_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Libertad de despido

Frente a la huelga salvaje, ya tenemos el despido salvaje, según han decidido nuestros Consejos de Ministros, aunque a mí siempre me parecerá más salvaje un despido que una huelga, porque en la ciudad el salvaje, al contrario que en la selva, suele ser el que tiene la pasta.Más madera, que esto es la guerra manchesteriana del libre juego, la libre empresa y el despido libre. Me lo dijo el otro día un rico en uno de esos clubs de empresarios que se montan ahora:

-Vamos a dejar las cosas a su aire.

-Pues más de un pobre se va a constipar.

Porque como los aires que corren aquí desde hace mucho tiempo no son precisamente los hernandianos vientos del pueblo, sino todo lo contrario, o sea a la viceversa, puede ocurrir que más de un obrero se encuentre de pronto en la mismísima rue. La libertad de despido es un avance social que nos retrotrae a la pintura realista y los cuadros obreristas del pasado, desde El albañil herido de Goya hasta Y luego dicen que el pescado es caro. Con el despido libre, que es, un logro de la libertad burguesa y el capitalismo avanzado, se va a revalorizar mucho toda la pintura académica y costumbrista en las subastas de Durán.

Se lo decía la otra tarde una duquesa a otra duquesa, mientras tomaban el té en Embassy:

-Nada de impresionistas ni Madrazos, chica. Ahora lo que hay que comprar son pobres de Sorolla y.obreros sin pan.

-Sí, me ha dicho mi Pepe que están echando mucho obreraje de la fábrica.

-Pues eso.

La libertad de despido es una forma de justicia social que consiste en que al obrero le llaman a contaduría y le dice el contable:

-Ahí tiene la cuenta, ha causado usted baja definitiva, y cierre la puerta al salir.

Luego, la parienta le pregunta en la cocina apagada:

-¿Y qué explicación te han dado para el despido?

-Nada, que cierre la puerta al salir.

Hay una vía hacia la democracia que pasa por la Moncloa y sus Consejos de Ministros, y estamos avanzando tanto en la justicia social, el reparto de la riqueza y del trabajo, que de un salto nos hemos puesto en Manchester, aquel Manchester del capitalismo vampírico donde, Engels tenía una novia obrera suscrita a Vindicación Femenina de Barcelona.

-Otro salto hacia el socialismo y nos ponemos en el proletariado gremial de la Edad Medía- dice el abrecoches, que teme la competencia en su oficio con la libertad de despido.

Exactamente, cuando la mitad del cinturón industrial de Madrid esté en paro y despido, todos se vendrán de abrecoches al centro, y entonces conoceremos la revolución de los abrecoches. O bien, como la gasolina está cara y escasea, se utilizará a los abrecoches, en grupo, no sólo para abrir y cerrar la puerta del coche, sino para empujar el vehículo todo el rato por las calles de Madrid, como esos carritos chinos de tracción humana. El panorama laboral en España es cada día más sorprendente, exótico y lleno de posibilidades, como ustedes ven.

-Te está quedando una crónica muy obregista, amog- dice Nadiuska, que me lee por encima del hombro y tiene ya la primavera en sus ojos de tigre incomprendido.

Antonio Casado quería enfrentar, en un debate sindicalista, a Marcelino Camacho o a Redondo con Noel Zapico. Parece que los sindicalistas salvajes ño han considerado a Zapico interlocutor válido. El genial Antoñito López y todos los hiperrealistas que le imitan debieran dejarse ya de pintar el sujetador de sus novias y dar testimonio de nuestro tiempo en un gran cuadro que se llame simplemente Libertad de despido. En las subastas de arte con marquesas vuelve a llevarse la pintura social. Un obrero de Sorolla o Benedito vale más que un obrero de Camacho.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_