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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las Fuerzas Armadas

LAS LEYES Fundamentales encomiendan a las Fuerzas Armadas un papel eminente y concreto: garantizar la unidad e independencia de la Patria, la integridad de sus territorios y la defensa del orden institucional. Esto reza el artículo 37 de la ley Orgánica del Estado. El 38 define la misión de su órgano máximo, la Junta de Defensa Nacional, que es la de proponer al Gobierno las líneas generales de seguridad y defensa nacional. El tema, pues, constitucionalmente está claro. La alta misión de las Fuerzas Armadas es la defensa de la Patria y del orden institucional que esa misma Patria se otorga, bajo la dirección del Gobierno, que a su vez ha sido nombrado por el Rey. Las Fuerzas Armadas no están por lo tanto por encima de la política, como algunas veces se ha dicho. Están en la política. pero no hacen política. Gracias a ellas. en parte fundamental. se puede hacer la política. Ellas son su garantía y defensa última, y de ahí su grandeza y su servidumbre. La magnitud de su poder corre pareja con la de su sacrificio. La Patria, esto es, la colectividad. bajo el imperio de la ley. marcada por la Corona, el Gobierno y el poder legislativo -que saldrá de las urnas el 15 de junio- delegan en las Fuerzas Armadas el monopolio de la fuerza. Ellas son las depositarias de esta responsabilidad.El proceso de reforma que España ha emprendido, bajo la dirección del Rey y del Gobierno, y con el refrendo del pueblo que va a elegir sus representantes, debe ser por lo tanto, no solamente respetado, sino protegido por las Fuerzas Armadas. Y este mismo proceso debe llegar al seno de ellas mismas. Para nadie es un secreto que las Fuerzas Armadas en España no sólo necesitan sino que exigen una reforma profunda. Reforma que consagre su modernización, su profesional ización al máximo, una dotación de medios al nivel exigido por la ciencia y la técnica militares de nuestro tiempo, una definición de misiones especializadas, unidad de mando y, por último, una adecuacíón en la estrategia del contexto occidental, al que España por historia, cultura y civilización pertenece.

Esto exige que termine la dicotomía entre las opciones políticas y profesionales en el seno de las Fuerzas Armadas. La política aquí se sitúa a otro nivel, nada tiene que ver con las ideologías, con los partidos, con las tendencias que operan en el seno de nuestra sociedad. Las Fuerzas Armadas deben tender a una profesionalización al máximo, que les permitirá además ejercer su propia política constitucional: proteger y defender la política de la nación. No se deben escatimar medios para colocarlas en el nivel exigido por su misión. Y proceder a una reforma que las dote de una profunda unidad -con la designación de un Ministerio de Defensa- y de capacidad de articulación internacional. Debe desaparecer, igualmente, la confusión entre defensa y orden público. La defensa es patrimonio de los tres Ejércitos; el orden público del Gobierno, a través de los cuerpos especiales que dependen del Ministerio de Gobernación. La Guardia Civil, por lo mismo debe someterse también a una reforma que clarifique sus deberes y dependencias.

Por último las propias Fuerzas Armadas deben defenderse ellas mismas de toda interpretación defectuosa de su misión, negarse rotundamente a ser utilizadas como símbolo o bandera de grupos o tendencias civiles que pretenden injusta y dolosamente monopolizar el patriotismo.

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Los centros de producción y difusión de la ideología autoritaria no son primordialmente militares, sino que están en la sociedad civil, alimentados por grupos sociales que tratan de instrumentar a las instituciones del Estado -y no sólo a las Fuerzas Armadas- para amparar y proteger sus intereses. Naturalmente, el decisivo papel que desempeñan estas Fuerzas Armadas y que acabamos de describir las convierten en un objetivo prioritario de estas campañas de intoxicación. Campañas que simulan ser de inspiración militar, en procedencia y contenido, pero que son en realidad una manipulación para endosar a las Fuerzas Armadas la paternidad de una criatura engendrada y criada por civiles.

Los productores de ideologías antidemocráticas -generalmente a la extrema derecha- se preocupan menos de elaborar una doctrina, que de rodearse de una simbología y de un ritual copiados o imitados de los valores militares. Pero nada tienen que ver en profundidad con ellos: son su lamentable caricatura.

Hoy, que se celebra por decisión oficial el día de las Fuerzas Armadas, es buen momento para decir que un ejército moderno y profesional, enralzado en la sociedad democrática, será el más firme defensor de la Corona, del pueblo y de la acción gubernamental, el más serio adversarlo de cualquier intento de implicar a los militares en la protección de intereses oscuros o en el establecimiento de un régimen autoritario. Un ejército, en una palabra, apartidista, pero profundamente político al mismo tiempo, con la alta misión política que la Constitución y las leyes le encomienden.

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