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Entrevista:

La cultura portuguesa, antes y después del 25 de abril

Entrevista con José Augusto França, presidente del Instituto de Cultura Portuguesa

José Augusto França es una de las personalidades intelectuales más relevantes de Portugal. Historiador y crítico de arte, autor de un gran libro sobre el arte portugués del siglo XX y de varias monografías, representante de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte) en su país, conocedor de nuestro arte contemporáneo (está a punto de salir su monografía sobre Manolo Millares), es también, desde el 25 de abril, una personalidad política. Milita en el Partido Socialista, aunque en el último congreso no ha dudado en firmar junto con otros conocidos intelectuales una ponencia que criticaba las deficiencias de la política cultural socialista. Es presidente del Instituto de Cultura Portuguesa. Ayer pronunció una conferencia en la Fundación Universitaria Española sobre La Lisboa de Pombal, tema de su tesis doctoral, traducida al francés y al italiano. Juan Manuel Bonet y Gabriel Ureña hablaron con él de la situación cultural portuguesa.

¿Hubo también, como en España envíos avanzados a bienales o a festivales de cine, una política de «exportación» cultural?

-El único año fue 1955, con el envío a la Bienal de Sao Paulo, para el cual se exigió una total independencia al SNI. El ministro de Información estaba furioso y decía que se habían enviado obras anti-católicas y revolucionarias. Nunca más se volvió a probar, y se fue ahondando el foso entre lo oficial y la vanguardia. En 1958 hubo un requerimiento oficial, hacia mí para las bienales de Sao Paulo y Venecia; me negué, rechazando también el asunto la gran mayoría de los artistas avanzados. Desde aquella fecha al 25 de abril, el régimen no contó más que con artistas muy secundarios. En aquel año 1959, frente a un «Salón de los Novísimos» oficialistas, montamos un «Salón de los Cincuenta Independientes» que tuvo mucho más éxito.

-¿Cuáles fueron los debates de los años sesenta?

-El informalismo fue muy tardío, representado casi exclusi vamente por un portugués que vivía en París, Vasco Costa. El equivalente al pop art está en la obra de 1961 de Joaquín Rodrigo, un artista que me parece de importancia mundial con sus pinturas narrativas. En cuanto a las posiciones políticas, el PCP siguió manteniendo una actitud negativa frente a la vanguardia, reflejo de posiciones políticas que le condujeron a ser el único Partido Comunista occidental que se pronunció no en contra sino a favor de la invasión de Checoslovaquia. El PCP, con su estalinismo, perdió importancia en este campo de la cultura. Pero el dato más nuevo de los últimos años de salazarismo fue el surgir del mercado de la cultura y el arte. Una sociedad liberalizada, enriquecida consumista, se puso a comprar. El SNI apenas desempeñaba ya papel alguno.

-¿Qué introdujo el 25 de abril en la esfera cultural?

-Fue como si se detuviera. La fiesta la sustituyó durante un cierto tiempo. Hay que tener en cuenta que hoy tan sólo la Galería Quadrum se mantiene, todas las demás no organizan muestras más que esporádicamente. Ha habido, por un lado, una crisis del mercado, y por otro, como una inflación de política. En cuanto a la fiesta, tan sólo el 10 de junio de 1974, con el mural colectivo de 48 pintores por el 25 de abril, se materializó en una obra,

-El 25 de abril, ¿impulsó algún tipo de alternativas en la producción y distribución de la cultura?

-Se impulsó la tentación de empezar de cero, pero sin ningún programa claro. Los militares montaron la llamada dinamizaçao cultural. Gente muy estúpida e iletrada, que pretendía invertir lo que habían aprendido para someter a las poblaciones colonizadas de Africa, y emplear los mismos métodos para «culturizar» a los campesinos. Estos no siguieron el asunto y la cosa fue un desastre, utilizado tan sólo por el PCP con fines para-electorales. Sin embargo, en los terrenos del cine y el teatro, el 25 de abril sí impulsó algunas experiencias renovadoras, concedió ayudas, etcétera.

-¿Qué instituciones promueven la cultura?

-Está la Sociedad Nacional de Bellas Artes, que es un organismo privado. Luego, la Dirección General del Patrimonio y la Dirección General de Acción Cultural, dependientes ambas del Ministerio de la Cultura. También la Sociedad Portuguesa de Escritores, que es un feudo estalinista y que se caracterizó por su apoyo a Vasco Gonçalves. El Instituto de Cultura Portuguesa que yo presido tiene por misión el difundir la enseñanza de nuestro idioma a través de lectorados, y como tal depende del Ministerio de Educación. Pero la institución más avanzada, independiente antes y después del 25 de abril, es la Fundación Gulbenkian, cuya revista Coloquio / Artes dirijo.

-Los partidos, ¿han tenido una política cultural?

-Su único logro en el terreno de la comunicación han sido los carteles. No porque tengan una especial calidad, sino porque su profusión y diversidad crean una verdadera semiosfera, una atmósfera de signos. Por lo demás, ni el Partido Socialista, ni el PCP, ni la extrema izquierda han tenido política cultural. Dentro de mi partido, quisimos montar un buró de estudios culturales, pero por ahora no se ha podido. Recordé recientemente en la prensa que era absurdo despreciar este campo y olvidar que -como rezaba el título de mi artículo- gobernar es un acto de cultura. En cuanto a las organizaciones como la Sociedad Portuguesa d e Escritores, durante el período Vasco Gonçalves parecía que su única pretensión fuera convertir a los escritores en funcionarios, en asalariados del Estado.

-¿Perspectivas actuales?

-Teniendo en cuenta las dificultades generales del país, la casi inexistencia del mercado artístico, se trata de ir paso a paso. Ya no existe la fiesta, ni por supuesto la dinamizaçao cultural. No se trata de crear una estructura centralizada de casas de la cultura, sin fondos, sino de revitalizar localmente los pequeños museos, los cines. De ir dotando al país de esa estructura cultural que siempre le ha faltado. Pero ni el Gobierno ni el Partido Socialista tienen proyecto cultural.

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