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Entrevista con Arias Navarro

( ... ) ¿Por qué ha elegido el Senado y no el Congreso para comparecer a las elecciones?-En esta vertiente de mi vida, con la serenidad para enjuiciar los problemas que me da mi experiencia de Gobierno, he considerado más adecuado el Senado, por verlo apartado del ímpetu y la agresividad que se empleará en el Congreso.

Los años van marcando el carácter de las personas y me atrae más el sosiego y la serenidad con que se podrá trabajar en el Senado.

-Hace tiempo que se especulaba con la posibilidad de su comparecencia junta a Alianza Popular. ¿Cuál ha sido el proceso que le ha llevado por último a tomar su decisión?

-Cuando dejé la Presidencia nunca pensé en volver a la política. Por Fraga he sentido siempre una gran, admiración. Tanto en su época como ministro de Información y Turismo, como cuando le llamé para la cartera de Gobernación. Pude comprobar entonces las cualidades excepcionales de este hombre. Es un verdadero huracán, su capacidad de acción es inverosímil.

Un día almorzamos juntos. No hubo proposiciones muy concretas. Pero en esa forma de hablar suya, que parece que habla en taquigrafía, me dijo que debería pensar en presentar mi candidatura porque para un sector del pueblo español mi imagen podía ser importante.

Le contesté que la imagen que pudieran tener los españoles de Carlos Arias no era mérito mío. Ante el toque de silencio, las palabras: «Va a hablar el presidente del Gobierno», y el anuncio de la muerte de Franco, el país estaba ya emocionado. La gente estaba con movida, no por lo que yo dijera, sino porque se había muerto el Caudillo. Era un sentimiento de orfandad que no tenía nada que ver conmigo.

-¿Qué imagen pueden tener los españoles de Carlos Arias?

-Quizá, la de un hombre honesto, bien intencionado, de lealtad inalterable al Caudillo... No me avergüenzo de ello, y se lo dije al propio Rey cuando Franco estaba enfermo: «Señor, no me pida lo que yo no podré hacer nunca. Decirle al Caudillo que ha llegado el momento de que entregue sus poderes. El Caudillo tendrá que salir con las botas puestas. De eso no cabe duda. »

No creo tener habilidad política. Llevaba razón Torcuato Luca deTena cuando hablaba de mi falta de picaresca. Es verdad: no sé manejar la picaresca para engañar a todos, o para engañar a unos sí y a otros no. Y eso en política a veces es indispensable. Por eso le dije a Fraga en principio que no.

El me recordó también mi gestión como director general de Seguridad, tarea de ambiente un tanto hostil, y mi gestión como alcalde de Madrid. El caso es que cuando nos despedimos yo le dije que estaba muy tranquilo al margen de la política, pero que lo pensaría.

-¿Y qué es lo que ha terminado por inclinar la balanza de forma afirmativa?

-Se han producido una serie de acontecimientos. Ya se siente verdadera alarma. He podido darme cuenta al pulsar opiniones. Este estado de desorientación, de inseguridad, de no fiarse ya unos de otros.

La conversación con Fraga dejó huella y debo admitir que la legaIización del Partido Comunista fue definitiva.

Cuando se ve la maniobra tan poco elegante de querer implicar al Tribunal Supremo, cuando se ve la forma de largar la noticia en ausencia de los ministros, no queda otro remedio que decidirse.

Todo esto fue pesando en mí. No sé si mi decisión me traerá consecuencias negativas y si algún día tendré que arrepentirme. Hoy por hoy tengo la conciencia tranquila. Sé que cualquier español que me vea por la calle no podrá decirme: «¿Es usted el que leyéndonos el mensaje de Franco nos dijo que nos mantuviéramos alerta? ¿Y usted ahora qué hace además de cultivar geranios en su finca de Aravaca? Usted es un mal español y nos ha engañado.»

Prefiero cumplir con mi deber a costa de lo que sea. Si por las maniobras de unos y otros no salgo elegido, al menos mi conciencia estará tranquila.

-¿Qué problemas le preocupan más de los que configuran la situación política actual?

-Por encima de todo está el sentido del ridículo que estamos dando ante el mundo con doscientas siglas políticas. ¿Es que hay doscientas ideologías con las que se puedan resolver los problemas del país? ¿Y es que el Gobierno no se ha dado cuenta de que es urgente, ya lo era en mi época, el arbitrar medidas de carácter económico? Vamos a la catástrofe, a la ruina completa.

-¿Por qué cree que la crisis económica ha ido pasando de ministro en ministro sin solución alguna?

-Cuando llegué al Ministerio de la Gobernación con Carrero ya estaba mal el panorama, pues se había producido la elevación de los precios petrolíferos. Hubo, sin duda, miedo ante la impopularidad que supondría el encarecimiento de los combustibles y se decidió ir drenando el déficit con fondos del Tesoro en espera de una estabilización del precio de los crudos.

Fue la época en que llegó Antón Barrera. Antón Barrera estaba asustado y buena prueba de ello es que se desembarcó tirándose del tranvía en marcha con el pretexto de lo de Pío Cabanillas. Hubiera sido lo mismo que hubiera cesado el ministro de Agricultura o que hubiera descarrilado un autobús. El caso era marcharse.

Luego vino Cabello de Alba, pero con la muerte del Caudillo era difícil hacer nada a pesar de que él nos advertía de los peligros del endeudamiento progresivo. Los grupos políticos ya estaban como aves de rapiña esperando la muerte de Franco.

Quien vio todo más claro fue Villar Mir. Pero no tuvo la habilidad de saber presentárselo al país. Fue el clásico cirujano que diagnosticó con una seguridad absoluta que al enfermo había que cortarle la pierna porque se iba a morir de gangrena. Pero el enfermo decidió ir a otro médico.

