Una lección política
LA DIMISION del señor Gil-Robles como presidente de la FPD, el grupo demócrata-cristiano que mejor ejecutoria de antifranquismo puede ofrecer dentro de esa familia ideológica, constituye, a la vez, un dato de indudable importancia para el futuro del centro político del país y un motivo serio de reflexión para lo que, con cierta impropiedad, se viene llamando clase política.En el primer aspecto, una decisión del veterano dirigente abre insospechadas perspectivas para la unidad democristiana. Dejando,un lado a las huestes que acompañaron al señor Silva Muñoz en su éxodo a ha. neofranquista Alianza Popular, y cuya vocación demócrata-cristiana, cabe suponer puramente verbal, son varios los grupos en cuyo horizonte político se inscribe la posibilidad de un partido político que -como en Italia-, la pluralidad de familias, sea compatible con un comportamiento electoral, parlamentario y gubernamental unitario.
Las dos constelaciones qué actualmente recogen a ésos, dispersos, elemeritos de la corriente genérica demócrata-cristiana Equipo, Demócrata Cristiano del Estado Español el Centro Democrático. El Equipo es, ideológicamente coherente, en el sentido de que los grupos federados en su seno la FPD, presidida hasta hace unos días por Gil Robles; la ID de Ruiz -Gimenez, las organizaciones vascas, catalana y valenciana,no constituyen un simple pacto electoral, sino que se consideran elementos articulados de un conjunto unitario. Por contrario, las agrupaciones con. vocación dentro del Centro Democrático -el PPDC, la UDE y el subconjunto dentro del PP orientado por los Tácitos- simultanean sus afinidades intraespecíficas con una alianza más general que les vincula a liberales y socialdemócratas.
Aunque existen razones de otro orden, parece indudable que la actitud hacia el colaboracionismo con el régimen de Franco es la causa más importante de esa división. Sería injusto atribuir a intolerancia personal la postura de recelo del señor Gil-Robles respecto, a los democristianos ex franquistas; sus buenas relaciones con el señor Ruiz-Giménez, ex embajador y ex ministro de Franco, lo pueban. Su eventual intransigencia tiene más bien como blanco el tránsito sin solución de continuidad y sigiloso de los nuevos demócrata -cristianos, desde el Poder autocrático a las antesalas del Poder sancionado por las urnas. Si bien puede resultar fácil opinar sobre la cuestión desde una perspectiva ético-política, el enjuiciamiento puramente político no permite una contestación contundente. Porque la clientela electoral a la que puede aspirar un gran partido demócrata-ristiano incluirá, forzosamente, a ciudadanos que en su día vivieron honestamente dentro de las fronteras del régimen como única posibilidad de existencia en la legalidad y sin riesgos de represalia o encarcelamientos.
No podemos prever si el gesto del señor,Gil-Robles facilitará la unídad de los distintos grupos demócrata-cristianos. Y tampoco sabemos si, incluso después de esa retirada, dentro del Equipo y del Centro Democrático las conveniencias de la razon, que aconsejan la unidad,prevalecerán sobre los recuerdos y los recelos. que favorecen la exacerbación de las diferencias. Pero lo que se halla fuera de discusión es la espléndida lección dada por el señor Gil-Robles, no sólo a sus correligionarios, sino también a_los dirigentes de otras familias ideológicas. En un ,momento en el que la política es vivida como profesión lucrativa o como afición gratificadora para la vanidad, él viejo dirigente democristiano devuelve a esa actividad su más noble significado: como vocación que puede consumir una existencia entera, pero que antepone los principios al disfrute del Poder y los fines colectivo! al protagonismo personal. En el hacinado y espeso ambiente de los círculos del Poder. superpoblado por quienes aspiran a detentarlo. sea o no en el Gobierno. a través del asalto por arriba a las direcciones de partidos tradicionales o mediante la invención de otros nuevos. el gesto del señor Gil-Robles resulta ejemplar. Y no estamos hablando de moral. sino de políticá: porque. esa decisión. que tiene como motivación y como objetivo la vida pública. no debe servir para la edificación de comportamientos privados sino de espejo para quienes con su carrerismo o su infantil pasión por aparecer en las columnas de la prensa, pueden estar dificultando la edificación de una España democrática.
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