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El Centro de Educación Especial de Aravaca, financiado por el INP, no rehabilita a los subnormales

Un centro de educación especial -la Residencia Escuela Infantil de Psicopedagogía-, instalado en el kilómetro 9,500 de la carretera de La Coruña, está funcionando en unas condiciones que no son las adecuadas para el fin para el que fue creado, según una comisión de sus trabajadores. El Instituto Nacional de Previsión, con quien mantiene un concierto de asistencia y de subvención, asegura que no ha tenido hasta el momento ningún tipo de reclamación sobre la asistencia que se presta en el centro ni sobre el sistema de enseñanza y rehabilitación que en él se sigue.

Un escrito hecho público por un grupo de trabajadores de la Residencia Escuela Infantil de Psicopedagogía, sita en la carretera de la Coruña, en el kilómetro 9,500, en el e término municipal de Aravaca, entregado a EL PAIS, intenta aclarar las condiciones de vida que se desarrollan en este centro de educación especial -destinado a la rehabilitación de niños de 3 a 14 años años con cocientes intelectuales inferiores a lo normal, problemas psicopedagógicos o caracteriales o que son sordos, hipoacústicos, dislésicos o con problemas de lenguaje, «una especie de cárcel en muchos sentidos», según dicen ellos mismos. «Lo más curioso, añaden, es que en el centro hay un régimen de vida que es el que funciona y otro, muy distinto, que es el que debiera funcionar y que sirve para enseñar a los padres o a aquellas personas que acuden a visitarlo.»Según la delegación madrileña del Instituto Nacional de Previsión, en el centro reciben asistencia rehabilitadora a su cargo 150 niños comprendidos entre las dos edades citadas. Cincuenta de ellos lo son en régimen de internado, en tanto que el resto son mediopensionistas. Según el régimen de internamiento en el centro, el INP abona al centro, a través de su directora, la doctora Dionisia Plaza, 1.900 pesetas por día, para los internos y 1.100 pesetas, también por, día, en el caso de los niños sujetos al régimen de media pensión. Según el concierto suscrito el 21 de mayo de 1973, los internos lo son a partir de los cinco años y los mediopensionistas, a partir de los tres. Y, además, han de ser niños que se valgan por sí mismos y puedan ser recuperables.

Durante el año 1976, también en datos del Instituto Nacional de Previsión, fueron atendidos 1.420 enfermos que causaron un total de 41.044 estancias en régimen de internamiento, que arrojan una cifra de promedio de estancia entre veintiocho y veintinueve días cada uno. En régimen ambulatorio, se atendieron 1.661 niños en un centro «bien montado y en debidas condiciones.

Sin embargo, frente a los datos estadísticos del INP, los trabajadores del centro aducen que el método empleado por la directora de la escuela y que todo el mundo debe seguir a rajatabla -se habla de que ha vendido mil de estos métodos en Chile- es profundamente antipedagógico y que está basado únicamente en el mantenimiento a ultranza de la disciplina. «La disciplina, dicen, es lo más importante. Para mantenerla, si es preciso, se llega, en ocasiones, a pegar a los niños. Claro está, este sistema conduce a que el niño no se pueda recuperar. Incluso se han llegado a apreciar regresiones en alguno de los enfermos allí internados». Esta regresión, para los trabajadores del centro, se refleja en una «extrema agresividad, apatía completa, falta de motivación para juegos u, otro tipo de actividades, ausencia cada vez más acusada de imaginación, creatividad, capacidad de comunicación, etcétera.»

Según afirman las mismas personas que se ocupan del cuidado de los niños, «el baloncesto única mente existe a efectos decorativos y para que las visitas que acuden al centro vean que hay algo. Sin embargo los niños no ven, en todo el día, ni un solo balón porque se podrían hacer daño.

El método empleado, por otra parte, se basa, al parecer, en una repetición mecánica de movimientos.

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