No se pudo desarrollar la reforma fiscal y la reforma económica. Yo creo que las repercusiones de una política fiscal, por dura que fuera, iban a ser menores de las que el Gobierno puede temer. Lo malo es que aun contando con eso van a hacer falta muchos sacrificios tan sólo con el fin de no seguir endeudándonos más.

Hay quien cree que existe el riesgo de que las próximas Cortes van a dedicarse a hacer una nueva Constitución, olvidándose del aspecto económico.

-Estoy de acuerdo con el artículo de Fraga en ABC que he leído hoy. Es la manía de querer escribir siempre la primera página de la Historia de España, empezando por la época de los íberos. No, hombre, no. Atienda usted los asuntos más importantes, que luego ya filosofaremos un rato. Ponga usted mano en la economía, ponga usted mano en el orden público, ponga usted mano en todo ese proceso de desmembración de España, y luego hablaremos.-El problema de las regiones. Sectores muy diversos piensan que de su correcta solución depende el futuro de España. ¿Qué opina usted al respecto?

-Era una de las grandes preocupaciones del Caudillo, y a ella alude en su último mensaje: «Mantened la unidad de las tierras de España exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria.»

Han desorbitado las cosas, y es uno de los temas que el Gobierno no se ha atrevido a abordar. El Rey me llamó la víspera de su viaje a Roma y dijo que quería verme. Como yo estaba en cama con una bronquitis, lo dejamos para después. Al cabo de unos días volvió a llamarme y me dijo que estaba muy preocupado ante el tema de las regiones.

-¿En qué medida responsabiliza usted al Gobierno?

-El Gobierno ha adoptado la actitud de tratar de engañar a todos. Y claro, a la hora de la verdad cada uno ha cogido la calle en medio.

-Don Carlos, ¿usted cree que de haber seguido la operación reformista que su Gobierno convirtió en anteproyecto de ley todos estos males que ahora denuncia se hubieran evitado?

-El otro día le comentaba a Fraga que una de las pocas cosas que guardo son las actas de la Comisión mixta Gobierno-Consejo Nacional, en cuyas sesiones intervinieron destacadamente el propio Fraga, que era un huracán, y Torcuato Fernández-Miranda, con la autoridad propia de su cátedra de Derecho Político y sus famosos recursos de los «maniqueos» sacando al Príncipe siempre a relucir. Al final, Torcuato Fernández- Miranda fue el que impuso su criterio.

Y quienes más le apoyaron fueron Adolfo Suárez y Osorio. Todo eso está ahí, en las actas. ¿Qué ha pasado entonces para que al día siguiente de mi cese arrinconen ese proyecto y saquen otro totalmente distinto?

Yo había hablado muchas veces con el Caudillo del tema de la reforma. El era un hombre inteligente y de gran perspicacia. Aunque no se puede decir que el Caudillo fuera vertiginoso, tampoco fue inmovilista.

En las reuniones de la Comisión mixta, el único que estaba hecho un monolito y no se avenía a razones era Girón.

Le leyeron incluso pasajes de discursos del Caudillo. Como si le leyeran a Julio Verne. El tenía su filosofía y no había quien le apeara de ella. El hombre estará pasando malos días, como estamos pasándolos todos. ¿Y qué dice ahora? Pensar que pedía mi cabeza, que pedía casi que me la cortaran a nivel de la cintura, por aquel discurso del 12 de febrero.

Había que encontrar una solución. Yo sabía que el Caudillo pedía que las reformas se hicieran muy pausadamente... ¡Sí, pero el tiempo también apremiaba!

-Consideraría lógico que el presidente Suárez se presentara las elecciones?

-Francamente, no. O juegan todos, o no juega nadie. No creo que se pueda establecer un distingo entre el presidente Suárez y el resto de su Gabinete. Además, es evidente la postura privilegiada del Gobierno ante los medios oficiales de comunicación social.

-Se incorpora usted a un grupo, Alianza Popular, que está siendo objeto de múltiples ataques...

-Es la mejor demostración que es donde el adversario ve que le va a dar batalla.

-¿Participará usted activamente en la campaña electoral?

-Intervendré en algún mitin, algún acto público. Pero no pienso invadir el terreno de la juventud. No creo ser una «vedette ». Ese papel hay que dejarlo para gente con más combatividad.

-¿De todos los puntos del programa de Alianza Popular, cuáles pondría más énfasis? ¿Que aspectos de nuestro futuro son los que más le preocupan?

-Ante todo, me preocupa la juventud. Mientras nos hemos ocupado de administrar la paz para engrandecer a España, parece como si no nos hubiéramos ido dando cuenta: de que había quienes iban infiltrándose en la Universidad, la Iglesia, en el Ejército... Y de repente nos hemos encontrado con situación actual.

El problema económico también me parece decisivo. Al final en los Consejos de Ministros los miembros del Gobierno no hacían sino pedir dinero. Tendríamos que haberle puesto al ministro de Hacienda una linotipia y una rotativa para fabricar billetes.

El problema de la juventud, el económico y el de las regiones. En este aspecto hay que plantarse decir: «Nada contra la pulverización de la unidad de España». Con mucho valor y con mucha entereza. Descentralización, la que sea nenesaria. Reconocimiento del idioma y la cultura, todo. Ahora bien: unidad nacional por encima de todo.

-¿Considera, por último, que su incorporación a Alianza Popular puede contribuir a decidir las elecciones?

-No creo que mi aportación sea decisiva para inclinar la balanza.

ABC, 22 abril 1977

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