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Los países del Este confían en la URSS para remontar la crisis

No hace muchos días Occidente negaba por primera vez un crédito al Comecón (Mercado Común de los países socialistas). Aunque la razón expuesta para la negativa de este crédito de doscientos millones de dólares fuese que la solicitud no estaba suficientemente documentada, parece que el verdadero motivo era el grave endeudamiento del bloque socialista respecto de un Occidente que tampoco se halla muy sobrado de dinero. Solamente en 1975 el conjunto del Comecón, sin incluir la República Democrática Alemana, cerró el ejercicio. anual con una deuda exterior de 20.000 millones de marcos a favor de la RFA. La respuesta de Bonn fue reducir sus exportaciones a los países socialistas, en algunos casos drásticamente, como en el caso de Hun gría (20 % menos).

Después de la negativa, la CEE accedía a establecer un acuerdo pesquero de limitado alcance con tres países socialistas: RDA, URSS y Polonia.La URSS pertenece invariablemente al grupo de países beneficiarios cuando se trata de cerrar un negocio entre la CEE y el Comecón. En el bloque oriental domina un cierto malestar en los sectores menos revisionistas desde que, en 1972, Brejnev habló por primera vez de una realidad llamada CEE.

Este malestar creció cuando, el año pasado, se e levó a práctica normal la vinculación fragmentaria del Comecón con la CEE en base a acuerdos económicos entre el bloque europeo occidental y determinados países de la alianza comunista. Así quedaba reconocida por el propio Moscú la tesis de los capitalistas europeos en detrimento de los aliados menores de la URSS.

El malestar creció aún más cuando se formalizó un acuerdo, con vistas al plan quinquenal que ha empezado este año, por el cual, los nueve del Comecón invertirían 9.000 millones de rublos (unos 950.000 millones de pesetas) en una serie de proyectos de gran envergadura, todos ellos a desarrollarse en la URSS. Entre ellos, el oleoducto de Orenburg, que habrá de proveer de petróleo a seis países aliados a partir de 1980.

Mientras se inaugura esta obra, los aliados de Moscú habrán de aceptar revisiones anuales de los precios del crudo soviético en un sentido alcista. Las naciones del Comecón deberán contar con un aumento de un 20 % a un 30 % de 1977 a 1979, elevación que afectará de un modo particular a la RDA, Polonia y Checoslovaquia, países que dependen en mayor medida de los suministros de Moscú.

Según el Instituto Alemán de Investigaciones Económicas (RDA), los países de la alianza socialista no tendrán más remedio que disminuir el volumen de sus importaciones y, en consecuencia, el consumo. Las importaciones de gas y petróleo soviéticos, que habían crecido en los tres primeros años de esta década en un 7 %, tan sólo aumentaron en un 2 % en los dos anos siguientes, y ahora tienden a disminuir sensiblemente sin posibilidades de sustitución.

En cuanto a la RDA, su dependencia respecto de la URSS ,en el sector energético se sitúa en un tercio del consumo total interior. Esta dependencia volverá a aumentar hasta 1980 en el sector nuclear. Hasta ese año la URSS y sus aliados deberán estar en condiciones de producir 30.000 megavatios (actualmente la URSS y sus aliados sólo alcanzan 3.800. prácticamente la mitad que1a RFA). A las siete centrales nucleares soviéticas ya en funcionamiento se sumarán al fin del actual plan quinquenal, si se cumplen las previsiones, otras veintitrés (siete de ellas se encuentran ahora a punto de concluirse, y otras dieciséis, en proyecto). Mientras los países aliados se han obligado a adquirir sus instalaciones atómicas en la URSS, por ahora únicamente la RDA y Checoslovaquia disponen ya de este tipo de factorías. Polonia, Bulgaria y Cuba se unirán hasta 1980 al club atómico socialista.

De las restricciones económicas, al movimiento contestatario

Esta reestructuración presupuestaria improvisada, destinada a superar las subidas de precios fijadas por Moscú a sus aliados, más la indecisión occidental a efectos de negocios con el Este como consecuencia de las elevadas deudas contraídas por el bloque socialista se producen cuando en el este europeo se había recurrido ya al índice de consumo cre.ciente como garantía de la viabilidad del sistema socialista.

