La oportunidad de devaluar
El que una vez más nuestra sufrida y modesta peseta va a ser devaluada próximamente, parece claro. Indicios tan evidentes como los rumores recogidos por la prensa nacional y extranjera, las reticencias que encuentran los viajeros españoles a que les sea aceptada su moneda en el exterior o las dificultades que ponen los propios bancos nacionales para facilitar divisas, son señales inequívocas. Por otro lado, tal medida podría, en opinión de muchos, ser inevitable como consecuencia del creciente índice de endeudamiento exterior y de la progresiva pérdida de competitividad de nuestros productos cara a su exportación, provocada por la mayor alza interior de precios y por la caída que en los últimos tiempos han experimentado las tasas de productividad nacional. En cualquier caso, tales afirmaciones son cuestionables a tenor de lo ocurrido con la tasa de cobertura del comercio exterior, que ha venido evolucionando positivamente en los últimos meses.Solución de emergencia
Con la decisión de devaluar se pretende abaratar nuestras mercancias cara a la exportación y encarecer las procedentes del exterior, lo que podría, en principio, servir para de un lado, disminuir el déficit de nuestra balanza de pagos y, al mismo tiempo, a fomentar las ventas hacia el exterior, creando una demanda adicional que puede ayudar a su vez a paliar otro.de nuestros más acuciantes problemas socioeconómicos: el paro. Pero no por ello debe de dejar de considerarse la devaluación como una solución de emergencia, ineficaz en el sentido de frenar las importaciones y cargada de consecuencias negativas, como son: el inmediato aumento de la inflación en el interior, el desprestigio de nuestra moneda y el aliento que tal clima crea para la evasión de capitales. Sus efectos son, asimismo, enormemente dañinos para aquellos sectores inversionistas que han recurrido al crédito exterior, pues el mayor, coste que representa la amortización de sus deudas pueda.causarles daños irreparables. Por tanto, no revela otra cosa que un fracaso de la política económica nacional.
Inoportunidad, ahora
Por otra parte, y a nuestro entender, una decisión en tal sentido realizada en estos momentos no podría ser más inoportuna y equivocada, pues habiendo comenzado y a la temporada turística, esta devaluación, que por su precipitación, difícilmente serviría para atraer hacia España nuevos visitantes, haría que los que hubieran decidido venir necesitaran cambiar menos divisas para obtener la misma cantidad de pesetas con las que sufragar sus gastos de permanencia, dándose por tanto la paradoja de que con tal medida nuestras arcas recibirían menos recursos en el caso de devaluar, que en el de mantenerse la paridad hasta después del verano.
Las prisas por descargar al nuevo equipo económico de una decisión antipopular, no creemos que sea suficiente justificación como para precipitar tal decisión, adelantándola al momento del año en que sus efectos son más perniciosos.
Evidentemente, hay otras soluciones alternativas al problema, muchísimo más eficaces y, de entre ellas, sin lugar a dudas, la más beneficiosa es la de reducir las tasas de inflación, pero es sabido que tal solución requiere tiempo; la aceptación colectiva del sacrificio, más aparente que real, que implican las medidas antiinflacionarias y, sobre todo, grandes dosis de imaginación; y únicamente el logro de tal objetivo puede obtenerse tras algunos años de clarividente esfuerzo. España necesita urgentemente una, política económica de contención de precios y costes, valiente y sin concesiones y que, al mismo tiempo, pueda gozar de la necesaria credibilidad general, pero en ningún caso se podrían obtener los resultados de tal acción con suficiente rapidez como para compensar el terreno perdido.
Fomento a la exportación
Otra forma alternativa de enfocar el problema consiste en realizar un esfuerzo para usar al máximo las posibilidades de fomento a la exportación que aún no han sido plenamente utilizadas. El lanzamiento de nuestra industria a conquistar nuevos mercados resulta en estos momentos vital para la economía del país y, por ello, deberían de ponerse a disposición de nuestros exportadores, recursos y medidas análogas a las que ya de antiguo disponen nuestros competidores europeos, e incluso mayores a ser posible, al objeto de compensar nuestro ligero atraso en materia de tecnología.
Mucho nos tememos que en estos momentos cualquier esfuerzo para evitar la devaluación va a resultar inútil, pero al menos esperamos que lo sea por última vez, y no una operación que habrá de repetirse de año en año, para lo cual, las soluciones alternativas no deberían dejarse de lado, sino aplicarse con simultaneidad.
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