolo de brujo y estafador puesto que no curó a su hija de la encefalitis que padecía. El señor Ramírez había cobrado unas treinta mil pesetas, además de joyas, animales domésticos y otras especies. Lo curioso del asunto es que el expediente que se había incoado contra el presunto curandero ha desaparecido del juzgado Tercero de lo Penal, de San Salvador.
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