_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La autoridad moral y la habilidad "política"

No diré que fui el primero -no soy tan literalmente discípulo de Ortega que le imite en su gusto por las precisiones a este respecto-, pero sí uno de los primeros, y precisamente en el primer artículo de, colaboración que escribí para EL PAIS, «El intelectual y la vigilancia de la vigilancia», en hacer ver las posibilidades positivas del Gobierno Suárez, que por entonces era generalmente juzgado como un gravísimo paso atrás. Mi lema fue en aquella ocasión: «Hágase el milagro ... », ciudadano, sin embargo, de precisar, claro, que llamar diabólico a Suárez, hasta como, elogio,sería desproporcionado.Pero, evidentemente, Adolfo Suárez no es un «santo» de la democracia. En el mejor de los casos, un repentino converso a ella. Carece, por tanto, de toda autoridad moral para implantarla,y lo sabe muy bien; por eso en ningún momento intenta jugar, tal baza. Pero ha sido designado para implantar la democracia en España, siguiendo la línea a él más adecuada: sumamente «considerada» para la derecha, hábil, negociadora, llena de concesiones a derecha e izquierda, a esta última siempre más verbales que reales. Así se «persuadió» a consejeros del Reino y procuradores en Cortes. Tras los (pseudo) tecnócratas han venido los jóvenes pragmáticos de aire modesto y jovial, de buenos, sencillos modales (ni a lo Fraga, ni a lo Areilza, respectivamente). Los que, llegados al uso de razón cuando España había sido ya más o menos vergonzosamente readmitida en Occidente, se dieron de alta en la Falange o en el Opus Dei (o en los dos a la vez, para ganar por los dos lados), no movidos por extraños entusiasmos místicos, sino por tratarse de las dos mejores vías de acceso al poder. Tampoco era mala -la historia del franquismo lo demuestra- la católico-propagandística, y dentro de ella los agrupados bajo el nombre colectivo «Tácito», que revela bien -no sé si sin querer o deliberadamente- el tacitismo de corto vuelo de sus componentes, prudentemente iniciaron, a la vez que lajerarquía eclesiástica -curiosa coincidencia- el despegue del franquismo. Y todos ellos calcularon bien. Por ahora, nadie excepto ellos, nadie limpio de franquismo posee la menor parcela de poder y, con suerte, igual ocurrirá después de las elecciones.

Aunque a los de la democracia como moral no nos guste la manera, debemos reconocer que, sentado el presupuesto de evitar a toda costa cualquier ruptura, de lograr la evolución desde el franquismo sin solución de continuidad, se están llevando las cosas hábilmente. Claro está que todo tiene su precio, y que hay que pagarlo. El éxito de la habilidad, cuando ésta es la otra cara de la debilidad o falta de autoridad ético-política, también. El piteciofinal es que los franquistas nos sigan gobernando, representando desde ahora y, por supuesto, luego, el papeI de demócratas.

El precio intermedio también lo conocemos, porque lo hemos padecido durante la «semana trágica». Pero también aquí el Gobierno se está situando ya en las vías de arreglo según su estilo. Lo que se propone otra vez es «persuadir» ahora al fascismo -«internacional», claro- de que lo que está haciendo «es peor que un crimen, es una equivocacíón», de que el pueblo y el Ejército español no van a caer en la trampa. El dejarse persuadir exige, claro, una contrapartida de seguridades, y en eso se está. Escribo este artículo en la tarde del día,11. El editorial de EL PAIS de esta mañana me hizo sonreír por su sancta simplicitas, por su ingenuidad democrática. No, no se trata de viejos reflejos franquistas». Se trata simplemente -o tacitistamente- de cubrir una retirada. O, dicho de otro modo, de que el pueblo español no llegue a saber en detalle lo que la izquierda española ha intuido globalmente muy bien desde el principio. De que el pueblo español siga sin enterarse de nada más que de lo que se dice por RTVE.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Es de esperar que el descubrimiento -al que estamos asistiendo pasará a la historia con el nombre vía española (o vía no sé bien aún si «suarista» o «suareciaría») a la democracia. Es de esperar que, después de las grandes realizaciones del franquismo, sin igual en él mundo entero, como es sabido, éstaa la vez su superación y culminación, su coronación, será otro motivo más de orgullo para la España contemporánea. Ahora va, eso por lo menos ya está logrado, con menor triunfalismo de expresión.

Por supuesto, los puristas de la democracia, los rupturistas -si es que quedan; por lo menos, entre los partidos legalizables parece que no- y no digamos los revolucionarios, harán una valora ción muy diferente del actual «proceso. democrático». En cuanto a mí, repito lo que escribí en aquél artículo al principio citado. Vigilo y constato que segui mos dentro de una situación es tructuralmente inmoral, en la cual lo único que importa son, pragmáticamente, los frutos. Ojalá el mal camino -incierto, turbio, «reservado»- termine en un final feliz para la democracia. Lo que de ninguna manera es se guro y, de lograrse, será por una conquista del país. Pero pseudodemocracia parece que sí tendremos. Que es lo que se trataba de demostrar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_