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Un paso umente hacia la legalización de la historia

Con la atención y, el interés que merece la importancia del tema y del autor, leía en EL PAIS del 15 de este mes el artículo « La legalización de la historia» de Juan Marichal. Lo guardé con mucho cuidado y lo pongo hoy sobre la mesa para dar y pedir la adhesión manifiesta que exigen y no suelen tener demandas como esta. Aquí va la palabra «demanda» en sus dos acepciones principales.Sintetizando la síntesis de Marichal -y es una pena tener que dejar en un seco muñón su brevedad jugosa Y suficiente-, lo que en este artículo se reclama es: «la compensación material y moral debida a numerosos ciudadanos perseguidos o profesionalmente humillados en las décadas caudallistas «Legalizar la historia que esos espanoles encarnaron ( ... ).» « Defender el legado histórico de la Segunda República ( ... ). »

La «legalización de la historia», la defensa del legado histórico de nuestra Segunda República tiene muchos trámites (aparte la ceremonia simbólica de traer a su tierra natal los restos de los dos únicos presidentes que tuvo nuestra legítima, tímida, imprevisora e indefensa República). El trámite primero -que ya está ejerciendo, con diligencia y abundancia, en prensa, libros, conferencias. actos públicos- es restablecer la verdad pertinazniente e inipunemente conculcada durante lols cuarenta «mal llamados años» (los de Fernando VII fueron sólo dos y algunos otros salteados). Por mucho que debamos recomendar la «reconciliación», no se puede olvidar en unos meses -ojalá se pudiera en algunos años- el monstruoso genocidio de la guerra iniciada el 36 contra la República, la simultánca represión, la posterior fría e innecesaríamente prolongada y las desoladoras conseuencías del destierro -que dice Jorge Guilién y digo yo, porque eso del «exílio» es, por el momento histórico en que nació la palabreja, un neologismo macabro.

Las matanzas y cárceles de guerra y de posguerra no tienen ya reparación posible. Los sufrimientos y las secuelas personales y nacionales del destierro de centenares de miles de españoles son, también absolutamente irreparables en muy mayoritaria proporción. El empobrecimiento cultural en que dejaron a España los incontables «trabajadores de todas clases» -profesores destacados, poetas, escritores, científicos, profesionales de toda profesión, artesanos especializados, etcétera, que tuvieron que llevar sus talentos, sus saberes y sus manos a los centros de ensenanza v de trabajo americanos dejando a los nuestros en la pura miseria. sólo tiene remedio a largo plazo: la sustitución progresiva completa y eficaz.

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Pero hay una pequeña parte. muy pequeña, relativamente reparable: personas despojadas de sus derechos, personas que viven todavía junto a pirámides de muertes.Tienen prisa: a poco que esa relativa reparación se retrase. no quedará ya para contarlo nada ni nadie de los afectados.

Muy bien el inventarlo de «el legado histórico de la Segunda República». Se está haciendo ahí están, entre otros recordatorios, los cuatro tomos de El exilio español del 39. Se seguirá haciendo hasta «marcar el cierre definitivo de cuatro décadas de insolidaridad nacional», corno propone Marichal.

Se cerró el ciclo y la oportunidad de homenajes frustrados a personas ilustres que murieron de bala, de cárcel. de destierro. Eran recordatorios útiles por resonantes más resonantes por frustrados dentro y fuera de España. Ya no. Las elecciones cortaron el ciclo y en Iugar de abrir otro de ese tipo se debiera cerrar el negro círculo con un arco de triunfo o algo así que llevara muy alta, en grandes letras, esta inscripción: En menioria de las innúmeras víctimas desconocidas de la guerra incivíl, de la represión y del destierro, 1936-1937.

Y paso a mi pequeño, muy pequeño sector de acreedores aún vivos, para los que hay todavía una relativa reparación, muy pequeña, muy fácil, muy justa y muy urgente.

Señor Ministro del Trabaio, estimado señor Jiménez de Parga (esto de «estimado señor» no es aquí mera fórmula: todos sabemos que Jiménez de Parga no es nuevo en la defensa, a todo riesgo, de las libertades democráticas): todavía llega usted a tiempo, todavía eso de las Mutualidades Laborales y sus magras pensiones dependen, creo, del departamento ministerial que acaban de encajarle a usted. Y le llevo este sencillo pleito:

Seguramente ignora usted no tenía por qué saberlo - que hace cinco o seis años empezó a caminar -despacio a trancas y barrancas- una «Mutualidad Laboral de Escritores de Libros». Para llegar a funcionar así pasaron varios años de forcejeos y regateos entre una representación de los editores, nuestros empresarios eventuales, tan acostumbrados a la hora de las cuentas, a pagar lo menos posible la materia primarísinia de su industria, y en la acera de enfrente, aunque debiera ser en la misma, los escritores. representados por Angel María de Lera, que llevó la lucha hacia la Seguridad Social después de que la poderosa Sociedad de Autores le diera calabazas a Federico Carlos Sainz de Robles en su pertinaz pretensión varios quinquenios duró de incluir en ella a los pobres del gremio, los muy poco rentables autores de libros.

