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La Cámara Santa de la catedral de Oviedo, expoliada

«Esto no es un robo a la catedral, sino a Asturias y a España entera. En una noche nos han robado el arte más valioso y la historia de hace diez siglos», dice el sacerdote José Franco, sacristán mayor de la catedral de Oviedo.

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Una constante cotidiana

En la madrugada del miércoles varios ladrones entraron en la catedral, según se cree, por la torre románica de San Miguel, que se encuentra actualmente en obras, y tras emplear una escala de cuerda y forzar varias puertas y verjas, penetraron en la Cámara Santa. Una vez allí, tras destrozar completamente la Cruz de los Angeles, la Cruz de la Victoria y la Arqueta de las ágatas, se llevaron la capa de oro puro que las recubre, así como las innumerables piedras preciosas que tenían incrustadas. Aunque el valor material de lo robado es incalculable, por tratarse de piezas únicas en el país, tanto en lo artístico como en lo histórico, se ha llegado a apuntar la cifra de 10.000 millones de pesetas.«Lo verdaderamente triste es que este gran tesoro artístico haya quedado a expensas de cuatro ladrones vulgares sin el menor escrúpulo, que han destrozado por completo las piezas, haciendo imposible su restauración. Se acabó la Cámara Santa», comentaba José Suárez Caso, catedrático de la facultad de Filosofía y Letras y ex rector de la Universidad de Oviedo.

Se descubre el robo

«Llegué, como de costumbre, a las siete y media de la mañana -declara Julia Artiviello, que lleva diecisiete años como empleada de la limpieza en la catedral-, vi una cuerda colgando del pequeño balcón desde el que en Semana Santa se muestra el santo sudario y la puerta que conduce a la Cámara Santa descerrojada. Subí y me encontré con un desbarajuste: las cruces y el arca estaban rotas y esparcidas por el suelo, y las reliquias pisoteadas.»

Los ladrones, sobre los que hasta el momento la policía no tiene más pista que una pequeña llave encontrada en el lugar, utilizaron cuerdas y palanquetas procedentes de la obra exterior cuyo andamiaje aprovecharon para introducirse en la catedral. Además de las joyas robadas forzaron todos los cepillos del templo e intentaron, sin éxito, abrir la caja fuerte. En la Cámara Santa, que carece de dispositivo de alarma, despreciaron las piezas de plata, así como el santo sudario protegido en una vitrina, que comprobó más tarde el arzobispo Gabino Díaz Merchán, permanecía intacta.

«El cabildo de la catedral -dice José Franco- siempre expresó su temor por la falta de vigilancia en que se encontraba la Cámara Santa. Nuestras demandas de ayuda al Ayuntamiento, Diputación, Gobierno Civil y demás organismos competentes pidiendo protección adecuada para el lugar nunca fueron atendidas. A raíz del robo en la catedral de Murcia volvimos a insistir en ello. Se pidió para el lugar una plaza de sereno, pero no nos hicieron caso.»

Ante tal despreocupación, el cabildo no disponía de fondos para dotar de vigilancia por su cuenta a la catedral, ya que sólo recibe del Estado 40.000 pesetas anuales para conservación y limpieza.

Por la tarde, a la puerta de la catedral se encontraban numerosos turistas que, como todos los años por estas fechas, acuden a visitar la Cámara Santa. No pudieron entrar. Se habían robado las joyas más preciadas. Una pérdida inestimable para la que ayer los asturianos no encontraban palabras.

Por su parte, la prensa venía insistiendo en la total falta de vigilancia que existía, pero no se tomó ninguna medida al respecto.

Las piezas robadas

Las principales joyas destrozadas por completo por los ladrones, que según parece conocían muy bien la catedral, son las siguientes: Cruz de los Angeles: joya calificada como una de las más preciosas y notables de toda la cristiandad medieval. Es de oro puro, con más de 120 piedras multicolores (48 de ellas, preciosas), incluidos camafeos y perlas incrustadas. Las chapas de oro que cubren un armazón de madera de cedro -lo único que se ha salvado- tiene una finísima filigrana de oro. Fue construida por orfebres godos en tiempos de Alfonso II el Casto y figura en el escudo de la ciudad.

Cruz de la Victoria: que según la leyenda llevó Pelayo en la batalla de Covadonga. Fue mandada cubrir con chapas de oro puro por Alfonso III el Magno, en el año 908, y estaba recamada con piedras preciosas. Forma parte del blasón del principado de Asturias (se salvó el armazón, que es de madera de roble).

Arca de las ágatas: del siglo X. Es una armadura de madera de peral cubierta de oro puro, plata y con esmaltes magníficos, y 82 piezas de ágata (se salvó la base de plata repujada y varias piezas sueltas de ágata).

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