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El ciclismo español, sólo un recuerdo

¿Dónde está el ciclismo español? ¿Qué se ha hecho de él? Son dos preguntas que muchos aficionados se hacen ya con insistencia en cuanto se comenta estos días algo del Tour. Si éste tiene ya de por sí un interés limitado, la discreción española -su discreto encanto- lo oscurece aún más.En lo que va de temporada y al margen del actual Tour, los ciclistas españoles han intervenido en once pruebas de entidad, entre las celebradas en nuestro país y fuera de él. El balance no ha podido ser más lamentable. Sólo se produjo una victoria absoluta, la de Linares en la Vuelta al País Vasco, pero con una participación extranjera ridícula. Thurau ganó la de Andalucía; Johansson, neoprofesional sueco campeón olímpico en Montreal, la de Levante; Maertens, Semana Catalana y Vuelta a España. Todos ellos «abochornaron» sin resistencia. Ya fuera de nuestras fronteras, lo único destacable español fue el premio de la montaña ganado en el Giro por Fernández Ovies, un escalador novato, que aún no sabe bajar las cumbres dominadas. El resto, París-Niza, Tirreno-Adriático, Giro de Normandia, Dauphine Liberé y Vuelta a Suiza, ha resultado un rosario de decepciones.

En realidad no es de sorprender. El ciclismo español siempre estuvo encaminado -mal, por cierto- a las tres grandes vueltas, y gracias a que aún existían escaladores, hombres capaces de destacar con diferencia en una parte fundamental del deporte de la bicicleta, se tenían triunfos. No importaba hacer el ridículo antes en las clásicas de un día, a las que se llegaba -si es que se iba- sin preparación y «a prepararse», cuando los c9rredores extranjeros ya iban preparados y «a ganar». Todo se disculpaba con una hazaña de Bahamontes o de Fuente. lPero ahora, desde hace tres años por lo menos, ya no se gana en ningún lado.

Lo mismo que el boxeo, el ciclismo es un deporte demasiado duro y sacrificado, sin que la rentabilidad esté asegurada más que a unos pocos. Hay un evidente déficit de vocaciones ciclistas y como ya no salen esas superfiguras, el ritmo y la fuerza del ciclismo allende nuestras fronteras arrolla. Bastantes veces se ha repetido ya que no es lo mismo correr en España que fuera. Es como si aquí se andara y allí se volara. Para los Maertens, Thurau y compañía venir a carreteras españolas y vencer a su antojo no representa ningún problema. Ahora, en el Tour, todo el ciclismo español depende de un Galdós irregular siempre. noveno en la general, a más de tres minutos del liderato, y con más contra reloj que montaña por delante. Bien poco es.

En España, además, donde se prefiere el coche y la moto ruidosa a darse un paseo en bicicleta; donde no existe en ningún lado la más mínima facilidad para circular con ella, pues lo más que se consigue es contaminarse uno al tratar de no contaminar a los demás, tampoco se valora el ciclismo, ni siquiera el de esparcimiento. Como mucho, la aburrida bicicleta fija. España, no es nuevo, quiere el espectáculo de las figuras. Si éstas fallan, lo olvida. El ciclismo español ya es sólo un recuerdo. Lógico.

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