Nuesta Mutualidad de Escritores de Libros - General Mola, 34 ,- tan trabajosamente conseguida, tan pobre, pero honrada y vergonzante, es "de régimen especial", lo que no quiere decir superioridad, como algún ingenuo pudiera pensar por tratarse de es-cri-to-res: mutualidad "de régimen especial" quiere decir mutualidad "discriminada", pero hacia abajo, en inferioridad de "prestaciones" con respecto a las de régimen general": no tenemos, por ejemplo, el seguro de enfermedad, por malo que sea, y a la hora de una subidilla de pensiones inversamente proporcional a la cuantía de las mismas, cuando a los jubilados de la nuestra nos hubiera correspondido en la de junio último un 22%, nos han subido un 10%, de 6.375 a 7.015.

Pero no es para esto que yase arreglará cuando muchos no lo veamos, porque somos viejos y algunos muy enfermos: no es para esto para lo que le pido, señor ministro del Trabajo, muy estimado señor Jiménez de Parga, una reparacíón urgente, muy urgente y que entra de lleno en el fondo del artículo de Juan Marichal y en el principio de este alegato mío.

En una de las varias disposiciones de la Dirección General de Mutualidades que precedieron a la puesta en marcha de nuestra mutualidad «de régimen especial» se anunciaba que posteriormente -cito de memoria- podrían afiliarse a ella los escritores españoles residentes en el extranjero que publicarán sus libros en Espana.

Sarcástica concesión de cumplimiento no llegado en cuanto a los escritores espanoles residentes en el extranjero a consecuencia de la guerra. Esa posterioridad indefinida iba camino de perder cuatro letras y ser posteridad. En varlos Casos ya lo es, ya lo fue. Corpus Barga, el gran periodista y gran autor de libros varios de ellos publicados en España durante los últimos quinquenios, clamaba últimaniente desde el Perú su aspiración a reforzar un poco su pensión de ex profesor de la escuelit de periodismo de Lima para poder traer a Madrid su vejez extremadsa y asmática. Y en Lima murió hace dos años escasos, a los 80, sin ese pequeño alivio que nos presta la Mutualidad de Escritores, a los residentes en España. Murió mientras Víctor de la Serna, Camilo José Cela y Augusto Assía le estaban gestionando la reposición en tal Asociación de la Prensa.

Todavía quedan unos pocos, muy pocos, todos con muchos años. Algunos han vuelto ya, pero después de prescribli el breve plazo que para acogernos a una claúsula de consolación se nos dió, a los que habíamos rebasado la edad de cotizar. Entre los pocos que quedan voy a citara a cuatro que conozco de cerca que «tienen nombre de mujer» María Teresa León autora de muchos y buenos libros, publicados unos en el destierro, otros, desde hace pocos años, en España, Rosa Chacel, cuya obra de alta categoría está hoy en pleno auge: Ernestina de Champourcin, buena poetisa, escritora de la generación del veintisiete (que también volvió ya, pero no a tiempo), Mercedes Guillén, todavía residente en París, autora, entre otras cosas, de un Picasso publicado hace años, en edición «de lujo» por una editorial española, y más recientemente reeditado en libro de bolsillo por otra editorial española. Hay otros varios, y muy importantes, del destierro forzado del 39, y del relativamente voluntario producido en años posteriores. Sus altos nombres los conocemos casi todos.

Señor ministro del Trabajo, muy estimado señor Jiménez de Parga: hace casi dos años, la Mutualidad Laboral de Escritores de Libros presentó a la Dirección General de Mutualidades una propuesta para la actualización de su estatuto con algunas correcciones importantes (entre las cuales supongo que estará, y si no habrá de estar, la que aquí le denuncio). La Dirección General de Mutualidades ha ido aplazando esa propuesta -que ya se habrá quedado corta- de nuestra discriminada Mutualidad de Escritores basándose seguramente en la provisionalidad de la situación (la provisionalidad es aquí casi sienipre la única seguridad segura), sin pensar en la «provisionalidad» de vida de los escritores del destierro.

Señor ministro del Trabajo, muy estimado señor Jiménez de Parga: antes de que una vez más, o varias veces más, sea demasiado tarde, antes de que la anunciada reforma de la Seguridad Social, cosa tan ardua que llevará, supongo, mucho tiempo, saltando los acostumbrados y cachazudos límites burocráticos, resuelva usted este «pequeño» asunto.

Otros de mucho mayor alcance político, social, económico, se han decidido «urgentemente» por decreto. Ni un decreto hará falta para este fácil, corto, pepequeño pero significativo paso en el camino de la «legalización de la historia».

Posdata necesaria

Este memorial que acabo de dirigir al señor ministro del Trabajo es pura intromisión. De los pocos escritores desterrados que todavía viven y pueden y deben recibir la modesta "compensación" pecuniaria de que se trata, sólo conozco a dos o tres que, por mi, saben de la existencia de nuestra mutualidad, de su mutualidad, Probablemente hay alguno más, que, aun conociéndola, no hace tampoco nada por reclamar el cumplimiento de su derecho. Probablemente la mayoría de esta ya exigua minoría no lo necesitan materialmente. Pero es algo que se tiene, repito, derecho indiscutible a recibir y obligación moral de reclamar, aunque fuera sólo por solidaridad con los que, materialmente, lo necesitan. Sin poderes notariales ni siquiera verbales salvo en dos casos, los reclama por ellos ésta su entrometida colega.

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