Españoles y hungaros
Hoy, domingo, se juega en Alicante, en medio de un silencio absoluto del fútbol nacional de Liga, lo cual parece excesivo, a no ser que el encuentro de la selección sirva para descanso a todo nuestro asendereado fútbol, el encuentro España-Hungría, quinto entre las selecciones de ambas naciones desde 1925.
El partido ha caído en Alicante, porque se desechó el terreno de Balaidos, en Vigo, por sus condiciones precarias después de sus inundaciones. Por lo demás ha sido un partido añadido sobre la marcha para remediar la falta de entrenamiento con partidos reales y no sesiones de poco meollo de la selección con vistas al encuentro decisivo contra los rumanos dentro de tres semanas, valedero para la clasificación de los españoles para el Mundial de Argentina, en el que hay que hacer lo posible en sacar algún punto.El programa de las selecciones ahora es menos abierto y más pragmático que antes, porque los partidos de competición constituyen el esqueleto de las temporadas del fútbol internacional. Pero las diversas selecciones rellenan estos programas con actuaciones que sirvan para tener en forma un fútbol que se deshace en la inacción. El fútbol español hace escasear al límite estas actuaciones y sólo previó hasta la fecha el macilento partido de Dublín contra el Eire, que no sirvió para nada apenas y ahora ha apostado un poco más fuerte, porque el fútbol húngaro, aunque esté lejos de sus niveles óptimos, siempre juega bien y puede ser un buen sparring de la selección de Kubala.
El historial de los encuentros hispano-húngaros es desnivelado por el hecho de que los cuatro los haya ganado España. El de Alicante será el cuarto encuentro contra los húngaros jugado en casa, y ello, por una ley de fatalidad, parece prejuzgar el resultado, máxime cuando la selección visitante está lejos de ser la que ocupó, aunque sin la corona que la arrebató el fútbol alemán en una célebre final, el primer puesto mundial de 1950 a 1955.
Los encuentros entre españoles y húngaros caen o muy antes o son notablemente posteriores a este apogeo. Desde 1926 a 1964 no hay un solo partido entre ambas naciones. Sobre el fútbol español acabaron cayendo por obra de acontecimientos extrafutbolísticos algunas muestras del gran momento húngaro, como Puskas, Kocsis, Czibor y, en algún aspecto, Kubala, que también fue húngaro en una de sus tres nacionalidades futbolísticas. Es un salto muy grande, porque equivale a saltar desde el fútbol todavía cercano a Amberes al fútbol del cabezazo de Marcelino con Villalonga como seleccionador. Después de este reencuentro de Madrid de 1964 la selección húngara volvió a Madrid en 1972. En este partido, ya dirigido por Kubala, también se ganó por un tanto de diferencia. Del 2-1 de 1964 se pasó al 1-0 de ocho años después.
Aquí terminaría la historia de los partidos de las selecciones si no tuviese una continuación seudo-olímpica cuando el fútbol español comenzó sus esfuerzos de camuflar los jóvenes profesionales como aptos para el fútbol olímpico. Esta política comenzó con vistas a los XVII Juegos Olímpicos de Tokio y después de superar nuestra selección de este carácter a los amateurs suizos, el, sorteo emparejó a esta selección con el equipo húngaro, que acudía a la cita olímpica con lo mejor. Hubo así dos encuentros en Palma de Mallorca y Budapest en 1964 y ambos fueron ganados por los húngaros, por 1-2 en Palma y por 3-0 en Budapest. Velázquez, Grosso, Uriarte, Rodri Torres, De Felipe y otros jugadores hoy ya veteranos o retirados figuraron en ellos. Los húngaros colocan estas dos victorias en el historial de sus encuentros contra los españoles porque no hacen distingos de selección. El fútbol español hace cuenta aparte con los llamados amateurs y de esa manera conserva desembarazado apenas de derrotas la comparación del historial de sus selecciones contra los húngaros. Ventajas, aunque relativas de jugar con dos barajas o a dos paños.
El partido de Alicante puede significar efectivamente un encuentro útil para esta selección tan vasca en que ha dado Kubala con cuatro seleccionados de cada uno de los clubs vascos de la Primera División, la Real y el Athletic. El Madrid manda a tres jugadores y el Español a dos, siendo unipersonales las restantes aportaciones. No hay mucha más gente española útil y probada hoy por la razón sabida que ilustra el caso de que la verdadera selección argentina no sea la que ha traído Menotti al mortecino torneo de festejos del Real Madrid, sino la que puede hacerse entre los argentinos de los clubs españoles y va a intentar la aventura del acceso al Mundial con los dos bloques vascos y con el que presente el Real Madrid del mañana, cuando a los seleccionados Miguel Angel, Camacho y Pirri se les unan en el club Juanito y tal vez Solsona. Kubala moldea mucho al Madrid desde la selección aunque los resultados en los últimos tiempos no hayan sido buenos para uno u otro lado.
No estará de más decir que aunque el fútbol húngaro no sea el de la belle epoque, todavía es bueno y nunca baja demasiado. Su campaña de 1966 fue de cinco victorias y cinco empates. France-Football lo clasificó en tercer lugar, empatado con Holanda y Alemania Oriental. España figuraba en decimocuarto puesto, por su inactividad. Una leve diferencia española es el pronóstico para el encuentro de hoy.
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