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Exigen una política democrática de la emigración

«Ya está bien de política paternalista, destinada por una parte a aparentar, es decir, a intentar engañar a los españoles en general y a los emigrantes en particular y, por la otra, destinada igualmente a favorecer "tinglados" que sirven para que algunos se forren. Es necesario que desaparezcan los reflejos, aún vivos, de la época dictatorial y que se aplique la democracia a la política de la emigración. Las consecuencias inmediatas serán el saneamiento económico y la eficacia de todos los mecanismos que articulan la vida de este trozo de España que se llama la emigración.»

Esta manera de sentir, expresada por un responsable de la emigración en París, es el lenguaje cotidiano de todos aquellos que se preocupan por los problemas de los 600.000 españoles residentes en Francia. «Pero estos problemas -se nos advierte- intolerables y angustiosos, se plantean de igual manera en los demás países europeos poblados por los emigrantes españoles.»En Francia, tras la etapa franquista, caracterizada por una política de emigración cuyo objetivo último consistía en el control «casi policial de los españoles», estimó un militante socialista, cunde la decepción. El nuevo director general del Instituto Nacional de la Emigración, Francisco Condomines, es cierto que inspira cierta confianza, pero se esperan con ansia, no sólo los cambios de política que parece decidido a operar, sino los métodos que aplicará para realizarlos: es decir, «sería inútil que se liquide, por ejemplo, una institución, inútil y costosa, por simple decreto, sin diálogo con la base de la emigración, con sus representantes auténticos-, esto semejaría a un cambio de táctica y no de criterio profundo de una política, que debe servir realmente a todos los emigrantes», nos explicó otro responsable.

En espera de cambios serios, el censo de las realizaciones aún vigentes, pero que corresponden a etapas anteriores de la política de migración, acrecienta el descontento. Entre los «tinglados» más irritantes para el mundo de la emigración figuran tres dedicados, teóricamente, a la educación de los hijos de los emigrantes y otro a la animación social y cultural: el colegio llanido «Chateau de la Valette», el «Colegio de la Rue de la Pompe», aún en construcción, en París, y el «Colegio Español de Lyon», ya realizado. Estas tres instituciones, en el mejor de los casos, educarán a 2.000 de los 130.000 niños españoles residentes en este país. Los tres colegios, más la «Casa de España» ubicada en la capital francesa, se calcula han costado a los españoles unos mil millones de pesetas.

Por lo que se refiere a la educación, los 2.000 alumnos privilegiados de los centros referidos recibirán una educación totalmente española. A los demás (128.000) se les ofrecen clases suplementarias, después de sus estudios en los colegios franceses, por algo más de trescientos maestros.

La «Casa de España» constituye un «modelo» de la política que ha venido ofreciéndosele al mundo de la emigración, situada en la zona cosmopolita de París, al lado de la embajada de España, fue inaugurada por el rey, don Juan Carlos, cuando visitó este país el pasado mes de octubre. Ya entonces, algunas asociaciones de emigrantes denunciaron: «Este organismo, que se dice va a ponerse al servicio de los emigrantes, no tiene más objeto que taparle los ojos al Rey, como de costumbre, con apariencias deslumbrantes». Lo cierto es que, en estos momentos, la «Casa de España» no sirve para nada, es decir, aún sigue cerrada, y, según nos han informado fuentes competentes, es muy posible, por no decirseguro, que no funcionará nunca.

Otro caso, motivo de tensión preferente, lo constituye el «Colegio de España», en la ciudad universitaria Parisiense, cerrado desde 1968, como consecuencia de la ocupación provocada por la «revolución» de las barricadas. Actualmente el Gobierno español es diana de presiones dobles, por un lado, las autoridades francesas acucian a las españolas para que abra de nuevo el centro que albergaría a unos 150 estudiantes. Los franceses consideran que su prestigio y el español sufren con una política de «cierre» que se considera injustificada. Por otro lado, la ADEEP (Asociación Democrática de Estudiantes Españoles en París) forcejea continuamente en el mismo sentido.

Las nuevas autoridades, responsables de la emigración, se han manifestado dispuestas a una renovación que consistiría en aplicar una política que podría resumirse en tres puntos esenciales: sanear, es decir, evitar los despilfarros económicos y los fraudes que han sido pan cotidiano hasta la fecha; segundo, racionalizar los gastos, y tercero, suprimir las inversiones innecesarias.

«Pero todo esto, se insiste, sería una nueva política paternalista si no se cuenta con los emigrantes. Países veteranos en la emigración, como Italia, no crean ni «casas» ni «hogares», que, como ocurre con la FAEEF (Federación de Asociaciones de Emigrantes Españoles en Francia), son organismos paraestatales. Las instituciones deben venir de la base, y, en todo caso, que el Gobierno las subvencione, sin la contrapartida del control.»

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