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Tarancón prohibe la venta de los bienes del patrimonio cultural de la Iglesia

«No se puede vender, cambiar o ceder imágenes u objetos artísticos históricos, propiedad de la Iglesia, sin cumplir todos los requisitos canónicos y sin que el obispo dé la autorización debida o recurra a la Santa Sede cuando el caso lo exija», ha dicho monseñor Tarancón, en carta a los sacerdotes, que publica el Boletín Oficial del Obispado.«Yo -sigue la carta- no daré ningún permiso sin el asesoramiento previo de la Comisión Diocesana del Patrimonio Artístico y Documental, y sin la intervención, como es lógico, de la administración del Patrimonio Diocesano.»

Recuerda el cardenal, en esta carta especialmente dura, que intenta poner fin a la dilapidación de los bienes artísticos propiedad de la Iglesia, y su paso a manos particulares, que «la Iglesia es sólo depositaria de este tesoro», que es patrimonio de nuestra cultura y nuestros mayores, y que, pese a las pérdidas ya irremediables, el tesoro artístico y documental de la Iglesia española todavía tiene una importancia singular en el conjunto histórico artístico del país y aún en toda la Iglesia católica, lo que impone a los obispos, sacerdotes y al resto del Pueblo de Dios, una grave responsabilidad respecto a la vigilancia, custodia y conservación del Patrimonio.

Añade, además una referencia a la Comisión Diocesana del Patrimonio Artístico y Documental, y a la obligatoriedad de su intervención en todas las operaciones de cualquier orden, que se hagan en el terreno del arte y la documentación. Tras llamar a esa labor necesaria del inventario general del Patrimonio apremia a los párrocos sobre la protección de los bienes que administran, haciendo especial hincapié en este papel de administradores y no de propietarios, así como la obligatoriedad de los trámites que señala, ya que «el prescindir de ellos puede anular la validez de la venta o cesión, con las responsabilidades consiguientes. «Creo que en este aspecto -dice- no tengo más remedio que ser riguroso.»

El problema del Patrimonio

La carta del cardenal Tarancón viene a responder a la preocupación, expresada en los medios de comunicación, que el proceso de enajenación, dispersión y, finalmente, pérdida del carácter de colectivo de los bienes de la Iglesia, habían hecho surgir muchas veces. Y particularmente, al redoblar de estas voces que, tras la crisis del Patrimonio en los años sesenta el más fuerte descalabro en los tiempos modernos, -según informe de la Comisión Preparatoria de la Asociación Nacional de Defensa del Patrimonio Histórico Artístico- se vuelve a encender ahora, en que «vuelven a coincidir, en lamentable escalada, las acciones y omisiones contra ambos legados históricos, sacro y profano».La primera necesidad parece ser la elaboración urgente del inventario nacional de estos bienes, que impediría la desaparición de riquezas culturales, cuya existencia es desconocida o mal conocida, y que sería el primer instrumento para su control. Posteriormente, la puesta en marcha de un plan de restauraciones y puesta en valor de estos bienes, bien en sus lugares de origen -que sería lo más deseable-, bien en museos diocesanos. Y por último -señala el informe de la comisión -es necesaria la toma de conciencia del papel del Estado y el límite de sus responsabilidades cara al Patrimonio, que al fin, en un Estado tradicionalmente confesional como el español, ha revertido directamente en la Iglesia, pero que son patrimonio fundamental de la colectividad, y una de las piedras de toque del Concordato a tratar, proximamente, entre el Estado español y el Vaticano.

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