La productividad, en el centro del debate
La caída de la facción radical del aparato comunista chino ha significado de manera especial una renuncia a principios y prácticas de la revolución cultural. Nuestro colaborador redactó, desde Shanghai, el tercer capítulo sobre la situación actual de China.
La insurrección armada en Shanghai, prevista por la banda de los cuatro, nunca tuvo lugar. Pocos meses antes de morir, Mao Tse-tung, consciente de la gravedad de la situación, escribió de su puño y letra unas directrices que ultimaron el hundimiento político de los «radicales». En una de ellas, Mao reafirmaba su confianza en Hua Kuo-feng («Me siento tranquilo cuando los asuntos están en tus manos ») y en otra, muy importante, Mao insistía en la necesidad de actuar según los viejos principios que siempre habían inspirado la política económica («Actuar de acuerdo con. los principios ya establecidos»). Mao Tse-tung muere el 9 de septiembre y la banda de los cuatro aprovecha el momento para ultimar su tentativa de golpe.El año 1977 se inicia con la publicación de un importante discurso de Hua Kuo-feng, pronunciado en la II Conferencia sobre Aprender de Tachai en la Agricultura (25 de diciembre de 1976). En él se habla de la necesidad de llevar al país «a un gran orden tras el aplastamiento de la banda de los cuatro», y se insiste en la necesidad de unir la crítica a los cuatro al fortalecimiento ideológico del partido, y en la necesidad de esforzarse para hacer ascender la economía nacional. Al tiempo se publica un texto fundamental de Mao Tse-tung escrito en 1956, Sobre diez grandes relaciones, documento en el que ya se establecían las bases del futuro desarrollo económico y de la construcción del socialismo en China. Se insiste especialmente en una frase de Mao: «La revolución socialista tiene por objetivo liberar las fuerzas productivas.»
Gran debate
Pequeña frase que encierra el gran debate de fondo de toda la polémica. Este es el testimonio recogido en la discusión con los obreros de una fábrica de Shanghai que se hizo famosa dentro y fuera de China durante la revolución cultural. Se trata de una de las varias unidades de producción de Shanghai, especializadas en la fabricación de máquinas-herramientas de precisión (rectificadoras, etcétera). En plena revolución cultural, la fábrica decidió prescindir de los técnicos, formados en universidades y que, alejados de la producción, actuaban como ejecutivos de empresa. Para suplirlos, los obreros decidieron formar nuevos técnicos procedentes de las filas de los propios trabajadores de la empresa que, tras un período de dos o tres años de formación, se reincorporaban a la producción, uniendo en su práctica tanto el trabajo manual como el trabajo intelectual.
Tanto en esta fábrica como en otras visitadas estos días, no aparece ni asomo de cuestionamiento ni de ésta ni de otras experiencias socialistas avanzadas por la revolución cultural. Los obreros de la Fábrica de Máquinas-Herramientas analizaban, sin embargo, esta experiencia criticando las desviaciones «izquierdistas» que se habían producido como consecuencia de la influencia dé las ideas de la banda de los cuatro.
La banda de los cuatro, al insistir unilateralmente en la crítica al revisionismo empirista, al pensar que poniendo el acento únicamente sobre la ideología y la política la economía funciona por sí sola, habían caído en planteamientos revisionistas dogmáticos. Estos graves errores se habían reflejado en esta fábrica en un ataque indiscriminado a los cuadros, en una concepción izquierdista de la Universidad «Veintiuno de Julio», dependiente de la fábrica y en la oposición, por los partidarios de la banda de los cuatro, a la emulación socialista en el trabajo que identificaban con la introducción de incentivos materiales. La influencia de esta política, que puede resumirse en la peregrina frase de los izquier distas de Shanghai «se permite el descenso en la producción si se hace bien la revolución», había sembrado el caos económico y político en la fábrica, descendiendo tanto el nivel como la calidad de producción de la misma.
Así, para los obreros de la Fábrica de Máquinas-Herramientas de Shanghai, la crítica a la banda de los cuatro se traducía en una gran campaña de rectifica ción de los errores «de izquierda» en su propia empresa. El resultado era que, manteniendo las estructuras puestas en pie por la revolución cultural (Comité Revolucionario como organismo de dirección de la empresa, formado por la "triple integración» de obreros, técnicos y cuadros, se había puesto fin a los ataques indiscriminados a cuadros, los cuales seguían también participando (un día a la semana) en el trabajo manual.
En cuanto a la emulación socialista que se practica actualmente, tanto en esta como en otras empresas, no consiste en absoluto en la introducción de compensaciones económicas o de incentivos materiales como pretendió en su día Liu Chao-chi, sino en acordar pequeños galardones (flores rojas, diplomas, etcétera) a los «obreros avanzados» o «talleres modelo» que hayan alcanzado una mayor productividad y siempre sobre la base de los llamados «cuatro criterios»: ideología política, espíritu comunista de cooperación, entusiasmo en el trabajo y calidad técnica.
Otras revoluciones
El debate en esta fábrica, bastión de la revolución cultural, creo que refleja bastante bien algunos de los principales elementos contenidos en esta campaña de rectificación de los errores «de izquierda» cometidos por la banda de los cuatro. China socialista se encuentra en una encrucijada histórica. En su informe sobre la labor del Gobierno hecho en 1975 ante la IV Asamblea Popular, el primer ministro, Chu En-lai, reafirmó la ambiciosa meta, planteada por el presidente Mao, de lograr dentro del presente siglo la modernización de la agricultura, la industria, la defensa nacional y la ciencia y, la tecnología, señalando el objetivo de 1985 para que China se convirtiera en un poderoso país socialista. Hoy, tras la eliminación de la banda de los cuatro, el camino parece allanado para conseguirlo. Frente a los partidarios de la «revolución permanente», Mao siempre hablaba de la «revolución ininterrumpida por etapas». No hay que dudar que si hoy China entra en una etapa de «gran orden», nuevos «desórdenes» aparecerán bajo el cielo, nuevas revoluciones culturales surgirán en un futuro. Tras la experiencia de la revolución china, ello parece ya ley de la historia.
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