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Ni socialistas ni centristas intervinieron en el encuentro del presidente Suárez con Tarradellas

Existía ayer coincidencia de criterios en los medios políticos catalanes y entre los colaboradores directos de Tarradellas consultados por nosotros en señalar que en el inesperado viaje de Tarradellas a Madrid no desempeñaron ningún papel los socialistas catalanes ni, desde luego, la Unión de Centro Democrático, pese a la información facilitada en este sentido por Presidencia del Gobierno, la cual era enérgica y razonadamente desmentida. Tarradellas habría obrado como reacción a los últimos acontecimientos políticos catalanes y utilizando unos canales de contacto con Suárez establecidos el pasado mes de noviembre gracias al financiero catalán Manuel Ortínez Mur. La existencia de este mediador había sido revelada por EL PAIS (véase EL PAIS de 22 de febrero de 1977).

El propio Tarradellas reconoció ayer en unas manifestaciones a Radio Barcelona que en la organización del viaje y la preparación de sus contactos con el Rey y Adolfo Suárez «no ha intervenido nadie que no hubiese intervenido antes». Con la expresión «antes» aludía a los contactos establecidos entre él y Suárez -con conocimiento expreso del Rey y gracias a la mediación de Manuel Ortínez- el pasado mes de noviembre. Aquellos contactos fueron revelados por nuestro periódico, que dió a conocer el decisivo papel jugado en los mismos por Manuel Ortínez, en cuya casa durmió ayer Tarradellas, en la madrileña colonia de El Viso.Las manifestaciones de Tarradellas de los propios hechos disminuyen el protagonismo que Presidencia del Gobierno quiso dar a Carlos Sentís en la operación llevada a cabo anteayer. Sentís, en efecto, obró según pautas ya acordadas y, sin duda, movido por deseos personales basados en su vieja amistad con Josep Tarradellas.

En las importantes manifestaciones efectuadas a Radio Barcelona, Josep Tarrajellas precisó que aquellos contactos en noviembre -establecidos con finalidad de restaurar la Generalitat de Cataluña antes del proceso electoral del pasado día 15- fueron «interrumpidos debido a unos hechos políticos independientes de la presidencia de la Generalitat. Ya saben ustedes -añadió Tarradellas- que existió la comisión de los nueve y que algunos políticos catalanes consideraron que habían de participar en la misma en contra del parecer de la presidencia de la Generalitat».

Una vez más, Tarradellas aludía muy críticamente a Jordi Pujol y a los comunistas catalanes con una afirmación que, tomada en sentido estricto, podría equivaler a considerar a Jordi Pujol y a los comunistas catalanes responsables del no restablecimiento de la Generalitat de Cataluña antes del 15 de junio.

Suárez acepta

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En efecto, supimos de fuentes fidedignas que Adolfo Suárez había aceptado en principio la idea brindada por su amigo personal Manuel Ortínez de restablecer la Generalitat de Cataluña antes de las elecciones, lo cual se interpretaba por el Gobierno como una medida estabilizadora de la Monarquía en Cataluña, así como facilitadora de la cohesión política catalana.

Legitimidad histórica

En otoño -puede afirmar ahora con todo conocimiento de causa EL PAIS- existió ya un plan formal en este sentido. Consistía en conseguir que los presidentes de las diputaciones catalanas se reuniesen para crear una mancomunidad de diputaciones de Cataluña, precisando que, «por razones históricas, dicha mancomunidad debería llevar el nombre de Generalitat de Cataluña». Las mencionadas razones históricas existen y se remontan al siglo XIII, cuando todos los pueblos de España, desde luego, vivían bajo monarquía.

Los mismos presidentes de diputación tenían que haber propuesto entonces que Josep Tarradellas fuese designado por decreto-ley presidente de esta recreada Generalitat de Cataluña. Así se conjugaba la legitimidad histórica procedente de la II República y la resultante de la situación fascista. Su similitud con el proceso llevado a cabo en la «reinstauración» de la Monarquía por el general Franco es obvia.

Todo ello era -y continúa siendo- jurídicamente posible, mediante aplicación de la vigente ley de Bases de Régimen Local. La Generalitat recreada por este procedimiento rebatidamente simple tendría, desde luego, muy pocas posibilidades -exactamente la suma de las que poseen las actuales cuatro diputaciones catalanas-, pero tal hecho también sucedió entre el 14 de abril de 1931 y septiembre de 1932, obteniéndose, no obstante, un resultado político de inconmensurable valor.