En la RDA, por ejemplo, la capacidad de compra del marco oriental se duplicó entre 1950 y 1974. En el mismo país, el volumen de bienes de consumo aumentó en más de un 25% durante el plan quinquenal que acaba de finalizar.

La misma RDA se mostraba hasta ahora muy satisfecha de que su comercio con la RFA se hubiese triplicado en once años. Pero la nueva situación regresiva obliga a adoptar medidas drásticas, y esto puede convertirse en detonante, al estilo de las manifestaciones obreras de Polonia el pasado año.

Por esta razón, el Gobierno de la RDA ha preferido recurrir a los fondos especiales y garantizar que, por ahora, no subirán los precios de los bienes de consumo. En Berlín se confía en que Moscú apreciará el sacrificio y ayudará de algún modo. Polonia, otro de los países más afectados por la crisis, padece una grave situación en su agricultura, base económica primordial en esta nación. La poca rentabilidad de los productos agropecuarios ha llevado a los agricultores polacos a reducir en una cuarta parte el sector del ganado porcino. Previamente la RDA decidió controlar rígidamente su frontra con Polonia para evitar una desestabilización de su propio mercado debido a la importación ilegal de carnes polacas. Por otra parte, Varsovia no encuentra salida rentable al carbón de sus m Inas. Al igual que la RDA, Polonia también ha elegido soluciones de emergencia que los socialistas más puros no ven acordes con el sistema al que se aspira. Así, por ejemplo, desde hace un tiempo, los polacos pueden abrir cuentas bancarias con divisas occidentales. Al final d el pasado año los titulares de estas cuentas de ahorro tenían depositado un volumen total de 160 millones de dólares. La simple presentación de la correspondiente cartilla permite al propietario adquirir un coche o una casa sin esperar demoras.

Esta liberalización como lenitivo de las restricciones económicas a nivel presupuestarío era hasta ahora menos visible en Hungría, país para el que 1976 fue un año estable dentro de la tónica general. Sus, exportaciones permanecieron al nivel de 1975, las importaciones disminuyeron en un 5 % (al igual que los ingresos por turismo) y se observó una sensible reducción en los bienes de consumo. El nuevo año ha comenzado con una liberalización financiera: Budapest permite a partir del 1 de enero el establecimiento de sucursales bancarias occidentales en Hungría. Sigue, pues, los pasos de la URSS y la RDA, primeros en admitir esta solución. En 1977 el Gobierno húngaro se propone incrementar las exportaciones a los demás países socialistas en un 12% y a los capitalistas, en un 18% En cuanto a las importaciones, habrán de crecer en un 8 %, como medio de satisfacer mínimamente la demanda interior.

Praga, por su parte, acaba de anunciar que el crecimiento económico de Checoslovaquia durante 1976 alcanzó un 5,5%, exactamente el mismo índice de la RFA. Pero también se reconocen problemas: disminución de la producción agraria y dificultades serias en la exportación de maquinaria a Occidente, entre otras. Como en los demás países socialistas, se confía en la capacidad de adquisición soviética para dar salida a los productos industriale.s que no se enviaron. a Occidente.

La situación económica de estos países, en los que la contestación política se ha manifestado hasta ahora con mayor virulencia, refleja una dependencia planificadora respecto de Moscú y, al mismo tiempo, una insuficiente solidaridad de la URSS en un momento crítico que, como opina el profesor Hochbaum, se superaría en gran medida con un replanteamiento de la capacidad productiva y comercial de los países aliados.

Los movimientos críticos de estos países no han hecho más que poner en marcha un malestar que, según los contestatarios de Praga, tiene como raíz la inconsecuencia de los dirigentes, no el fracaso de los esquemas políticos y económicos en sí mismos. Las conferencias de Helsinki y Berlín, ambas iniciativas suicidas de Moscú, han significado para estos movimientos participacionistas un argumento de autoridad para reclamar el derecho a no ser excluidos en la búsqueda de soluciones. En otras palabras: se trata de situar a la burocracia donde le corresponde en virtud de tomas de postura socialistas.

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