Detención en Roma de un importante eslabon neofascista
El neofascista Pier Luigi Concutelli, acusado de haber asesinado, en julio del año pasado, al juez romano Vittorio Occorsio, ha sido capturado por la policía. Vivía últimamente en el sótano de una casa del centro de Roma, habitada por profesionales de rango, industriales y gente de cine. Una guarida convertida en bunker, con ventanas antiproyectil y un arsenal de armas y municiones. Al policía que le exigía rendirse, Concutelli le replicó: Soy un militar preso político. Me rindo por razones de economía revolucionaría.
En la comisaria, saludando a la romana, con el brazo en alto, ha pedido una promoción para el brigadier que ha tenido el coraje de entrar en su casa y detenerle. Concutelli, treinta y dos años, físico poderoso, mirada fulminante, no es, probablemente, un jefe del terrorismo político, pero sí se le considera un eslabón importante. Sus contactos y protecciones en el Movimiento Social Italiano (MSI) son evidentes. En junio de 1975 se presentó candidato del MS1 para concejal en el Ayuntamiento. de Palermo, pero no alcanzó el quorum necesario. Desde 1969 era conocido a la policía. Activista del frente nacional del príncipe Valerio Borghese, exponente del FUAN, una organización universitaria neofascista, organizador, con otros camaradas, de campos paramilitares en Bellolampo, cerca de Palermo, y en Porto ralo, cerca de Menfi. Activista de Jove Italia, en 1972, concluye hoy su carrera como probable killer de Orden Nuevo, la organización neofascista sobre la que indagaba e1juez Occorsio. Entre las armas encontradas por la policía en el sótano de Concutelli, figura una metralleta Ingram, con silenciador, la misma con la que, probablemente, fue asesinado Occorsio. La sorpresa de toda la operación ha sido qué, al lado de cartuchos de dinamita, pistolas y bombas, ha sido encontrada una bolsa con once millones de liras, procedentes del secuestro de Emanuela Trapani, hija de un industrial de cosméticos milanés, sobre el que la prensa está haciendo estos días una novela rosa. Se dice que Emanuela, bella de diecisiete años, estaba enamorada de su secuestrador, Renato Vallanzasca, el joven baádido que, en la fuga, habría asesinado a dos policías de tráfico y al que la policía le da una caza sin respiro en toda la Lombardía.
Vuelve a hablarse -esta vez con pruebas- de los vínculos de Orden Nuevo con la delincuencia común y la industria del secuestro. Se dice también que el mercado de contrabando de armas, a veces internacional, sirve de enlace del terrorismo con la criminalidad.
La detención de otro neofascista, Mario Rossi -casi al mismo tiempo que la de Concutelli-, parece haber confirmado que este último sirvió de enlace entre los bandidos que secuestraron a Emanuela Trapani y el neofascista presunto asesino del juez.
El intercambio de armas y dinero y la estrategia de la tensión son, se dice, los puntos de contacto entre mafia, bandidos y neofascistas.
Mientras el ministro del Interior, Francesco Cossiga, felicitaba a la policía por la brillante operación, se cometía otro aten tado terrorista en la vieja Roma: siete disparos de pistola con silenciador herían en las piernas al inspector general del Ministerio de Justicia, Valerio Traversi, de 56 años, que. regresaba a su casa de comprar el periódico. Una llamada telefónica a la agencia de prensa ANSA atribuía la paternidad del gesto a las Brigadas Rojas, de extrema izquierda. El inspector había visitado recientemente las cárceles de Florencia y Treviso. Por delitos análogos, cometidos por la organización ge mela Núcleos Armados Proletarios, pidió el fiscal público, la semana pasada, más de trescientos años de cárcel.
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