Recreada la Generalitat y reinstaurado Tarradellas en el palacio de la plaza de San Jaime de Barcelona, se iniciaría el proceso de elaboración de un nuevo estatuto de Cataluña basado en las «instituciones y principios del de 1932». Dicho estatuto -al igual que sucedió con el de 1932- tendría que ser elaborado por una comisión ad hoc, para ser posteriormente piebiscitado y finalmente aprobado por las Cortes españolas.

Este programa de acción había sido establecido antes de las elecciones y contaba con la acepiación, en principio, del presidente Adolfo Suárez. La presencia de Jordi Pujol en la comisión de los nueve fue el elemento clave que impidió, según fuentes muy directas, la aplicación de todo este proceso. Lógicamente el proceso existente, sobre el papel, hasta ahora no contempla la existencia de los parlamentarios elegidos por el pueblo el pasado día 15, quienes además han constituido una asamblea de parlamentarios. Ahora podría darse alguna beligerancia a esta asamblea partiendo de la base que fuese ella la que opusiera al Gobierno formalmente el nombramiento de Josep Tarradellas como presidente de la Generalitat.

Precisamente existía ayer absoluta coincidencia de criterios en diversos medios políticos catalanes consultados en el sentido de que si algún problema puede ensombrecer -por segunda vez consecutiva- este proceso sería algún partido o personalidad política existente en Cataluña, principalmente el PSUC. En efecto, si bien los parlamentarios comunistas votaron la designación, en 1954, por parte del parlamento autonómico de Josep Tarradellas como presidente de la Generalitat, sus relaciones con Tarradellas son proverbialmente conflictivas.

Esta conflictividad podría ser debida en el terreno de los hechos inmediatos al hecho de que Tarradellas podría homogeneizar a una izquierda moderada, no comunista, cuya escasa articulación actual beneficia al PSUC. Por otro lado, los dirigentes del PSUC -cuya dependencia del Partido Comunista de España es obvia- estarían interesados en utilizar su fuerza electoral en Cataluña para potenciar la escasa presencia en este terreno del Partido Comunista de España. La creación de juego político catalán plenamente diferenciado disminuiría la capacidad de apoyo del PSUC a los comunistas españoles.

Una coincidencia de política entre Jordi Pujol y los comunistas catalanes -tal como se vio en la noche que precedía a la consulta electoral, en el transcurso de una importante reunión celebrada en casa del industrial Pedro Duran Farell (véase EL PAIS de 16 de junio)- podría volver a determinar una situación política parecida a la existente en ocasión del gran debate en torno a la comisión de los nueve.

No obstante, por parte de Jordi Pujol la capacidad actual de protagonizar un enfrentamiento con Tarradellas es muy inferior a la existente antes de las elecciones. Es evidente que el resultado electoral ha probado que su coalición -que actualmente cuenta con sólo siete diputados- no es en absoluto hegemónica. Por otro lado, Pujol no podría ahora frenar un proceso de afirmación catalana y, de hacerlo, su partido, autodefinido como «nacionalista», podría simplemente desaparecer.

Una vez más los socialistas catalanes se sitúan en el eje de la cuestión. Sus proverbiales vacilaciones y su incapacidad para asumir el protagonismo-que les dio las urnas -probado al no proponer la manifeslación propugnada y al no organizar el viaje a Madrid de Tarradellas- continúa posibilitando la aparición de nuevas confusiones.

Supimos que anteayer por la tarde los principales dirigentes socialistas catalanes intentaban obtener alguna información por mínima que fuese acerca de la llegada a Madrid del señor Tarradellas, ya que ellos carecían de datos al respecto.

Es de señalar que el papel de los diputados de Unión de Centro Democrático -pese a las informaciones marcadamente deformantes de Presidencia del Gobierno aludiendo a que el viaje era una «operación Sentís»- tiene unas cotas francamente bajas que no puede superar, particularmente en unos momentos en que Tarradellas reaviva el sentimiento popular de reafirmación catalana.

Anoche estaba reunida en el Palaii de la Generalitat, sede de la Diputación Provincial de Barcelona, la comisión permanente de la Asamblea de Parlamentarios. Estaban presentes quince de sus diecinueve componentes, en ausencia de los tres diputados de UCD retenidos en Madrid y de un diputado del PSOE. A su llegada al Palau fueron recibidos por Juan Antonio Samaranch, presidente de la Diputación de Barcelona.

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